08 enero, 2009

Tragicomedia gubernamental en siete actos

El presidente García se está pasando de vueltas. Desde hace buen tiempo, viene exhibiendo una absoluta falta de coherencia en el manejo de los asuntos públicos.

Son errores propios del presidente, pero nadie parece decírselo con claridad.

Y allí tenemos al Premier Yehude Simon que sale con su cara de buenote a disculpar y enmendar los gazapos presidenciales.

Las marchas y contramarchas en el aumento de sueldos a los ministros es un caso de antología.

Primer Acto: el presidente García dispone aumentar del sueldo a sus ministros y homologarlos con el sueldo de los congresistas, publicando un dispositivo en el Diario Oficial que lo exceptúa a él de la medida.

Doble error: el presidente es quien encabeza la escala remunerativa del sector público y, además, dicho aumento no estaba contemplado en el presupuesto del 2009.

Segundo Acto: Se inicia una ola de crítica en la prensa. El presidente responde tirándole la pelota al Congreso y exigiendo que sean los congresistas quienes primero se rebajen los sueldos.

Tercer Acto: El ministro de Defensa, Antero Flores, sale a defender el aumento con el argumento de que lo que gana (5,000 dólares) no le alcanza para vivir.

Cuarto Acto: La crítica continúa. El alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, afirma que el aumento es inoportuno e incongruente con la crisis que se avecina.

Quinto Acto: Los ministros se rinden, se reúnen en la Presidencia del Consejo de Ministros y le piden por escrito al presidente que derogue el dispositivo que les aumentó los sueldos.

Sexto Acto: El presidente acepta y, por escrito nuevamente, los felicita por el gesto noble “de no aceptar el aumento aprobado”.

Séptimo Acto: El presidente brinda con vino en sesión del Consejo de Ministros la derogatoria de su propio dispositivo firmado y publicado 48 horas antes.

La escena termina sin que nadie le pida rendición de cuentas a quien se equivoca, al actor que no sólo ha confundido el libreto, sino que se sale de él de manera vertiginosa.

El presidente se ha quedado falto de rumbo. Trastabillea en las tablas. Pasa de una argumentación a otra con una facilidad increíble.

Ha contagiado a sus ministros, especialmente al de Defensa.

En este gobierno ya no se puede hacer un seguimiento del “día a día”, sino de “la hora en hora”.

Todo cambia, todo muta.

Pero nada es responsabilidad del Bem Amado. El presidente no se equivoca; corrige sus acciones.



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