La reciente encuesta de Ipsos Apoyo S.A. nos devuelve el espejo de nuestra imagen social. Un 47% considera que el principal problema del país es la corrupción. No el desempleo o la falta de trabajo que queda en 40%, sino, la corrupción. Un cambio de opinión en la percepción ciudadana que era exactamente al revés al comenzar el gobierno de Alan García.
Sin duda la consecuencia directa de esta sensación de podredumbre política que tenemos ahora los peruanos es la escandalosa feria del chuponeo que es el caso BTR. Porque si bien hay que condenar a los chuponeadores y sus financistas, lo que espanta a la gente es el poder corrupto que revelan los audios presentados.
Y eso que aún desconocemos la mayor parte de ellos.
La corrupción es el cáncer del sistema democrático. Lo mina por dentro, de manera perversa y perjudica principalmente a los pobres.
Las consecuencias de esta náusea política son gravísimas para el orden democrático. En primer lugar aleja a los ciudadanos honestos de la política, dejándole el campo precisamente a los corruptos. En segundo lugar encarece las obras públicas, al gravar el erario nacional con un impuesto a la coima que oscila entre el 10% y 15%.
¿Cuántas familias más tendrían agua en sus casas si no fuera porque tenemos el kilómetro de tubería instalada más caro de la región?
¿Cuántos kilómetros de carreteras se dejan de construir debido al porcentaje que dejan las obras en el ganador de la licitación, en el subcontratista, en fin, hasta el ferretero que vende los materiales?
¿Cuántos pobres dejan de alimentarse por las sobrevaloraciones que se hacen de productos de primera necesidad que se compran para los comedores populares?
La corrupción no sólo ataca el erario nacional y los bolsillos de la gente. También irrumpe en sus estómagos y principalmente carcome su conciencia y su moral.
Nadie debe extrañarse entonces que a la mayoría de peruanos no les importe la política. La corrupción nubla la mirada en torno a la política. Y ésta parece haber perdido su esencia ante un poder que sustituye el beneficio de la labor pública -que debe ser para todos los peruanos-, por el beneficio propio.
En suma, estamos en un círculo anti-virtuoso en el que a más corrupción, menos decencia en la política, y a menos decencia política, más corrupción. Como si hubiéramos caído en un hoyo negro, profundo, oscuro, insondable.
P.d. No había terminado de escribir esta columna cuando estalló la noticia de un nuevo caso de corrupción en Cofopri,entidad pública encargada de entregar títulos de propiedad, que le costó el puesto al secretario general institucional del Apra, Omar Quesada, presidente de dicha institución,alanista, enemigo de Jorge Del Castillo y cabeza visible del grupo de "Los cuarentones". Por lo que se ve la guerra al interior del partido de gobierno recién empieza.
23 abril, 2010
corrupción y desencanto político
Etiquetas:
Corrupción,
Democracia,
Politica,
Sistema Democrático
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