21 agosto, 2017

Fanatismo: el nuevo Armagedón


¿Qué une a un fanático religioso musulmán, miembro del Estado Islámico, que atropella y mata a un grupo de inocentes en La Rambla, Barcelona, España, con un fanático político de derecha en Estados Unidos que atropella y mata a tres ciudadanos en Charlottesville, Virginia?

Aparentemente nada. Excepto que ocurrieron casi la misma semana en lugares distantes. Pero, si se mira con atención, hay una raíz común.

Los une un sentimiento extremo de intolerancia, de no aceptar la diferencia y responder la defensa de las ideas o principios con la violencia ciega y la muerte.

Los une el fanatismo, la barbarie.

En Barcelona, sabemos lo que pasó. Una célula terrorista de ISIS perpetró un atentado ciego y con una camioneta atropelló y mató a trece personas que circunstancialmente paseaban por La Rambla.

En Estados Unidos, miembros del Movimiento All-Right -bautizados por la prensa como Supremacistas Blancos-, organizaron una marcha protestando por el retiro de la estatua del general Robert E. Lee, héroe sureño de la Guerra de Secesión.

Un grupo de ciudadanos les hicieron frente de modo pacífico con carteles y consignas. Hasta que uno de los supremacistas tomó su vehículo, embistió contra ellos y mató a tres contramanifestantes.

Ambos atacantes, en España y en Estados Unidos, eran jóvenes menores de 25 años.

El fanatismo religioso, político o de cualquier otra índole, es uno de los males del ser humano.

Es una posición extrema equivocada, torcida, que escapa del ámbito de la razón para situarse en la sinrazón.

Las ideas no pueden ser excluyentes, ni únicas, ni infalibles. Cuando se las considera absolutas e irrebatibles, sin admitir la posibilidad de que que existan otras, diferentes a las nuestras, caemos en el fanatismo.

El fanatismo no es propio de una cultura. Está presente en todas las culturas. En todos los tiempos.

El fanatismo musulmán le ha declarado la guerra al mundo occidental. Es un levantamiento armado contra todo lo que NO sea "las enseñanzas de Alá".

El mundo cristiano tuvo también su propia etapa de fanatismo con Las Cruzadas en contra de los moros entre los siglos XII al XV.

Fanáticos políticos  nazis produjeron el holocausto contra los judíos.

El fanatismo comunista mató millares de personas en la Rusia de Stalin, o en el estado fascista de Mussolini, o en la Revolución Cultural China. O aquí nomás, ayer en Cuba y hoy en Venezuela.

El fanatismo es la intolerancia absoluta expresada en acciones extremas. Es pasar de un pensamiento radical a una acción terminal.

El fanático no busca expandir sus puntos de vista por el convencimiento; busca irradiar su pensamiento, eliminando a quienes piensan diferente.

Al fanático no le interesa discutir. Quiere imponer.

Quienes no están de acuerdo son obstáculos en el camino.

El fanatismo y su expresión extrema de barbarie -el terrorismo- es hoy en día uno de los principales problemas que afectan a la humanidad.

Es lamentable constatar que miles de millones de años de evolución no han conseguido frenar ese impulso autodestructivo que lleva el hombre consigo: destruir al hombre.




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