A los 91 años, de un paro cardíaco y sin admitir culpa por la muerte de más de 3 mil chilenos, murió el dictador de Chile, Augusto Pinochet. Su historia política está unida a la traición. A los dieciocho días de haber sido nombrado comandante general del Ejército, encabezó un golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende.
Pinochet gobernó con mano dura y se quedó 17 años en el Poder. Tras su salida, en 1990, manejó el ejército durante otros ocho años. Enrumbó a Chile por la senda económica que hoy todos gozan, pero a costa de violentar los derechos ciudadanos.
Un informe secreto de la embajada norteamericana en Chile revelado recién hace unos meses trazó un perfil psicológico de Pinochet tras el golpe de Estado: “Es un producto de las barracas y los cuarteles, es duro, directo. No fuma, y bebe con moderación. Habla algo de francés y poco inglés. Tiene sentido del humor”.
Desde el punto de vista de la guerra fría, Pinochet fue ahijado de Estados Unidos. Nixon se felicitó del golpe dado por el generalísimo contra el gobierno socialista de la Unidad Popular. Pinochet se sentía orgulloso de haber sido -según acostumbraba a decir- el primero en derrotar a los comunistas antes de la caída del muro.
Con su muerte se va cerrando el capítulo más largo de las dictaduras latinoamericanas que tuvo como protagonistas a Stroessner en Paraguay, Bordaberry en Uruguay, Banzer en Bolivia, Velasco en Perú y Videla en Argentina.
En 1998, el juez español Baltasar Garzón reinvindicó al mundo civilizado al detenerlo en Londres por cargos de terrorismo, tortura y genocidio. Salió libre a los 500 días, pero de ahí en adelante la justicia chilena se dio valor y le retiró su inmunidad vitalicia.
Fue dueño de un cinismo a prueba de balas. Cuando se descubrieron las primeras fosas comunes, una periodista le preguntó:
- Se han encontrado dos muertos en una tumba, general.
- Habrá sido por economía, pu- respondió Pinochet con una mueca de sonrisa en los labios.
Según el informe Rettig de 1991, su gobierno generó 3.197 víctimas, de las que 1.192 son detenidos desaparecidos. Muchas de esas víctimas se produjeron los primeros días del asalto a la moneda cuando el Estadio Nacional de Santiago se convirtió en un campo de concentración
Apenas hace una semana, su esposa María Lucía Hiriart Rodríguez –mujer de temple y coraza aún más dura- leyó un pronunciamiento en el que el general Pinochet admitía su responsabilidad política en los luctuosos sucesos que generó su mandato. Jamás admitió responsabilidad penal.
Pinochet se fue sin que la justicia se pronuncie. El juicio tendrá que seguir, sobre todo después de conocerse que a las violaciones de derechos humanos se suma la inmensa fortuna adquirida por el general y su gente producto de un proceso de corrupción incubado desde el poder. Porque en esto último, el longevo general no fue distinto a otros especimenes de pelaje similar que han demostrado -en diverso tiempo y lugar- que dictadura y corrupción van siempre de la mano.
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1 comentario:
¿Cómo puedes saber tanto de nuestra historia sin ser chileno? Es increíble, pero lo que dices es lo que me hubiera gustado decir. Te felicito peruanito (a).
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