18 marzo, 2007

Sueños y pesadillas históricas

La ceremonia en Palacio de Gobierno para anunciar la recuperación de la histórica bandera creada por el general José de San Martín no fue sólo un escenario montado para fotografiar a Luis Alva Castro y Jorge Del Castillo juntos, como sugiere Augusto Alvarez Rodrich en su columna.

Fue algo más que eso. Fue un acto reprobable sobre el mal manejo de los bienes nacionales, de maltrato de los símbolos históricos, tan condenable como el pintado del escudo nacional en el frontis de Palacio. En ese sentido, ese acto no fue sólo un “saludo a la bandera”.

Contraviniendo las disposiciones que en materia cultural rigen sobre el uso adecuado de objetos con alto valor histórico, el Presidente García no sólo manipuló deforma grosera la bandera, sino que dispuso que flameara en el mástil de Palacio, exponiéndola a los efectos del sol, la polución y los vientos.

“Fue la voluntad del Presidente de la República”, explicó escuetamente la directora del Instituto Nacional de Cultura, Cecilia Backula, cuando la interrogaron al respecto, sin que cuestionara un ápice la conducta equívoca del jefe del Estado.

¿Toleraría la señora Báckula que un manto Paracas se use en un desfile de modas o que una cerámica Mochica sirva para comer anchovetas en salsa de tumbo en Palacio?

Los conservacionistas saben los daños que pueden causar la manipulación arbitraria y liviana de objetos históricos. Los bienes nacionales son públicos. No dependen de la voluntad del Presidente de la República.

García ha dado muestras en el pasado de no quedarse atrapado por la historia cuando de imponer su voluntad se trata. El 85–90 mandó a romper el patio sevillano de la Residencia de Palacio para construir una piscina para sus hijos. Y ahora último, hablando de la modernidad y la construcción, dijo que el problema de no haber culminado la ampliación de la Av. Javier Prado fue que se encontraron “con un murito pre-inca”.

- Oiga usted, traslade ese murito de barro a otro lugar y abra la vía-, señaló en esa oportunidad.

La tradición señala que la bandera recuperada por la policía y que García expuso a los rigores de la intemperie, es la misma que San Martín aprobó en Pisco, por decreto, el 21 de octubre de 1821.

Lo cierto es que San Martín desplegó, por primera vez, el 28 de julio de 1821 una bandera con esas características. Basil Hall, el jefe del escuadón de la Real Armada Británica en el Pacífico, estuvo en tierras peruanas por esas fechas y vió el espectáculo que fueron las ceremonias de juramentación del acto de la Independencia celebradas en las plazas públicas.

Hall describe en su libro “El impacto de San Martín en el Perú” el diseño de la bandera independiente del Perú, dividida diagonalmente en cuatro piezas triangulares: dos rojas al centro y dos blancas en los extremos.

Según Abraham Valdelomar, el diseño le brotó al libertador de un sueño. El espectáculo que vimos la semana pasada, izando el histórico pabellón en la cúspide de Palacio, revela más bien que nuestro Presidente se inspiró en una pesadilla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué se puede esperar de una autoridad que no respeta los símbolos patrios y actúa como si los bienes del país fueran de su propiedad?

El INC debe actuar con energía e impedir que se maltraten los objetos que tienen valor histórico.

Anónimo dijo...

Un poquito iluso... EL jefe del INC es nombrado por ...Alan García...

Anónimo dijo...

El ejemplo que ponen es más grave. Alan García no afectó el Patio Sevillano en su primer gobierno, sino el jardín interior donde está la supuesta higuera de Pizaro. Pero no sólo eso, sino que además hizo tapiar con mamparas de madera -para que no vieran a su familia bañarse- el balcón-corredor que daba al jardín y donde se encuentra la zona de asesores, afectando todo el conjunto arquitectónico. Asimismo, privó a los peruanos de poder visitar la famosa higuera, por el riesgo de que vieran en ropa de baño a Pilar Nores. Desde entonces se clausuró el atractivo de visitar al árbol tradicional, que ojalá no lo tale diciendo que patra que se quiere una higuera tan vieja. Ante este atentado, también calló el INC y sigue guardando silencio

Anónimo dijo...

Lo que Alan García dijo sobre la ampliación de la Av. Javier Prado demostró ignorancia o mala intención política. Primero, criticó a quienes se oponían a una nueva obra porque "allí había caminado Pachacútec". El sabe muy bien que nadie defiende eso, pero si que se destruya patrimonio arqueológico con construcciones modernas, cosa que ocurre constantemente. Grave viniendo precisamente del Presidente de la República. Pero ese chistecito deja sin piso a funcionarios del INC que precisamente existen para conservar el patrimonio cultural. Y nadie, ni el INC ni el Colegio de Arqueólogos, ni las universidades donde se enseña arqueología se han pronunciado al respecto. Y si la Javier Prado no se amplío no fue por culpa de los "muros de barro" (en realidad eran muros de piedras) sino porque todo el mundo se dio cuenta que el Estadio de la U (por cuya existencia se activo ese proyecto de ampliación) funcionaba perfectamente sin conectar la Javier Prado con la Carretera Central sin producirse temidos embotellamientos. Así que, simplemente, le perdieron interés a la obra.

Anónimo dijo...

El deber del funcionario no depende de quien lo nombra. Y menos en el caso de la defensa del patrimonio cultural.

Por eso me parece que una vez más los medios se quedan callados ante el atropello que el jefe del estado viene cometiendo con los bienes culturales.

¿Se acuerdan el escándalo que se hizo con las Momias de Leymebamba?

Porqué nadie dice nada del pórtico de piedra de Palacio pintado, de la bandera histórica manoseada, de la pisicina que se construyó demoliendo un bien cultural.

Sólo falta que Huaca Pucllana para ampliar el comedor.

Politikha dijo...

García ha vuelto a las andadas. Como bien dice Joaquín Narváez, la modernidad viene destruyendo lo poco que queda de nuestro patrimonio cultural.

Leo en los diarios que ayer criticó duramente al INC por no aprobar la continuación de la Av. Javier Prado hacia ATE. Hacerlo significaría partir la Ciudadela de Puruchuco.

Para justificar su osadía, Alan puso como ejemplo el traslado de las ruinas del Coloso de Asuán en Egipto que fueron removidas para construir una represa.

Conociendo a la Dra. Báckula que ha callado en todos los idiomas frente a los atropellos mencionados en el post de la referencia, mucho me temo que Puruchuco quede en recuerdo... al fin y al cabo para el Presidente de la República es sólo "un murito de barro" (aunque como se lo recuerda Narvaéz es, en realidad, de piedra, señor presidente, de piedra).