El Presidente Alan García conoce bien al autor de “El Príncipe”. Tanto, que una de sus obras de política-ficción sobre el periodo de Fujimori-Montesinos, la llamó “El Mundo de Maquiavelo”.
Si bien en el prólogo advierte que su libro evoca “las intrigas, las pasiones y las manipulaciones que han dado a la política una imagen siniestra”, precisa que recoge la acepción vulgar que ha tenido el pensamiento del ilustre florentino.
Como buen conocedor de Maquiavelo, sabe, seguramente, que una de los consejos del fundador de la Ciencia Política moderna fue dividir a los adversarios para conservar el poder.
Este es quizás el consejo que mayormente han seguido, siguen y seguirán ejecutando los políticos, en especial, los gobernantes.
Y el inquilino de la Casa de Pizarro lo ha puesto en vigencia al llamar selectivamente a la oposición a participar en una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros y presentar propuestas sobre la reforma del Estado.
La convocatoria a Palacio es para algunos políticos un canto de sirena que difícilmente pueden resistir.
García los llama en público, como antes llamó a los presidentes regionales y a los alcaldes; y la oposición, que empezaba a coincidir en algunos puntos (rechazo a la pena de muerte, por ejemplo), se diluye en un mar de indefiniciones.
Humala irá a la sesión, siempre que se aborde el retorno de la Constitución del 79. Lourdes Flores enviará a dos técnicos. Toledo no ha sido invitado. Castañeda no ha respondido.
Genial jugada, maestro. Divide y reinarás.
Las cámaras de televisión ingresarán un momento a la sesión. Humala hará un berrinche y probablemente pateará la mesa si no ponen en agenda su tema. Perderá más de lo que ya ha perdido. Será un fantasma andando. El resto no cuenta.
García interpreta con habilidad a Maquiavelo. Es un alumno disciplinado de sus enseñanzas.
Sólo le falta completar un aspecto que él encontró en Fujimori y que le llama la atención en su novela de política ficción: el maquiavelismo –concluye- “se expresa con descaro y prepotencia cuando el poder es ejercido dictatorialmente y obliga a los ciudadanos por temor o por interés, a la aceptación de groseras manipulaciones y actos de fuerza”.
Lo que no dice es cómo se llama al gobierno que, sin caer en el autoritarismo, ejerce igualmente el poder, manipulando groseramente a la opinión pública, con descaro y prepotencia.
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1 comentario:
Dime Politikha: ¿verás esta noche el mensaje del encantador de serpientes, o te resistirás a los cantos de sirena?... ¿qué dices?
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