En uno de sus últimos actos públicos, el saliente Presidente de Nicaragua, Enrique Bolaños, inauguró en el centro de Managua, una pinacoteca que muestra, por primera vez en su historia, los rostros de 52 de los 77 gobernantes ha tenido este país desde 1934 hasta hoy. Como ocurre con varios países de nuestra América, Nicaragua tuvo presidentes de los que no se conocía ni siquiera sus rasgos físicos. No es el caso de Daniel Ortega, quien, después de 16 años, vuelve al poder ungido, no por las armas, sino por los votos. Ortega será el presidente número 78.
Hay esperanza entre los nicaragüenses por esta segunda oportunidad de quien fuera el comandante del Frente Sandinista de Liberación Nacional que tomó el poder en 1979 tras una intensa insurrección armada. Una encuesta recientemente revelada por el opositor Diario La Prensa de la familia Chamorro, indica que el 60% de los nicaragüenses tiene expectativas por lo que hará Ortega esta vez.
El presidente Bolaños deja el país estabilizado políticamente, con el mercado norteamericano abierto tras el Tratado de Libre Comercio firmado entre los países centroamericanos y los Estados Unidos (CAFTA), y con exportaciones que se acercan a los 1,000 millones de dólares.
El mayor reto del gobierno entrante será crear más empleo y mantener la estabilidad política y jurídica que le permita atraer el interés de inversionistas extranjeros. Nicaragua es hoy por hoy un país aceptado en la comunidad financiera internacional y Ortega no puede volver a cometer los errores del pasado que dejaron a Nicaragua casi en la bancarrota.
Ni la revolución sandinista, ni el modelo de apertura iniciado por Violeta Chamorro lograron reducir la pobreza. Nicaragua es actualmente la segunda nación con mayor índice de pobreza en América Latina, después de Haití. 80% de su población vive con 2 dólares diarios, mientras que 47% lo hace con 1 dólar diario. El sueldo mínimo bordea los 65 dólares.
La sucesión democrática que ha tenido Nicaragua en los últimos años no ha hecho olvidar el entrampamiento que vivió producto de la Guerra Fría. El FSLN fue apoyado en el poder por Cuba y la Unión Soviética. Por aquellos tiempos se realizaron reformas sociales en salud y educación, se confiscaron bienes y se nacionalizaron empresas. La gente aún recuerda -y añora- la gratuidad de los servicios públicos.
Hay quienes calculan que la guerra del frente sandinista costó a Nicaragua unos 50 mil muertos. Estados Unidos respondió con un bloqueo económico, armó a los ex guardias nacionales del derrocado Somoza y generó una guerra contrarrevolucionaria que produjo otros 30 mil muertos. Resultado: el país quedó arruinado.
Los presidentes centroamericanos lograron que sandinistas y contras firmaran un acuerdo de paz -Esquípulas II-. Ortega se vio obligado a adelantar las elecciones. Fue entonces que ganó Violeta Chamorro y se iniciaron 16 años de gobiernos de centroderecha. El ex comandante siguió compitiendo en 1996 y en 2001, pero perdió sucesivamente a manos de los partidos conservadores. Al quedar segundo en las elecciones generales, de acuerdo al mandato constitucional, obtuvo un escaño en la Cámara de Diputados.
Pero hay quienes afirman que el FSLN siguió "gobernando desde abajo", es decir, siguió siendo un bloque político que hizo valer sus votos en el Congreso y en el aparato burocrático del Estado. De manera que todo ese tiempo, Ortega se mantuvo activo en política. Hasta el pasado mes de noviembre de 2006 en que ganó con el 38% de los votos y hoy asume nuevamente la conducción de su país.
Por las calles de Managua se ven aún los paneles que usó en su campaña. Es una fotografía inmensa en primer plano, que lo muestra sonriente, con la frase “Nicaragua triunfa”. Es un latigazo a la memoria. Quizás el viejo ex comandante no quiere que los nicaragüenses olviden su rostro, como lo han hecho con otros 27 gobernantes a lo largo de su historia. Habrá que escuchar su discurso para saber si Ortega cambió y si está a tono con los nuevos tiempos.
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1 comentario:
El comandante Ortega tiene ahora su segunda oportunidad, como otros gobernantes de América Latina. Habrá que esperar si aprendió la lección. No más guerras, no más hambre, no más miseria. Nicaragua, la tierra de Rubén Darío se merece también una nueva oportunidad... pero para el desarrollo.
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