21 junio, 2007

Diablos y vida de infierno

La separación de Keiko y su madre comenzó mucho antes de llegar al poder. Sus rutas se bifurcaron cuando todavía eran una familia -como cualquier otra de ascendencia japonesa-, algo retraída y mustia, sin muchas amistades, y los esposos Fujimori-Higuchi, invirtieron las funciones tradicionales del hogar: Susana, una próspera empresaria que administraba una reencauchadora, un fundo y diseñaba pequeños proyectos arquitectónicos. Alberto, un modesto profesor de matemáticas, encargado, además de las tareas de la casa.

Era Alberto quien preparaba la lonchera de los chicos, los peinaba y los enviaba al colegio. Al regresar, les revisaba sus cuadernos, los ayudaba en las tareas y les reforzaba los cursos de números. Susana regresaba tarde a casa, cansada y sin muchas ganas de que los cachorros se le subieran a la cabeza. Así funcionaron las cosas hasta que en 1990 Fujimori decidió ingresar a la política. La Higuchi apoyó la candidatura con su dinero.

Tiene razón Susana cuando dice que Fujimori cambió al escuchar el flash electoral con los resultados electorales. A partir de allí, su mundo de madre y esposa trabajadora se trastocó por el de mujer desquiciada. Susana fue excluida casi desde el comienzo del círculo íntimo del electo presidente. Vladimiro Montesinos empezaba a operar.

Lo más triste es que Susana también estaba quedando fuera del ámbito familiar. Sus cuñadas murmuraban a sus espaldas, mientras le cerraban cualquier acceso en el manejo de las donaciones. Días antes del 5 de abril, Susana no aguantó más y denunció a las hermanas de su esposo de traficar con ropa donada.

Lo que vendría luego sería una escalada de sucesos alucinantes. Le arrojaban cosas desde los techos para hostigarla, Fujimori la raptó y le inyectó una sustancia que la adormeció, la persiguió con un machete, hasta que Leonor La Rosa la vió desnuda e inconsciente en los calabozos del SIE.

Cuando al fin se divorció, hacía mucho tiempo que sus hijos habían tomado partido por su padre. Fujimori los envió a estudiar al extranjero con dinero que hasta hoy se desconoce su origen, pero que de ninguna manera salió de su bolsillo.

Keiko asumió las tareas de Primera Dama y la presidencia de la Fundación por los Niños del Perú. Su padre no ocultaba su satisfacción ante las nuevas responsabilidades. Susana, pese a todo, se sentía feliz.

Luego, Susana postuló al Congreso y luchó contra la reelección de Fujimori. En la vida íntima, se conformó con las visitas cada vez más esporádicas de sus hijos. Se tragó el noviazgo electoral de Satomi Kataoka. Saludó la elección de Keiko y sonrió desde el alma cuando se casó.

Hoy Keiko tiene tres meses de embarazo. Fujimori intenta evadir la justicia ventilando una candidatura a senador del Japón y ella ha regresado a la chancadora de piedra y a la chacra de Pampa Bonita, donde empezó.

Ha dicho que Keiko tiene cara de ángel para todos, pero que para ella tiene “cara de diablo”. La misma cara que Susana le vio a Fujimori cuando blandió el machete contra ella (Caretas 1710). Dejemos tranquila a Susana. Es una mujer de enorme fortaleza y gran candor. Y con todo lo que le ha pasado, debe albergar, seguramente, una inmensa soledad. De seguro ve diablos, pues, su vida, fue un infierno.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vi anoche a Susana en Bayli. Tal vez, quiso defender a su hija, pero, al final, la traicionó su subconciente y dijo que no votaría por Keiko, sino por Lourdes y por Castañeda.

Bien dicen que madre sólo hay una.

Anónimo dijo...

RPP.- La legisladora Keiko Sofía Fujimori confirmó que se encuentra en proceso de gestación con tres meses y medio de embarazo, y a la espera de su primera hijo. A través de un comunicado firmado por la congresista y su esposo se precisa que han decidido llevar y mantener el embarazo dentro de su ámbito familiar y privado.