Diez años después, para el columnista de Correo, Carlos Meléndez, resulta que la Marcha de los Cuatro Suyos fue una pichanguita en el centro de Lima, que no tuvo mayor influencia en el curso de los acontecimientos; una revuelta callejera de jóvenes clasemedieros, sin conexión popular, que no le hizo yaya a la dictadura fujimontesinista.
!Vaya plumazo que se pretende pasar a una parte de la historia reciente de la lucha popular!.
La Marcha de los Cuatro Suyos fue una gesta cívica y democrática, un momentum, una lucha colectiva que unió partidos, gremios e individuos, y que desnudó ante el mundo el carácter espurio del régimen de turno.
Las imágenes de la pantalla de Canal N partida en dos, con un Fujimori que se ponía sólo la banda presidencial y la policía reprimiendo a los manifestantes que intentaban llegar al Congreso, dieron la vuelta al mundo. Y revelaron que ese tercer mandato nacía, al menos, cuestionado.
La Marcha de los Cuatro Suyos nació del hartazgo del pueblo. No es cierto que sólo fue un movimiento “de la clase media indignada, con valores democráticos a flor de piel, y de una clase media de capital departamental altamente ideologizada”.
La Marcha de los Cuatro Suyos convocó a los sectores populares organizados en gremios sindicales y sociales, pero también a ciudadanos de las zonas urbano-populares desconectados de los partidos, universidades o gremios. Trabajadores y desempleados se unieron a favor de esa indignación que rebasaba las clases medias. Vino gente de provincias con sus propios y escasos recursos.
Del nivel de violencia que el régimen utilizó para detener la protesta no hablaremos por respeto a los seis muertos del Banco de la Nación y a las decenas de valerosos jóvenes que perdieron la vista o quedaron seriamente lesionados.
Si el régimen quedó herido de muerte o no producto de esta marcha, o si realmente lo estuvo mes y medio después con la difusión del video Kouri-Montesinos, es algo que puede discutirse. Pero lo que no se puede negar es la estocada moral y política que significaron ambos acontecimientos.
La gente le perdió temor a la dictadura. Y probó en las calles que podía asestar unas buenas banderillas en el lomo de la bestia. Los partidos democráticos probaron que podían igualmente proponerse y conseguir objetivos comunes.
Ese día, en efecto, Fujimori se puso la banda y en las semanas posteriores la vida continuó su curso. Pera nada fue lo mismo. El aire que se respiraba era igual. Pero la sensación era otra. La Marcha de los Cuatro Suyos fue, sí, un hito simbólico, un despertar. Pero no por eso menos impactante. Bien sabemos que la vida real y los cambios que ella conlleva, está llena de simbolismos. Y no hay mayor poder que una fuerza transformada en símbolo.
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