21 octubre, 2007

Historia de piratas, harinas y pan

Los inicios de la República fueron azarosos. Tiempos de luchas y traiciones. Pero también de piratas, negocios y negociados. Hojear estos pasajes de la historia, de la mano de Jorge Basadre, nos ayuda a comprender mejor las sombras misteriosas que proyectan la combinación del poder y la renta. Cualquier parecido con el presente es pura coincidencia.

El 4 de setiembre de 1830 partió el presidente Gamarra a luchar por la anexión de Bolivia. Encargado del poder quedó el vicepresidente La Fuente. Desde hacía dos años el Congreso había vetado el ingreso de productos extranjeros al Perú para proteger los nacientes e incipientes capitales nacionales. Tocuyos, harinas, vinos, pasas, manteca de vaca, arroz y menestras fueron prohibidos de importarse.

La Fuente, instalado transioriamente en Palacio, suspendió los alcances de la prohibición aduciendo que el erario público pasaba apuros y que en los departamentos donde se producía trigo no habría suficiente cosecha como para abastecer a la capital. Por esta razón, el pan subía velozmente de precio y su tamaño y peso, por el contrario, se reducía.

“Unos comerciantes de Estados Unidos residentes en Lima que, a pesar de la prohibición, habían traído al Callao un barco cargado de harinas y tocuyos, géneros prohibidos, propusieron en setiembre de 1831 pagar los derechos al contado (aranceles de hoy) si se les permitía introducir esas mercaderías”, narra Basadre.

Impelido por la necesidad de abaratar el pan, La Fuente autoriza el ingreso de la mercadería importada. El decreto alarmó en Lima al naciente empresariado nacional, a los agricultores, capitalistas y propietarios, quienes auguraban la necesaria protección del Estado a productos que pudieran generarse dentro del país.

Una de las más firmes opositoras a La Fuente fue, la esposa de Gamarra, Francisca Zubiaga de Gamarra asociada al entonces prefecto de Lima, Juan Bautista Eléspuru, al parecer con intereses en monopolizar el negocio de la harina. Para ello contaron con el apoyo del periodista y escritor colombiano de El Monitor, José Ayala, quien realizó una furibunda campaña contra La Fuente.

Al final se originó una conspiración para sacar a Gamarra del poder “bajo las más estrictas formas constitucionales”, es decir, por acuerdo del Congreso, e instituir de plenos poderes a La Fuente.

“Pero el 16 de abril de 1831, tres días antes de instalarse el Congreso, al anochecer, turbas amenazantes se pasearon por las calles de Lima para pedir la deposición de La Fuentey un pelotón de tropa fue a buscarlos a su casa. Apenas tuvo tiempo para escapar, sin vestirse, por los techos saltando las más altas paredes, desnudo y enfermo, perseguido por los tiros, según se dijo más tarde”.

El prefecto de Lima mandó celebrar la caída de La Fuente con misas y repiques en las iglesias. El senado encargó el gobierno a Andrés Reyes. En el interín gobernó el prefecto.

Una noche, en la corbeta nnorteamericana Saint Lewis, acoderada en el Callao, se apareció un hombre tembloroso y mal vestido. Era el depuesto presidente La Fuente que pedía asilo.

Basadre señala que el prefecto Eléspuru publicó escritos sosteniendo que los pueblos tienen el derecho de destituir a los gobernantes cuando consideran que éstos quebrantan la Constitución y las leyes. Entre las irregularidades y arbitrariedades que el prefecto endilgó a La Fuente estaba el decreto que permitió la importación de harinas y la deportación del periodista-escritor.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien dicen que la Historia no sólo enseña... sino que da vueltas.