13 agosto, 2008

Popularidad, comunicación y política

Las fórmulas para ayudar a subir la popularidad del Presidente de la República pasan por maquilladores de imagen, publicistas, marketeros y hasta psicólogos; es decir, ubican el rechazo de la población dentro del campo de la política de comunicación del gobierno, en lugar de buscarla en los resultados concretos de política de gestión a nivel micro.

No hay política comunicacional que salve una mala percepción de gestión, si la gestión es la que falla. Dicho de otro modo, si el producto es malo no hay envoltura que lo salve.

¿Cree alguien que el spot del gobierno sobre los 1,123 millones de soles que dicen haber invertido en los pueblos del sur convence, tranquiliza y seduce a los damnificados del sismo? Todo lo contrario, exacerba su ánimo al comprobar que los escombros siguen en las calles.

Nada puede ser más irritante que un cheque sin fondos (bono de 6 mil soles) entregado por los políticos con bombos y platillos, pero que no puede ser cobrado en los bancos. Antes que pensar en una campaña publicitaria para revertir ese descontento deben hacerse efectivos los bonos.

El problema entonces no es de comunicación, sino de política; de gestión gubernamental. Ahora que se ha decidido desembalsar el precio de los combustibles que nadie espere respuestas positivas al régimen cuando la gente tenga que pagar más por el transporte y los alimentos.

Los 240 millones de soles que mensualmente ahorrará el ministro de Energía y Minas con esta medida tienen que trasladarse en obras concretas si se quiere revertir la sensación de abandono de los daminificados del sur, por ejemplo.

Si para evitar mayores daños a la industria con el racionamiento de energía decidimos usar las reservas de agua que tenemos para protegernos de un posible año seco el 2009, que nadie se queje después del levantamiento del campo ante un anunciado desastre para la agricultura.

Un problema de esta envergadura no se arregla colocando spots en quechua en las radios de provincias. La política comunicacional no se genera en los gabinetes de prensa. Se origina en los despachos de los Decision Makers, de los hombres y mujeres de Estado que toman decisiones. Pensar lo contrario, es una muletilla frecuente usada por los políticos.

No es casualidad por eso que los errores de gobierno sean casi siempre presentados como “errores de comunicación”. Lo que se viene, entonces, resulta claro. El descontento aumentará. La publicidad oficial también. Ingresaremos así en un círculo vicioso en el que los gobernantes se alejarán cada vez más de los gobernados.



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