09 octubre, 2009

Reflexiones post Agenda Social (1)


Vivimos una época de cambios y brechas.

Brechas sociales, brechas digitales, que requieren cambios de pensamiento, cambio de estructuras.

No fue así hasta mediados del Siglo XVII, cuando todos en la región éramos muy parecidos: todos éramos pobres.

La revolución industrial nos pasó por los ojos, pero no la vimos.

Vivimos esperanzados en el desarrollo, pero siempre nos es esquivo y no logramos alcanzarlo.

Hemos probado casi todas las recetas y la pobreza sigue siendo una enfermedad crónica.

Crecimiento hacia adentro, industrialización estatal, ajustes estructurales, endeudamiento público, disciplina fiscal.

Firmamos Cartas de Intención con las mejores intenciones. Pero la realidad sigue siendo brutal: más de la mitad de personas en el mundo son pobres.

Su pobreza ha sido engendrada por generaciones. Y aunque es cierto que el crecimiento sostenido ha logrado movilizar socialmente a mucha gente todavía nos falta sacar a más de 200 millones de latinoamericanos de la situación de pobreza en la que se encuentran.

Hemos cumplido todo lo que nos dijeron…. Pero, en algo debemos habernos equivocado, para tener la situación que vivimos ahora.

Hasta la década del cincuenta muchos países de América Latina eran más ricos que los países del sudeste asiático. Cualquier país centroamericano era más rico que Singapur. Hoy Singapur es más rico que muchos países europeos.

En algo nos equivocamos para que la gente empiece a reclamar cada vez con más fuerza. Salen a las calles y exigen resultados inmediatos que las democracias no pueden resolver.

Entonces, surgen respuestas populistas.

El ex presidente de Costa Rica y premio Nobel por la Paz, Oscar Arias, se preguntaba hace poco: ¿Qué hicimos mal?

Y se respondía: nuestra Educación es deficiente. “De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina”.

La tasa de mortalidad infantil en esta región es mayor a otras zonas del mundo.

Los impuestos que cobramos no cubren las necesidades en salud, nutrición, infraestructura.

Es la tragedia que ocurre en los barrios pobres. Nadie paga impuestos y no hay forma que el Estado obtenga todos los recursos necesarios para salir de esa situación. Debemos mejorar nuestro sistema de captación de recursos y, sobre todo, nuestro sentido de redistribución social.

Si no enfrentamos esta situación corremos el riesgo de ver nuevamente pasar la historia.

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