08 junio, 2009

El Baguazo, el Andahuaylazo y el Arequipazo

Comparar el “Baguazo” como un nuevo “Andahuaylazo” es un tag efectivo, pero irreal. Un recurso mediático, pero mentiroso. En la plataforma de los pueblos amazónicos nunca estuvo la caída del gobierno. La asonada de Andahuaylas (2005), en cambio, fue una acción de armas que buscaba acabar con el régimen democrático.

La plataforma leída por Antauro Humala tenía como primer punto el fin del gobierno de Alejandro Toledo. Nada de esto ocurre ahora. La renuncia del gabinete Simon es una consecuencia de la incompetencia del gobierno para manejar la situación en la selva. No amenaza la continuidad democrática; por el contrario, es necesaria para fortalecer el sistema.

El “Baguazo” del 2009 tiene más bien similitudes con el “Arequipazo” del 2002.

La iracunda protesta de la población arequipeña fue en respuesta a la decisión del Ejecutivo de privatizar las empresas eléctricas Egasa y Egesur como parte de su política de promover y atraer inversiones.

En ese momento, el presidente de la República estuvo ante la disyuntiva de imponer su decisión a sangre y fuego –las tropas de asalto ya habían sido enviadas- y sumar cadáveres o retroceder en su determinación y asumir el costo político como signo de debilidad.

Ocurrió lo segundo, pero a la luz del tiempo fue lo mejor. Hoy se aprecia con claridad que no fue debilidad, sino sentido común, criterio y responsabilidad. Y una dosis de humanismo para asumir la derrota política transitoria, preservando la vida humana.

Como en Arequipa, los habitantes de la selva se resisten a procesos de concesión y/o privatización de los recursos naturales, tierra, agua, petróleo, gas. No es sólo ignorancia, como se dice desde el poder. Es una visión cultural distinta. Un choque antropológico entre dos mundos; uno que vive enlazado a Internet y otro que con toda la modernidad que vivimos no tiene aún energía eléctrica, agua limpia o canales para evacuar sus excretas.

Las voces de vacancia presidencial escuchadas en el entierro de los policías asesinados en Bagua son producto del dolor de familias que sienten que sus hijos fueron enviados a la boca del lobo sin haberse agotado las vías pacíficas de resolución de conflictos.

Estas voces se seguirán escuchando en las calles si se persiste en la equivocada visión de senderizar la protesta; de ver un terrorista en cada diferencia, en cada opositor.

No es por supuesto una respuesta terrorista. La violencia que hemos vivido y que se ha ensañado contra policías indefensos no es explicable con códigos tradicionales y sólo occidentales. Lo sabe Mario Vargas Llosa cuando le cupo la misión de esclarecer el asesinato de ocho periodistas en Uchuraccay. Tampoco entonces se entendió su visión de mundos distintos, antagónicos, que encontró en las alturas iquichanas.

La barbarie no sólo está en los que se pintan la cara y aúllan blandiendo sus lanzas. El salvajismo también se expresa en decisiones políticas confrontacionales, obtusas, que buscan imponer su autoridad a sangre y fuego y que –como hemos visto- sólo conducen a la muerte.

2 comentarios:

Jaime Del Castillo dijo...

Muy buen punto.

Anónimo dijo...

Baguazo – Bolivia. Situaciones demasiado similares. Hay unos videos muy ilustrativos al respecto en los siguientes links:

http://www.youtube.com/watch?v=AZDoyqyFFI8

http://www.youtube.com/watch?v=8YIaR0p_OzA

http://www.youtube.com/watch?v=B9xj6dX-xik