26 septiembre, 2020

Primavera electoral

 

Setiembre no solo trae los primeros rayos de sol que calientan las tardes primaverales. Es también temporada de fiebre y miel electoral. De candidatos que buscan partidos y de partidos que buscan candidatos.

 

Como las abejas buscan las flores, ambas especies se necesitan para sobrevivir. 

 

No importa aquí ni ideologías, ni doctrinas. Es tiempo de subastas y de acuerdos al mejor postor. De cálculos y reacomodos. De encuestas y de marketing. De adornar el carro para el desfile primaveral. 

 

Al analizar los tipos y estructuras de los partidos políticos, Maurice Duverger dejó en claro que su estudio se basaría en aquellas organizaciones enraizadas en la historia, con doctrinas filosóficas definidas y con vocación de permanencia en el tiempo. 

 

Fuera de su estudio, por lo tanto, quedaron lo que él llamó partidos “de tipo arcaico y prehistórico”, como los que normalmente se encuentran en países del Oriente, Oriente Medio, África, Europa central (antes de 1939) y América Latina.

 

En opinión de uno de los más grandes teóricos de los partidos políticos, estos partidos o proto-partidos eran simples “clientelas agrupadas alrededor de un personaje influyente, clanes constituidos alrededor de una familia feudal, camarillas reunidas por un jefe militar”.

 

A juzgar por lo que vemos en estos días no hemos avanzado mucho para salir de los extramuros de esa definición de partidos políticos. 

 

Nuestros criollos partidos, como las flores, hibernan todo el año y despiertan en primavera, urgidos por los ardores legales que demandan pertenecer a una estructura política inscrita en el Registro de Organizaciones Políticas para soñar con ceñirse el fajín presidencial. 

 

Esta y no otra es la razón por la que veremos hasta el 30 de setiembre una sucesión de conversos de último minuto inscribiéndose en un partido político, abriendo su corola de par en par.

 

Según la ley son 24 partidos los llamados a florecer hasta esa fecha. ¿Parece mucho? ¡Qué va! En nuestro caso, hay más vocación presidencial que partidos.

 

La valla electoral los devolverá a la dura realidad. 

 

Además, la próxima temporada será dentro de cinco años. Si es que nos recomponemos y aprendemos algo de lo que significó este quinquenio.

 

De lo contrario, hay tiempo suficiente para volver a tropezar con la misma piedra, y apurarse en solicitar un kit electoral para futuras campañas políticas. 

 

La primavera es una estación recurrente, cíclica y eterna. Y los políticos, como las abejas, lo saben. 

 

Porque, como dijo el poeta: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Ni el sueño de postular para presidente.

 

 

 

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