El desenlace de la crisis política
registrada esta semana entre el ejecutivo y legislativo terminó con la
recomposición parcial del gabinete y con una nueva presidenta del Consejo de
Ministros, la carismática congresista Mercedes Aráoz.
El presidente confirmó una vez más que no es
un político que busca pechar, sino, apechugar.
Las primeras declaraciones de la premier Aráoz
y de sus nuevos ministros van en el mismo sentido: "Trabajo coordinado con
el Congreso". "Comunicación con las fuerzas políticas".
"Trabajo de los ministros en la cancha, con el pueblo".
¿Pero en realidad estamos nuevamente en el
mejor de los mundos y todo ha vuelto a la normalidad?
No. Nada volverá a ser como antes.
Las formas y las buenas maneras probablemente
se mantengan por un tiempo, pero, en el fondo, si el clima político vuelve a
escalar, el ejecutivo tiene la manera de volver a poner las cosas en su sitio y
moderar el nivel de beligerancia del Congreso.
Ahora el gobierno tiene una bala de plata, la capacidad de definir constitucionalmente el cierre del Congreso.
Disparar esa bala significa que el ejecutivo puede activar la cuestión de confianza
sobre todo el gabinete, en caso el Congreso insista en censurar a sus
ministros.
Por ahora el nombramiento de Mercedes Aráoz ha
conseguido ese segundo aire que necesitaba con urgencia el gobierno. Abre una
nueva oportunidad de diálogo con el fujimorismo en condiciones diferentes.
"El pueblo nos reclama menos
enfrentamiento. Cooperemos y trabajemos juntos", ha dicho la presidenta
del Consejo de Ministros en sus primeras declaraciones, con el arma bien
guardada en la cartuchera.
Pero que nadie se equivoque. Existe una bala de plata en el tambor. Y Meche Aráoz es la única que ahora puede percutarla.
Pero que nadie se equivoque. Existe una bala de plata en el tambor. Y Meche Aráoz es la única que ahora puede percutarla.
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