01 marzo, 2010

Chile al día siguiente

La imagen de la televisión chilena es clara: en primer plano, aparece un edificio moderno derruido por la fuerza de la naturaleza. En segundo plano, se aprecia una columna de fuego y humo consumiendo un supermercado, producto de la barbarie humana.

El hombre es capaz de las peores miserias en situaciones límite.

Presa del pánico, sin techo ni agua, sin energía eléctrica, con hambre, no hay modernidad ni sociedad civilizada que no retroceda a un estado de barbarie.

Incluso el Chile del primer mundo, como le gusta llamarse a los herederos de Portales, es capaz de las escenas tribales que hemos visto tras el feroz terremoto.

Turbas incontrolables asaltaban negocios en busca de productos, madres desesperadas irrumpiendo en tiendas y mercados en busca de leche para sus hijos.

En un primer momento, carabineros impávidos disparan bombas lacrimógenas para detener a los saqueadores, pero después, ayudan a repartir la mercadería entre las víctimas.

Como si la fuerza de la naturaleza no fuera suficiente para resquebrajar todo símbolo de modernidad y orden -carreteras, puentes, edificios-, el hombre en estado de exaltación, utiliza el fuego para provocar incendios, distraer a la fuerza pública y lanzarse al desbande y al pillaje.

El cerebro primitivo se activa en situaciones extremas. Nos sale el Neanderthal que llevamos dentro.

Se alerta el instinto de sobrevivencia y todo vale.

El botín se obtiene y se cuida con la vida. La organización social se resquebraja. Es necesaria la fuerza para restablecer el orden. Se imponen toques de queda.

Las desgracias naturales permiten mostrar actos de heroísmo, de infinito amor, como el de grupos de rescatistas removiendo escombros en búsqueda de sobrevivientes.

La solidaridad finalmente se impone. La continuidad de la especie humana está asegurada.

Pero, cuando vemos comportamientos como los vistos en Concepción, Haití o Pisco, turbas violentas tomando provisiones por la fuerza, no podemos sino confirmar que el instinto de vida está asociado al de la muerte.

El hombre, en estado de naturaleza, puede ser peor que la naturaleza misma.

1 comentario:

rolo dijo...

El terremoto ocurrido en Chile, no obstante de lo dramático y lamentable de este acontecimiento, resulta también una paradoja, ya que ese país constantemente se ha venido armando hasta los dientes, para atacarnos y quitarnos nuestras riquezas. Sin embargo, como es Dios, le manda un terrible terremoto para quitarle todo ese afan expansionista que siempre lo ha caracterizado. No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a tí. Ahora, ¿de algo le servirán sus costosos F16 y sus tanques Leopard?