La noche que Toledo llegó a Palacio a conversar con García el ambiente estaba movido. Los edecanes, más nerviosos que nunca, mantenían en ambientes separados a dos hombres que el Presidente consultaba alternadamente.
Uno era el ministro de Defensa, Allan Wagner, quien llevaba en un fólder la carta que días antes cursó al general Reinoso pidiendo explicaciones sobre el aumento de combustible en el Ejército y la relación detallada de la línea de mando.
La hora de Reinoso había llegado y se discutía la manera en que se nombraría a su sucesor. Wagner -general sin uniforme, como todo diplomático de carrera-, abogaba por mantener la institucionalidad y promover un cambio siguiendo la línea de mando.
El otro personaje, de cejas pobladas y mirada torva, susurraba al oído del Presidente otro modelo de sucesión; uno generacional que colocara al partido de gobierno al mando del Ejército. Este personaje, de reminiscencias árabe-palestinas, actuaba como un ministro de Defensa en la sombra; con una daga curva en la mano.
Finalmente, el Presidente tomó su decisión. Asumió su papel de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de un sablazo descabezó el alto mando. No fue una sorpresa. Era parte de su plan.
Lo adelantamos en esta columna el 22 de octubre cuando dijimos que detrás de la batalla entre los generales Hoyos de Vinatea y Reinoso estaba el poder:
“No olvidemos esta premisa de fondo: García quiere el control del Ejército. Y si para ello tiene que destruir el Estado Mayor en pleno conflicto, lo hará. Ni Hoyos, ni Reinoso se ajustan a sus planes. Cuando ambos se hayan desgastado en esta guerra de guerrillas, el hombre bifronte que ocupa el sillón de Pizarro, les cortará la cabeza a ambos. Entonces, sólo entonces, habrá subordinado al resto”.
Wagner se alineó de inmediato, sin chistar, y anunció el “cambio generacional” que significó dejar de lado a la promoción 1974 del Ejército para colocar a la de 1975 encabezada por el General Edwin Donayre, un hombre conocido por sus altos conceptos académicos en el arte de la guerra.
La medida fue tan inesperada que el General Francisco Vargas Baca no alcanzó a ponerse el uniforme de gala y acudió a Palacio en jean y casaca.
Al final, dejaron sólo a Reinoso. El general que se enfrentó a su colega de armas, Hoyos de Vinatea, se retiró sin pena ni gloria, llorando y acusando que su salida fue motivada por intereses políticos. Calificó, además, los cambios y promociones en el alto mando del Ejército de "ilegales e inconstitucionales", hechos “por personajes ajenos a la institución”.
El viceministro de Defensa, Fabián Novack, conversó entonces con su jefa de prensa, Jacqueline Fowks, y armaron el muñeco para CARETAS en el que Wagner, mismo Rambo, queda como un comando suicida que se la jugó por el cambio generacional.
Lo cierto en esta movida de piezas es que el Presidente García pudo cumplir su plan. Ya tiene el control del Ejército… ahora viene la siguiente jugada: la toma del Poder Judicial.
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1 comentario:
Muy interesante.... los chinos son maestros en moverse en la luz sin ser vistos.. aunque siempre es mejor dar la impresión que te mueves, sin hacerlo.
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