27 abril, 2009

Gripe porcina, Influenza y el Dr. Huerta

Carta abierta al especialista

Es extraño, doctor, pero no recuerdo haberme enfermado jamás de gripe hasta que me vacuné contra el virus de la Influenza hace cinco años. Viví la mayor parte de mi infancia frente al mar en San Miguel. No usaba vividí y dormía sin medias y sin pijama por supuesto. Me levantaba temprano, cuando la neblina cubría las cosas como con un manto de gasa. Comía mi pan con mantequilla, leche o avena y me iba al colegio sin lonchera. Los resfríos –si los tuve- eran pasajeros; un par de días y listo. Pero todo cambió el 2003, cuando brotó en el mundo la famosa Gripe Aviar. Unos meses después, el desarreglo me llegó en forma de aviso: Se ha desatado una pandemia de gripe aviar en el mundo; es necesario que en previsión a cualquier contagio futuro todo el personal esté vacunado contra el virus de la Influenza. Recuerdo perfectamente el momento en que me apliqué la bendita vacuna. Sentí cómo el cuerpo se me calentaba y al poco tiempo mi nariz se humedeció. Desde entonces, adquirí hipersensibilidad al frío. Cada cambio de temperatura, por más leve que fuera, me producía una sensación de gripe. Nariz tupida, lacrimeo, aunque no fiebre ni dolor de huesos. Por casi un año, de manera intermitente, se me fue incluso la sensación de olor y sabor de las cosas. Parece increíble, pero la vacuna contra la influenza me debilitó. Me automediqué unos comprimidos que descongestionan la nariz y empeoré. Parecía esos perros que achinan los ojos por el esfuerzo que hacen al respirar con la mucosa reseca. Entre eso, la alergia a la humedad y las eventuales bronquitis asmatiforme, no había manera de pasar un verano tranquilo. Ni hablar del otoño o invierno. Hasta que descubrí que lo que debes conservar calientes son los pies. No importa si arriba estas algo descubierto; cuídate la espalda, eso si. Pero, principalmente usa medias, aún para dormir. Limonadas, agua, mucha agua, calditos calientes, poco a poco, me devolvieron la libertad de no depender de fármacos para recuperar el equilibrio funcional del aparato respiratorio; un buen día recuperé el sentido del olfato. Pude por fin distinguir el chocolate del culantro. Es maravilloso volver a oler la tinta de los libros nuevos. En eso estaba cuando aparece ahora un nuevo virus mutante, el de la Gripe Porcina. Y, según los médicos, no importa lo que hagamos, el intruso llegará un día a nuestro entorno. El virus vive en el hombre y se transporta en él. Espero para entonces estar fuerte y derrotarlo. Pero créame o no, no me pondré otra vez la vacuna de la Influenza. ¿Qué piensa Dr. Huerta?


Las recomendaciones del Dr. Huerta

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