05 agosto, 2018

El Plan B


¿Tiene el gobierno un Plan B en caso de que el Congreso diluya su propuesta de someter la reforma judicial y política de 4 puntos a un refréndum? Para responder esta pregunta, primero, con un poco de imaginación, hay que apelar a la física. Tres fuerzas que se atraen y repelen al mismo tiempo forman una situación de statuo quo. En la medida que ninguna de las tres fuerzas se altere, el equilibrio es perfecto.

Ahora imaginen los tres poderes del Estado tensionados. Teniendo como fuerza central a la opinión pública. Cualquier movimiento de la opinión pública hará que alguno de los tres poderes se imponga sobre los otros dos.  La opinión pública rompe el statu quo, altera la fuerza central, hacia uno u otro lado.

En otras palabras, quien domine la opinión pública, ganará el desenlace que, en política, genera el choque de los poderes del Estado. Mientras más se oponga el Congreso a las reformas, más ganará el Ejecutivo. Y mientras más rápido se reforme el sistema judicial, mejor quedará el Congreso y el Ejecutivo.

Las fuerzas en diversos sentidos empezaron a desatarse apenas el presidente Vizcarra terminó su discurso. Hay opiniones a favor y en contra de su mensaje. Desde quienes han calificado sus propuestas de tóxicas e improductivas hasta quienes han celebrado su decisión y coraje para llevarlas adelante. Son los primeros síntomas de lo que en verdad se viene ahora y que marcará la agenda de los próximos meses: las negociaciones, tiras y aflojes, entre las fuerzas políticas, económicas y sociales.

La primera batalla será en la comisión que liderará el proceso de reformas: ¿Constitución o Justicia? El disminuido y recuperado sector oficialista pugnará por que sea la de Justicia; Fuerza Popular defenderá la Comisión de Constitución, pero el Ejecutivo debiera seguir ganando puntos y proponer que ambas comisiones se unan y sesionen de manera conjunta por ser un tema de interés común.

El segundo momento será el de las propuestas específicas. El Ejecutivo defenderá sus cuatro propuestas hasta donde le sea posible. El Congreso, en sentido contrario, tratará de evitar la no reelección inmediata de congresistas, pero lo sensato es que aparezcan en el debate fórmulas intermedias. Reelección inmediata solo por un periodo consecutivo, renovación por tercios a cambio de ampliar la representación en el futuro congreso bicameral. 

Pero qué pasa si el Congreso rechaza el referéndum o distorsiona la propuesta del Ejecutivo hasta hacerla irreconocible. Entonces se abrirá el tercer y definitivo momento: el de apelar con todo a la opinión pública y alistarse para la batalla final: promover la participación de la gente, recolectar firmas y proponer un referéndum por participación ciudadana. El gobierno no debiera esperar a que otras fuerzas le ganan esta iniciativa. No digo que lidere el proceso de recolección de firmas (no le corresponde), sino que aliente a que un sector independiente lo haga, antes que grupos radicales hagan suya esta bandera popular.

¿Será este el Plan B del gobierno? ¿Referéndum por participación ciudadana o llegaremos a la polarización extrema de ir por la cuestión de confianza, esperar una segunda caída de un gabinete y forzar el cierre constitucional del Congreso? ¿Qué disco escucharemos? La participación ciudadana va más de la mano con lo que oímos el 28 de julio. Consenso hasta el cansancio. La calle puede querer escuchar (y hacer) otra marcha. Veremos qué pasa si se cambia de tonada y escuchamos el Lado B.


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