En economía el valor del dinero cambia con el tiempo. Dependiendo de cómo evolucione la administración de bienes y servicios, éste puede aumentar o disminuir. En política, el valor de la palabra tiene un comportamiento similar. El tiempo puede ayudar a mejorar o disminuir su valor. En ambos procesos, el factor clave es: confianza.
Y la confianza, tanto en economía como en política, es resultado de factores psicológicos, es decir, que los fantasmas del pasado pueden agitarse en cualquier momento, alterando su curva de comportamiento.
Es lo que pasó ayer con el fallido anuncio del ministro de Economía, Luis Carranza, que en todos los idiomas anunció el intento de castigar el interés bancario de ahorristas que tuvieran más de 7 mil soles. Tuvo que salir el Primer Ministro y el propio Presidente a desmentir tamaño despropósito.
Pero el problema sigue latente. ¿Podemos confiar en la palabra de un hombre que antaño prometió no tocar el dinero de los ahorristas y cuando llegó al poder congeló los depósitos en dólares y estatizó la banca? ¿Qué ha pasado con el valor de la palabra del Presidente Alan García en estos últimos años?
Es evidente que García recuperó el valor de su palabra; de lo contrario, no estaría donde está hoy sentado. Pero que no crea que la confianza es un factor permanente e inmutable. Todo lo contrario, es fluctuante y escurridiza.
García no tuvo reparos en autoflagelarse en público para desterrar cualquier fantasma interventor en el ahorro de la gente. Lo grave es que su ministro de economía no ha descartado del todo su política de cobrar renta sea al 1% de los ahorristas o a las operaciones bursátiles o a las transacciones de los fondos privados de pensiones.
El Presidente de la República recibió en esta segunda elección un pagaré de confianza a plazo fijo, no un cheque en blanco para hacer lo que le da la gana. Si el ministro de economía quiere cambiar esta forma de compromiso de pago debe irse a su casa.
Porque lo que ha evidenciado este caso, no es una cuestión de falta habilidad política –que es obvio que el ministro no la tiene-, sino de política de gestión, de administración de la hacienda pública. El gobierno está buscando hacer caja a costa del dinero de los privados.
Suficiente castigo tenemos los ahorristas con el reducido interés bancario que se paga por los depósitos, en contraposición al altísimo costo del dinero que tiene el préstamo, como para soportar que el Estado quiera meter las manos con uñas y todo.
Finalmente, el Presidente García debe tener siempre presente que el valor del dinero puede recuperarse con sacrificio y doble trabajo, mientras que el valor de la palabra se mantiene o aumenta con el tiempo en tanto se la honre.
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