29 julio, 2008

Inflación, gasto público y encuestas

Lo que queda del mensaje presidencial es que debemos dejar atrás el sueño de seguir creciendo como China. No más discursos triunfalistas de crecer más del 10% y de ser los pumas sudamericanos. En lugar de eso -como se lo recordó Toledo en entrevista a El Comercio- es mejor crecer moderadamente entre 6 y 7%, pero sostenidamente.

Para coronar esta meta el presidente García debe primero cumplir dos preceptos básicos: disminuir la inversión pública para ayudar a frenar la inflación, y acostumbrarse a convivir con una baja popularidad.

Si a ello le sumamos el embalse del precio de los combustibles –atraso que a fin de año sumaría 3 mil 500 millones de soles- y el colchón de soles que los gobiernos regionales tienen previsto gastar este año –el presidente lo calcula en 18 mil millones de soles-, el panorama es sombrío.

Lo cierto es que las medidas que tome el BCR en estos momentos no se sentirán, sino, a fines de año, con lo cual la inercia inflacionaria prevé impactar no sólo en los bolsillos de la gente, sino -en ecuación inversamente proporcional-, en la popularidad presidencial.

La fórmula es sencilla: a más inflación, menos popularidad. También es cierto que inflación controlada no es sinónimo de estabilidad política. Pero para eso hay que tener un partido organizado como el Apra en la oposición; lo que no es el caso. Este gobierno carece de una oposición activa.

Para escenarios sin interferencias, la fórmula mantiene vigencia. El problema es que aplicar una ecuación contraria tampoco es recomendable. Y es que la política no es como la matemática. Ergo: si el Presidente acelera el gasto público, en busca de obras que mostrar que le permitan mejorar su índice de aprobación, lo que hará es inyectar más soles al mercado y, por tanto, calentar más la economía, recayendo en el axioma anterior: a más inflación, menos popularidad.

Mejorar la calidad del gasto, invirtiendo en obras de infraestructura que permitan crear condiciones para generar nuevos puestos de trabajo es la fórmula indicada. No es sencillo. Requiere un manejo fino de política económica y monetaria. Un Primer ministro que se cuadre frente al jefe de Estado, un ministro de economía con más candados que llaves y paciencia, mucha paciencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el perú no hay partidos. Sólo "pequeños pagtiduchos"... recuerdas?
Concuerdo con tu análisis.
MS