11 julio, 2008

Ingrid Betancourt: Secuestro del corazón

Ingrid Betancourt tendrá ahora que liberarse de sus propias pesadillas. Y de sus miedos. Esta operación de rescate de sí misma puede ser aún más peligrosa que aquella que la extrajo de la selva que se la tragó durante más de seis años.

Es una tarea que tendrá que realizar en solitario, pensando con el corazón, más que con la cabeza, si quiere, por ejemplo, recuperar el amor que algún día tuvo por su segundo marido; el loco Lecompte que un día agarró un helicóptero y arrojó fotos de sus hijos por la selva para que Ingrid viera cuánto habían crecido.

El primer indicio de que ella ha empezado a librar esa batalla para recuperar lo que le robaron, el día que la secuestraron, fue ese abrazo frío, distante, que le dio a Lecompte al bajar las escalinatas del avión que la trajo nuevamente a la vida.

El hombre sintió ese momento parecido al que tenemos cuando abrazamos a un extraño o alguien por quien queremos sentir cariño, pero algo perdido en nuestro interior no lo deja desarrollar. Los brazos se arredran ante la ausencia de sentimiento.

“Cargué la mochilla y me hice a un lado, con dignidad”, ha dicho Lacompte.
Ella, finalmente, se fue con sus hijos a Paris, dejó al marido en Bogotá y acaba de decir que no hablará más con la prensa porque desea tomarse un tiempo y pensar en su futuro con tranquilidad.

¿Quién regresó de la selva? ¿La misma Ingrid que se llevaron? ¿O es acaso que el tiempo transcurrido y los estragos vividos en el campamento guerrillero nos devolvieron a otra persona? Nadie es el mismo cuando se ha ido. O ninguno regresa como se fue. El secuestro en este caso es más que una separación. Es una muerte a plazos. El problema con el retorno es que no regresan los que se fueron.

Lo mismo pasa cuando crecemos y nos reencontramos con un amigo al que lo dejamos de ver cuando éramos pequeños. Aquel chico con el que jugamos no es el mismo hombre que vemos hoy. Su vida lo ha marcado; para bien o para mal, ha moldeado su carácter, ha formado sus valores. El hombre es él y sus circunstancias, decía Ortega y Gasset.

Quizás el tiempo y la reflexión serena puedan ayudar a encontrar de nuevo esos sentimientos que un día estuvieron a flor de piel y hoy yacen an algún rescoldo de nuestro cuerpo y alma. El amor acaba. También. La distancia lo hiere de muerte. A veces. Ojalá Ingrid pueda liberarse del secuestro del corazón que padece y que por ahora la tiene aún encandenada a su pasado.



5 comentarios:

Katya dijo...

Hola, Luis Alberto:


Un buen blog. Te estoy enlazando desde http://resistenciacatiacaracas.blogspot.com/


Saludos

Anónimo dijo...

Alberto:

Mas que un análisis parece una vivencia propia.....que tal sentimiento no has pensado hacer poesía?

Politikha dijo...

Hola Katya:

Te agradezco el enlace. En breve retribuiré el gesto...

Y al anónimo (a) de las 11:15...
pensé en algún momento postear algunas letrillas que tengo por ahí... si quizás lo haga un fin de semanas de estos...

lach

Anónimo dijo...

Nadie ha mencionado de algún equivalente al síndrome de Estocolmo que podría haber obrado en la psiquis de la víctima. La conducta extraña con su actual esposo, la entrevista a Larry King alimentando intrigas, junto a declaraciones de su compañera de fórmula de la frustrada campaña presidencial, la también liberada madre del niño, Emmanuel, Clara Rojas, que la desmiente y desde la casa de sus familiares en Colombia, habla de "actuación" teatral y "circo", dan razones suficiente para entender el mar de fondo que atraviesa la señora Ingrid Betancourt.

La conducta 'petty france' del presidente Nicolás Sarkozy, deseoso de publicidad, distrajo la atención de la prensa sensacionalista que a su mejor estilo, se fue tras la parafernalia.

Politikha dijo...

Ese es un buen punto. Pasaron muchas cosas en la selva que aún ignoramos y que generaron cambios en los secuestrados.

Falta explicar las razones por las que se pelearon Ingrid y su compañera de fórmula, Clara Rojas; la relación que desarrolló Ingrid con un ex senador que acaba de salir del país amenazado de muerte; en fin, algún día aclararemos esas zonas oscuras.

Sin embargo, hay un personaje en todo este drama que parece salido de las páginas de Gabo: el soldado enfermero que estuvo DIEZ AÑOS CAUTIVO y que cuando su puesto de combate fue atacado tuvo la oportunidad de huir, pero prefirió quedarse al lado de los soldados heridos y seguirlos en su captura.

Así se ocupó de Ingrid en sus momentos más difíciles (le daba comida en la boca cuando ella cayó en depresión), y en respuesta Ingrid cuidó de él cuando cayó enfermo.

Cuando supo que su captura sería larga pidió a sus familiares que no lo buscaran y dirigió una carta a su Ejército para que su propina se la dieran a su madre mientras él no regresara a su base.

El soldado se transformó en la selva en médico y curó enfermedades ayudado por el conocimiento ancentral de colonos de la selva que le enseñaron el secreto de las plantas medicinales.

Al comienzo no diferenciaba los árboles, hasta que un nativo le dijo: "No te fijes en los troncos, sino en las hojas". Así hizo emplastes, mató gusanos de heridas
gangrenadas, paró fiebres, diarreas y hasta tuvo que hacer de psicólogo.

Y sin embargo, nunca intentó huir de los campamentos si no era en combate. Los capturaron con fuego cruzado y sabía que un auténtico soldado sólo debe ser liberado en enfrentamiento o por su propio Ejército.

Come poco. No puede acabarse una hamburguesa. "En el campo, uno se acostumbra a lo necesario". Se desorienta cuando le hablan varios a la vez. A los pocos días de recuperar la libertad cayó enfermo por la tensión de tener que lidiar con la normalidad.

Ahora que le han ofrecido seguir estudios de medicina, o alojarse en Francia (como le ha prometido Ingrid) él prefiere esperar las órdenes de sus superiores porque primero que nada el sigue siendo un soldado.

Una historia de honor y sentido del deber impresionantes.

LACH