En palabras de Augusto Alvarez Rodrich, la faena de Toledo en estos últimos cuatro días en el Perú, fue exitosa, al punto que -en términos taurinos-, cortó dos orejas y un rabo. Fue a la CADE , donde cosechó aplausos, se presentó al Congreso y se paseó, y fue a Palacio de Gobierno a torear nada menos que al toro más bravo, el mismísimo Alan García.
Por unos días, el ex Presidente captó la atención pública y dejó sentada la impresión que su olfato político se mantiene activo.
Sus seguidores anunciaron a través de avisos en los medios el inicio de una maquinaria de persecución política, expresada en la sorpresiva citación de la comisión investigadora del Congreso y en el despropósito del procurador Gino Ríos de solicitar el impedimento de salida del país del ex Presidente.
Aunque los principales voceros del Ejecutivo han negado que exista tal persecución, nadie puede negar que el mecanismo de denunciar al Presidente y su entorno proviene del Palacio de Gobierno como lo han señalado los periodistas César Hildebrandt y Rosa María Palacios.
El sistema de acusación es sencillo: Palacio de Gobierno contrata personas que no pertenecen al Sistema Nacional de Control, las ubica en el piso ocho del Edificio Pizarro y les permite manipular y fotocopiar documentos reservados.
Estos documentos son llevados al Secretario General de Palacio, Luis Nava, quien a su vez se los entrega al Presidente Alan García para su selección y aprobación. Luego, el Secretario de Prensa, José Chirito, los mete en un sobre y los distribuye a los medios de comunicación.
Gino Ríos recorta las denuncias periodísticas y elabora un cuadernillo que eleva al Ministerio Público. Así se judicializa al gobierno anterior por diversos actos.
La fiscal de la Nación , Adelaida Bolívar, ya ha aclarado el asunto y ha señalado con claridad que no puede abrir denuncia por simples fotocopias de periódicos. Es por esta razón que ni siquiera se ha iniciado la etapa de investigación preliminar, como mal informan los periódicos.
Hay pues un interés malsano incubado desde Palacio de Gobierno de desprestigiar la imagen del Presidente Toledo. Si a ello se suma la impertinencia mostrada por congresistas de pretender responsabilizar al ex Jefe del Estado por acciones que -si las hubiera- alcanzan a los respectivos ministros del sector y a sus respectivos funcionarios, entonces, se puede afirmar que si esto no configura el cargo de persecución política, por lo menos, si hay un animus jodendus del carajo.
Contra ese ánimo proveniente del poder es que se ha levantado Toledo estos días. Y así como Julio César resumió en tres palabras su conquista de Medio Oriente a través de guerras relámpago, Toledo puede afirmar tras su paseo por estas tierras: Veni, vidi, vicci: Vine, vi y vencí.
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