21 julio, 2008

Algo se pudre en el Congreso

La denuncia del impresentable congresista Gustavo Espinoza acusando a su colega Torres Caro de pretender cobrar 10 mil dólares por obtener una cita con el presidente García es grave.

Primero que nada revela el grado de descrédito moral en el que ha caído el Congreso. La denuncia es el testimonio de un empresario que es grabado por Espinoza con absoluta impunidad.

El método utilizado es el mismo usado por Montesinos para extorsionar.

Espinoza no sólo graba al empresario, sino también a otros dos congresistas –Torres Caro y Velásquez Quesquén– en casa de éste último, con un cinismo que haría palidecer al propio socio de Fujimori.

Segundo, se constata la estrecha relación entre Velásquez Quesquén y Gustavo Espinoza para actuar políticamente. En este caso, para encontrar una solución a la denuncia que un asesor de Torres Caro tenía contra Espinoza –intento de asesinato, nada menos.

Por si fuera poco, el propio empresario argentino que revela que Torres Caro le pidió los 10 mil dólares a cambio de colocarlo en la agenda presidencial, habla de dinero con la periodista que lo entrevista, sin que ésta se lo haya preguntado.

Es un escándalo de proporciones. Propio de gentes miserables.

El Congreso debiera levantar la impunidad parlamentaria de sujetos como Espinoza que ha probado ser no sólo un aprendiz de Montesinos, sino un tipo sin escrúpulos.

Recordemos: este mismo sujeto grabó antes a un periodista de Lurín, al Comandante Acero tratando de enlodar al Presidente Toledo en el caso de violación y a la propia Diana Arévalo.

No basta, pues, la intervención de la Comisión de Ética. Tiene que actuar la justicia. De oficio. De lo contrario el Congreso no será más arena de pasiones sino chiquero de traiciones.Ah, y claro, Velásquez Quesquén debiera renunciar a presidir el Congreso. El gato no puede estar de despensero.



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