29 diciembre, 2008

Conflicto árabe-israelí: el horror perpetuo

Nunca como ahora, se siente la ausencia de Edgard W. Said, el erudito profesor palestino-americano, promotor del Estado Binacional Arabe-Israelí, desaparecido hace cinco años víctima de cáncer, quien dedicó su vida a reflexionar sobre la solución a la denominada “Cuestión Palestina”.

Palestino de origen, cristiano de religión, había nacido en Jerusalén y vivido en Egipto, Palestina y Líbano, antes de obtener la nacionalidad norteamericana. Desde su posición de intelectual comprometido postuló la construcción de un estado laico basado en derechos civiles plenamente reconocidos para palestinos e israelíes -comunes a los de cualquier civilización- antes que en fundamentos étnicos o religiosos.

A lo largo de sus 67 años, el profesor Said vio y vivió décadas de guerra, sangre y horror entre estos dos pueblos milenarios, junto a pequeños oasis de paz, más parecidos a espejismos de cese al fuego que verdaderos espacios de reconciliación.

Fue testigo de la invasión de Israel de territorios palestinos durante la Guerra de los Seis días en 1967, de la elección de Yasser Arafat como presidente de la OLP en 1969, del asesinato de varios atletas israelíes en el Setiembre Negro de 1972, de la respuesta israelí en 1973 al asesinar a tres dirigentes de la OLP en Beirut en 1974, de los Acuerdos de Camp David en 1978, de la guerra israelí-palestina en la frontera libanesa en 1981, de la masacre de los campamentos palestinos de Sabra y Shatila en 1982, de la primera Intifada en 1987, del reconocimiento de la OLP y de la autonomía palestina negociada en Oslo en 1994, del control israelí de la Franja de Gaza y Cisjordania el 2000 lo que originó la segunda Intifada, de la Resolución 1397 de las Naciones Unidas creando el Estado Palestino el 2002.

Lo que el profesor Said no pudo ver fue el retiro de los colonos israelíes de la Franja de Gaza, el 2005; la llegada de los radicales de Hamas al poder por la vía democrática el 2006; el control que obtuvo de la Franja de Gaza, vía las armas, el 2007; ni la reciente ofensiva militar israelí en esos mismos territorios el 2008 que suma ya más de 300 muertos y mil heridos.

Su propuesta de Estado Binacional fue rechazada por árabes e israelíes. Parecía una ilusión enraizar las prácticas ciudadanas de unos y otros y fundar un nuevo Estado compartido con igualdad de derechos para todos y respeto a sus creencias religiosas.

Y la verdad, lo sigue pareciendo. Pero la realidad se abre paso de manera incontrastable. Israel es hoy una democracia imperfecta; sólo válida para sus ciudadanos. Los árabes nacidos en Israel o las esposas árabes casadas con ciudadanos israelíes no tienen los mismos derechos. Son ciudadanos de segunda clase. Al carecer de derechos civiles no tienen potestad sobre la gestión pública. No pueden elegir a las autoridades nacionales. Y sin embargo, representan un 20% de la población asentada en Israel.

¿Utopía? ¿Política-ficción? Puede ser. Pero lo que sí es seguro que las otras soluciones hasta ahora impuestas: segregación, destierro, despojo de tierras, amurallamiento, judaización, fanatismo islámico, terrorismo de uno u otro lado, no han dado resultado. Por el contrario, han significado sólo guerra y muerte. Y la propuesta del profesor Said viene justamente de la paz y la vida.

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