El
pragmatismo no es una corriente filosófica, pero sí una vía anchurosa del
pensamiento. En política, obedece a tomar decisiones no en base a ideologías o doctrinas
rígidas u ortodoxas, sino a criterios amplios, heterodoxos, no
historicistas ni deterministas, sino más bien prácticos, funcionales.
El
pragmático político analiza lo que funciona en un contexto y tiempo
determinado. Toma decisiones en base a resultados, a lo que considera es mejor
para conducir la nave al puerto deseado.
En
lugar de analizar las ideas, los postulados o su raíz política y su grado de
cercanía, convergencia o distanciamiento, el pragmático prefiere centrarse en
el estudio concreto de las circunstancias.
No tiene rivales permanentes –tipo capitalistas versus
comunistas o izquierdistas versus derechistas–. Sus diferencias son solo
temporales, mientras dure la lucha política electoral, por ejemplo.
Entendiendo esto, no es raro que llegue a acuerdos con sus adversarios. El pragmático se
pregunta primero qué necesita para gobernar, antes que a quién. Su palabra favorita es: Gobernabilidad.
Puede formar una coalición política sin firmar documento alguno, o
sin que se note en el debate, si llega a la conclusión que necesita una mayoría
para gobernar. Así, puede ceder organismos como la Defensoría del Pueblo, la
Sunat o más, si considera que eso ayuda al bien mayor: llevar adelante su plan
de gobierno.
Todo
entra en el juego de las conversaciones políticas a la hora de formar un
acuerdo o coalición. Aún cuando en la práctica nadie hable de acuerdos o
coaliciones, bien sabemos que éstas pueden formarse por coincidencias o
cercanías programáticas, o en base a la pragmática distribución de puestos
públicos.
No
es un toma y daca. O una repartija. No. Es pragmatismo duro y puro. El
resultado simple y racional de una forma de pensar y actuar: no hay experiencia del
pasado que valga. Toda experiencia es nueva, pertenece a un tiempo determinado
y cambiará con seguridad en un futuro próximo.
El
pragmático vive el momento. Es el Carpe Diem de la política. Vive de la acción y
los resultados en tiempo presente. No del pasado y su visión determinista y/o
pesimista.
Siendo
el presente su fortaleza es al mismo tiempo su mayor debilidad. El
homo pragmaticus absoluto puede incubar y desarrollar una cierta incapacidad para
prever lo que ocurrirá en el largo plazo. De tanto mirar siempre el momento que
vive, puede desarrollar una miopía que le impida ver a la distancia, en un
futuro cercano, las consecuencias de sus acciones presentes.
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