10 junio, 2018

Pelea de gatos


Ron, el gato de la casa, ha sido herido en combate.

De madrugada, escuchamos la pelea. Fue una lucha titánica. Un gato negro, inmenso, se plantó frente a Ron, invadiendo su espacio, y lo desafió.

Los gatos son territorialistas. Vigilan su espacio en las noches. Pasan horas y horas en atenta vigilia, dilatando sus pupilas al máximo, que brillan, cual ojos de gato.

Aquella noche, el invasor vulneró el cerco de seguridad. Ron respondió a su naturaleza felina y repelió el ataque, sin medir el tamaño de su oponente. Llovió fuerte esa madrugada azul.

Cuando llegamos al techo, el invasor había abandonado el escenario de combate y Ron tenía aún los pelos del lomo erizados y las fauces abiertas mostrando sus colmillos. Sus ojos resplandecían como luciérnagas.

Nadie se dio cuenta en el momento, pero al día siguiente empezó a renguear. Se le quitó el apetito y su pata trasera izquierda se hinchó. Lo llevamos a la veterinaria, lo revisaron, y le diagnosticaron un absceso, un área infectada por algún agente patógeno.

Ron tenía dos uñas clavadas en el muslo de su pata trasera. Las garras del usurpador.

En estos tres días le han aplicado inyecciones contra la infección y tiene un tratamiento con pastillas antibióticas para otros cinco días.

No recuerdo, de niño, tantos mimos para un gato.

En mis tiempos, los gatos se curaban solos. Regresaban en pedacitos cada vez que la naturaleza los urgía a rondar por techos propios y ajenos, y se pasaban mañanas y tardes enteras lamiéndose —literalmente— sus heridas de guerra.


Aprendí mucho viendo peleas de gatos.

Algunos pelean para defender su territorio y comida. Pero también pelean cuando están en celo, disputando alguna hembra o corriéndose de ella. Las danzas de combate difieren según el tipo de lucha.

No sabría decir cuál de ellas es la más feroz. Si pelear por sobrevivir al hambre o sobrevivir al amor.

Pero creo que el gato comprende que las heridas de amor son inevitables y por eso, se rinde ante ellas.

En este caso, Ron, mi gato de casa, ha tenido una batalla nocturna por el territorio.

Lo sé porque no ha vuelto a salir de ronda. Un gato enamorado, por más que lo hagan pedazos, vuelve siempre a su gata fiera.


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