22 octubre, 2009

Todo a pulmón

Es exagerado enviar a la cárcel a la empresaria y publicista Susan Hoefken por haber realizado una burda treta de desaparecer un pulmón de la muestra “El cuerpo humano. Real y Fascinante”, para fingir un robo y atraer más público a la exhibición.

Es un delito, sí, engañar de esa manera al público, a las autoridades, a los autores de la muestra y al país, si se quiere, pero más que eso, es una estupidez, una mezquindad y una falta de criterio, producto de un esquema de valores alterado donde la mentira se superpone al afán de lucro y notoriedad.

¿Qué puede llevar a una publicista exitosa a exponer y echar por la borda de manera torpe su imagen y prestigio?

Un mal cálculo, con seguridad, un valor retorcido, egoísta y fatuo que buscaba atraer más público en los días finales de la exposición. ¿Sólo ganar más dinero? Quizás algo de fama también. Reconocimiento. Posición Social. Éxito.

La vida moderna nos impone una competencia feroz no sólo con otros seres humanos, sino con nosotros mismos. Nada nos satisface. Nos devoramos permanentemente. Buscamos sacar el máximo provecho en todas las cosas que hacemos. No importa a veces a qué costo.

En ese aspecto, somos muy parecidos a los cuerpos de la muestra: seres despellejados, de magras carnes y sin alma.

Susan Hoefken en su alterada y deformada visión de competitividad y exigencia les dio a los cazadores de historias lo que ellos querían oir. Arrojó a los perros un pulmón disecado.

No había testigos y las cámaras de televisión que vigilaban la muestra no habían captado al misterioso ladrón del pulmón.

Una historia que dejaba al Perú en el sótano de la decencia. Demasiada buena como para embaucar a los sabuesos de la policía peruana.

La sospecha, la malicia, la desconfianza natural de los investigadores hizo el resto.

Hoefken debiera pedir disculpas y buscarse otro oficio.

Lo que pasó por su mente y ejecutó con temeridad para lograr sus objetivos –repito–, no merece la cárcel, pero sí el señalamiento público.

Porque el día que desapareció la pieza, más que un pulmón, lo que se robaron fue la decencia.

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