El Perú no deja de ser un laboratorio activo
para la ciencia política.
A lo largo de los últimos tiempos hemos experimentado:
gobiernos militares vía golpes de estado directos, retorno a la democracia vía un
proceso constituyente, violencia política y terrorismo, autogolpe de estado y
autoritarismo competitivo, crisis de partidos políticos y surgimiento de los
autodenominados independientes, coaliciones locales y regionales de líderes
antipartidos, movimientos y partidos penetrados por los poderes informales
(narcotráfico, minería ilegal), República sin ciudadanos, democracia sin
partidos y partidos sin democracia manejados por familiares o grupos de poder
económico.
Pero lo que ahora conocemos abre un nuevo
capítulo.
Estamos ante un gobierno constitucional sin
representación parlamentaria oficial. Un modelo que desbarranca al partido que
lo llevó al poder para depender o aliarse con el partido al que derrotó en la campaña
general.
Todo en aras, no de la gobernabilidad, sino
de la sobrevivencia del régimen.
No es una alianza ni tácita ni explícita, ni
un pacto o acuerdo, ni un co-gobierno. Es una estrategia de ocupación y manejo
del gobierno. Un estado de situación y de hecho.
Una constatación de la realidad que esta
semana se desbordó por boca de los integrantes de Peruanos por el Kambio, la
agrupación política que ganó las elecciones, pero que al caer su presidente fue
relegada de los nuevos círculos del poder del sucesor constitucional.
Es un gobierno legítimo, por cierto, pero sui generis. Es un gobierno sin bancada
parlamentaria. Un aporte del cambiante proceso político peruano a la ciencia
política.
Es la expresión de un nuevo grupo de poder
gestado al interior del grupo que ganó las elecciones.
Si esta facción hubiera
acordado con el grupo opositor un operativo para sacar al presidente de turno, sería complot,
conspiración. Si no, estamos simplemente ante una sucesión constitucional.
Pero, si al asumir el gobierno —legítimamente
heredado—, esta nueva facción sellara por lo bajo un acuerdo o asociación con
el grupo que perdió las elecciones, sería un acto censurable.
Llegar a un acuerdo con tu enemigo o rival es
válido, lícito y hasta común, siempre que sea sobre la mesa. Hacerlo en las sombras, bajo la mesa, es contubernio.
Por ahora, lo concreto es que el gobierno no
coordina con la bancada original con la que llegó al poder. La ignora. No le
hace caso. No le consulta. Ni le contesta el teléfono. Un poco avanzaron esta semana, luego de la pataleta de sus
principales voceros. Se reunieron y convinieron en seguir coordinando. Algo es
algo.
El Ejecutivo requiere un interlocutor válido en el Legislativo.
Una bancada que le permita desplegar su estrategia de gobierno, tejer alianzas o buscar votos para aprobar las reformas o leyes que necesite.
La lógica y la ética indican que esa bancada debe
ser la que ganó las elecciones y con la que se llegó al gobierno. Excepto que estemos ante
una nueva re-alineación de fuerzas y tengamos no solo un nueva expresión de gobierno, sino
una nueva conformación del poder. Allí sí, todo encaja.
*** ACTUALIZACIÓN***
48 horas después de publicar este post, el Presidente Vizcarra se reunió con la bancada parlamentaria de Peruanos por el Kambio en un restaurante. Fue una reunión informal, amigable hasta donde se sabe, con el objetivo de reafirmar lazos y reconstruir puentes. Esta semana que viene volverán a reunirse, esta vez para tratar asuntos de gobierno. Nada mal. Se empiezan a limar asperezas. Las críticas de los parlamentarios se centraron en el presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, quien tendrá que realizar sus mejores esfuerzos para recomponer la relación.
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