Que la linda Mercedes Aráoz haya sido nombrada ministra de Economía es una buena noticia para la mujer peruana. Es la primera en su género en ocupar ese puesto. Pero si lo es también para la Economía, eso está aún por verse.
Licenciada en economía por la Universidad del Pacífico con un master en la misma rama, tiene el conocimiento para el cargo, empatía con el sector empresarial, carisma y gran capacidad para comunicar.
Pero con García de presidente, más que títulos y recursos, lo que debe tener un ministro (a) de Economía es coraje.
Coraje para decirle no a sus devaneos económicos. Para frenar en seco sus desbordes populistas. Para administrar con prudencia la caja fiscal en época electoral.
Y ya sabemos el temple de Mechita al defender la férrea posición del Presidente García en la sangrienta intervención policial en Bagua.
Se lo recordó el buenote de Yehude.
Fue ella quien se mostró inflexible en seguir dialogando con los nativos al punto que señaló que de no aprobarse los decretos cuestionados por la Selva peligraba el TLC con los Estados Unidos.
Nada más falso, por cierto. Los decretos se derogaron y el TLC sigue vivito y coleando.
Por lo que difícilmente se ve a la flamante ministra diciéndole NO al Presidente.
Es más proclive al Sí, en todo caso.
El primer campanazo ya comenzó. En su primera declaración como ministra, apoyó las exoneraciones al impuesto a la renta para inversiones a más de 2,500 metros de altura, con un argumento irrefutable: lo propuso el Presidente García en su primer mensaje el 2001.
Lo que no dice la bella ministra es que una cosa es exonerar inversiones para productos agroexportables a más de 3,200 msnm, y otra muy distinta ampliar la canasta evasora de impuestos y bajar a 2,500 msnm.
La más reciente travesura del Presidente García –me refiero a la ley que libera a la sierra de la “esclavitud tributaria”, no al nombramiento de Meche- ya tiene su primera defensora.
Y me temo que la película pueda seguir con el mismo argumento. El presidente cantando y Mechita aplaudiendo.
Salvo que decida tener la falda bien puesta y no ceda a la tentación de la farra electoral. No aflojar, Mechita, no aflojar. He ahí la diferencia.
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