Se debe reconocer al Congreso de la República la modificación del sistema de elección de las autoridades universitarias, introduciendo el mecanismo de votación secreta y universal para los estudiantes.
Es una respuesta rápida, en medio de acusaciones de resurgimiento de movimientos violentistas en San Marcos y de vicios procesales en la elección del rector en la cuatricentenaria casa superior de estudios.
Nada de reconocimientos; el Congreso sólo hizo su trabajo, dirán algunos. Y pueda que tengan razón. Pero en medio de la crítica pura y la falta de propuestas y salidas a la crisis, la atención inmediata a un problema debe ser bienvenida.
Precisamente uno de los lastres que arrastra la universidad pública peruana y que se refleja también en la sociedad, es el comportamiento apático de la mayoría silenciosa que deja los espacios de representación y gobierno a las minorías organizadas.
Las minorías radicalizadas copan los espacios de poder entrando luego en contubernio con las autoridades de turno, pervirtiendo el sentido de representación obtenido en elecciones laxas, con gran nivel de ausentismo y bajísima participación política activa.
El voto universal es un buen primer paso para romper el monopolio de la actuación política de estos pequeños grupos. Pero no basta.
El cambio de fondo es lograr que el proceso de elección del rector se transforme en un ejemplo de comportamiento y conducta democráticos, en el que se genera un espacio de participación activa de los mejores docentes y alumnos, con presentación de propuestas, y debate académico alturado de las mismas.
Algo que podríamos llamar el ejercicio pleno del Homo civitas.
La acción política no tiene por qué estar reñido con el desempeño académico. Por el contrario, los mejores alumnos y profesores debieran ser los primeros en participar en los órganos de gobierno institucional. No hacerlo es dejar el espacio a la mediocridad, al tinterillaje, a la componenda; que es lo que ha venido sucediendo.
Según los cambios introducidos, los estudiantes seguirán conservando el tercio de representación en la Asamblea Universitaria, pero su participación democrática universal, vía el voto directo, otorgará mayor legitimidad tanto a sus representados, como a la autoridad elegida.
El grito de los estudiantes de Córdoba, Argentina, en 1918 originó un proceso de reforma universitaria (libertad de cátedra, cogobierno, gratuidad e ingreso masivo, entre otros), que trascendió las aulas y caló profundamente en la sociedad de la época.
Desde entonces, no se ha visto un movimiento vigoroso que brote desde la universidad y revitalice el espacio más amplio de la sociedad. El voto universal es un avance hacia el cambio. Aunque para ello se deba primero vencer la indiferencia y la apatía de las masas hacia la política y lograr su participación real en el juego democrático; no sólo el día de la votación.
25 junio, 2010
Universidades: más allá del voto universal
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