Desde la primera semana en que el Gobierno permitió el ingreso de cámaras de televisión a los ambientes de Palacio para mostrar “las oficinas de Eliane Karp” se definió la principal característica del segundo debut de García en el poder: el show politic.
No es un arma nueva en política. Es la vieja propaganda difundida a través de nuevas herramientas. Es la política en la era mediática o la mediatización de la política o, para decirlo en palabras de Giovanni Sartori, la expresión política en la era del homo videns.
García ha avanzado en esta segunda etapa de la palabra hablada –homo sapiens- al culto de la imagen –homo videns- convirtiendo la política en un ejercicio emotivo, menos racional, provocado por el uso de imágenes y gestos que tienen a los medios de comunicación como protagonistas.
Estamos en el gobierno no de la real politic, sino del show politic, donde la imagen prevalece a la obra. Antes de qué hacer, primero es qué decir. Los reporteros ingresan al Consejo de Ministros no para ser testigos del debate de la agenda pública, sino para testimoniar al Presidente en acción, ridiculizando a sus ministros; verlo mandar, imponiendo autoridad.
El otro componente que aparece nítido en estos primeros seis meses de gestión es el voluntarismo y la emotividad presidencial. El Presidente luce como un ser que lucha contra sí mismo y contra las sombras del pasado. Sabe que necesita reivindicarse ante la Historia y pretende demostrarnos que es austero, disciplinado, trabajador y que cumple lo que dice. Pero lo traiciona su sobreactuación.
Su obstinación por ampliar la pena de muerte, su actitud persecutoria contra el ex Presidente Toledo, su intemperancia ante críticas de la prensa, su agitación constante de la masa, sus permanentes impromptus; todo ello, lo devuelve peligrosamente, a su propio pasado.
El cóctel que forman estos ingredientes se complica cuando se busca dividir a la opinión pública con propuestas populistas y se arrincona a instituciones democráticamente elegidas, como ocurrió con el Congreso en el caso de la pena de muerte, y con los gobiernos regionales, en el caso del nimio gasto público ejecutado y la posterior absorción del CND.
La democracia peligra cuando transforma al líder en caudillo. No hay peor alimento para el autócrata de espíritu que la masa insuflada por poses populistas. El ego ciego y henchido, con seguridad llevará al líder a confundir orden con autoritarismo, elocuencia con sentencia, intuición con certeza transformando al hombre en profeta. Más aún si hay una cámara de televisión de por medio.
Pan y circo recomendaron los romanos. No ha cambiado mucho el arte de la política. Economía y show mediático es la fórmula actual de los primeros seis meses del gobierno aprista. Pan y Medios en otras palabras.
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