12 junio, 2011

El cambio y señal de alerta a la vista

El electo presidente es consciente de que no gozará de la “luna de miel”, ese espacio de paz social que por lo general tienen los gobiernos al empezar, en el cual las fuerzas sociales, económicas y políticas colocan su nivel de presión en neutro. Pero tampoco tendrá ese inminente escenario de confrontación que se vislumbraba en las primeras 48 horas de haber ganado las elecciones, cuando los perdedores le exigían desde todos los frentes que diera a conocer a su equipo de gobierno.

Los empresarios han sido los primeros en dar señales de cambio. Fueron a visitar a Ollanta Humala a su cuartel de Los Delfines y minutos más tarde posaron sonrientes para las cámaras y salieron casi convertidos a la economía nacional de mercado. Hasta defendieron la idea del presidente de la formación de una empresa de aviación comercial con capitales mixtos público y privados.

La bolsa se recuperó igualmente del susto y casi de inmediato cesaron las exigencias al electo presidente para que dé a conocer su gabinete. Los medios de comunicación empezaron también a recoger su artillería pesada y esta semana han enviado tímidamente a sus respectivas palomas mensajeras en busca de la ansiada rama de olivo que les indique que la tormenta ya cesó. Columnas de opinión, editoriales y entrevistas han ido en esa dirección.

Humala ha demostrado que maneja sus propios tiempos, no cede a las presiones y que reacciona con rapidez a las exigencias del momento. La gira por seis países de Latinoamérica lo demuestra. Además de mejorar las relaciones con los países visitados, el periplo le permite tomarse un respiro en el escenario nacional. Sus declaraciones iniciales indican igualmente que se maneja con sobriedad y puntualidad en el escenario internacional. Moderado y controlado. Nada que ver con el personaje de la primera vuelta.

La única señal de alerta en el tablero de mando del presidente electo es Venezuela. Está por verse la manera en que Humala sorteará el ímpetu del Presidente Chávez que buscará presentarlo como parte de su proyecto latinoamericano, y el temple que necesitará para reafirmar –de una vez por todas– su independencia ideológica. Si Humala se libera del abrazo del oso venezolano y se diferencia claramente del proyecto chavista, el presidente electo regresará robustecido de la gira. Si no lo hace, es posible que los fantasmas de la confrontación ideológica regresen.

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