11 octubre, 2009

Reflexiones post Agenda Social (2)

¿Cómo se puede lograr que América Latina desarrolle las condiciones para un crecimiento económico sano, sostenido, que profundice sus democracias y transforme sus sociedades volviéndolas más justas y equitativas?

Es claro que la crisis financiera y económica global aumentará la pobreza y hará más difícil la integración de los pobres de la región a la economía.

La Agenda Social plantea un escenario: “Las economías de América Latina están ahora bastante mejor estructuradas para competir en los mercados mundiales que en el pasado y han contribuido a resultados económicos mayores, pero no han disminuido la gran brecha entre los ricos y pobres que continúa haciendo a la región políticamente inestable”.

Y un nuevo camino: continuar el crecimiento económico, pero también reformar las instituciones políticas e incluir a los pobres, a las mujeres y a los pueblos indígenas.

Se deberá construir democracias más amplias y más inclusivas comprometidas a proteger los derechos políticos, sociales, económicos y ambientales de los hombres y mujeres de todas las clases sociales y grupos étnicos.

En esta perspectiva, la Agenda Social para la Democracia, no es un diagnóstico. Ni una receta. Es un derrotero. Un rumbo. Un esfuerzo único en América Latina para dar a la democracia un sentido de eficacia.

La democracia no puede darse el lujo de ser ineficaz. O corrupta. Porque una democracia ineficaz, que no entrega resultados concretos a la población, o carcomida por la corrupción, corre el riesgo de autoliquidarse; de fagocitarse a sí misma.

La gente está cansada de las promesas. Los pueblos esperan resultados.
Debemos encaminarnos hacia una democracia deliberativa. Escuchar a los ciudadanos, utilizar las nuevas tecnologías de la información.

Francis Fukuyama fue claro en su intervención en el marco de este V Encuentro de la Agenda Social para América Latina: no basta crecer sostenidamente; se debe redistribuir socialmente los efectos de ese crecimiento para disminuir la disparidad entre una pequeña elite cada vez más rica y una gran masa de ciudadanos cada vez más pobre que arrastra la Región.

Como bien señala el documento final de la Agenda Social, ni el fundamentalismo del mercado ni el populismo autoritario ayudarán a lograr un desarrollo sostenido, equitativo y de largo plazo. Y –lo que es más grave- tampoco buscarán profundizar la democracia en América Latina.

La democracia exige resultados. No la hagamos esperar.

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