06 junio, 2011

Hora de la reconciliación

El proceso electoral concluyó. El pueblo habló en las ánforas. Se pronunciado por el cambio. El crecimiento económico con inclusión social. Sólo falta que Keiko Fujimori reconozca el resultado de las urnas y se acabó. Volteamos la página y tenemos, todos, que volcarnos a un proceso de cura de heridas. Es urgente restañar laceraciones políticas de todo tipo y reconciliarnos.

Tenemos que salir del curso de polarización en que nos envolvió el proceso electoral. Nunca como ahora se ha notado la división profunda de grupos de amigos y familias. Pero, como dice la canción, todo tiene su final, nada dura para siempre.

Este acto de reencuentro tiene que estar acompañado de un compromiso de respetar al nuevo gobierno y respetar al nuevo presidente. Ollanta Humala, una vez que juramente el 28 de julio, representará a todo el pueblo peruano.

Los agentes económicos deberán tener el tino suficiente para seguir haciendo su trabajo, como lo hacemos la mayoría de peruanos de a pie. Los pobres no se pueden dar el lujo de especular en el mercado. Trabajan para comer. Y hoy lunes lo han hecho como todos los días.

Los profesionales de la bolsa deben comportarse de la misma manera. ¿Qué extraños intereses están detrás del nerviosismo con el que han amanecido hoy que ha hecho cerrar la Bolsa de Valores de Lima? Sabemos que en economía, nada hay más cobarde que un dólar. Pero no es momento de cobardías ni especulaciones. Es momento de trabajar, de apostar por el Perú.

Ese proceso de reconciliación debe venir de todos lados y sobre todo de los ganadores. La humildad en la victoria engrandece los espíritus. Por eso, debemos criticar las desafortunadas declaraciones del primer vicepresidente electo sobre el cambio de establecimiento penitenciario para el reo Alberto Fujimori. No porque no fuera justo debatir el tema –y lo es–, sino porque no es el momento.

Debemos dejar que el presidente electo y su grupo de asesores trabajen sin pausa,pero sin prisa, en la nueva propuesta para el Perú. Sin presiones. Pero también sin dilaciones. Y los demás, todos, a trabajar. Por ellos mismos, por sus familias, por el Perú.

El proceso simbólico de reconciliación es sencillo:demosnos un apretón de manos y ya.

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