Fujimori es un ser negado para la política. No digo que esté muerto. En política nadie muere y menos en el Perú. Digo que ya no sirve. Es un estropajo político, que quedó a expensas de un país extranjero a quien debe ahora su futuro.
Las autoridades chilenas voltearon al revés y al derecho a Fujimori. Lo conocen mejor que nadie.
Durante semanas, lo mantuvieron incomunicado en una celda de tres por cuatro. Lo custodiaron y filmaron las veinticuatro horas. Cuando empezó a recibir visitas, grabaron sus conversaciones, interceptaron sus llamadas telefónicas.
Estuvieron tan cerca de él que cuando se atragantó con un pedazo de carne, un custodio lo cargó en vilo y lo apretó por detrás para que expulsara el bocado agresor.
Pero eso no fue lo peor. Cuando tuvo que asumir su defensa, Fujimori reveló los capítulos más oscuros y sórdidos de la historia reciente del Perú y no tuvo reparos en traicionar a sus socios uniformados.
Se presentó como un hombre ajeno a la política, que desconocía los vericuetos del poder, y el pacto que mantuvo con la Fuerzas Armadas. No dijo ni una palabra de su oscuro asesor, Vladimiro Montesinos.
Fujimori demostró –una vez más- carecer de escrúpulos. Ante sus abogados extranjeros, se reveló sin el honor que caracterizó a sus ancestros. Para nuestro vecino, se mostró con un verdadero pusilánime.
¿Puede un hombre en estas condiciones pensar en volver a administrar el Estado?
Fujimori debe estar ahora abrumado, nervioso, al ver que la hora final se acerca y que no podrá eludir la justicia y su responsabilidad al frente de un Estado corrupto, violador de los derechos humanos; organizado bajo la tutela del Servicio de Inteligencia Nacional.
Pretender decir ahora que no sabía nada, que sólo era un docente universitario, no es sólo mentir, sino ventilar una entraña cobarde.
Y un hombre así no sirve.
1 comentario:
Lo más bajo que la hecho el Chinochet peruano no es traicionar a los militares a los que antes condecoró, sino usar a sus propios hijos para que den testimonio en contra de su madre. Todo con tal de eludir la justicia. No tiene perdón de Dios.
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