11 julio, 2007

Día de furia

La noticia de la no extradición de Fujimori no pudo llegar en mejor momento, para el gobierno, zarandeado por una creciente ola de protestas sociales, sin capacidad de negociación, con un gabinete desgastado y a pocos días de tener que presentar al Congreso los logros alcanzados en el primer año de gestión y con muy pocas cosas en la bolsa.

El país vivía su primer día de protesta con masas irrumpiendo en Puno, Arequipa, Huancayo, Cusco, Chiclayo, Cañete, Huaraz, Lima, con bloqueo de carreteras, marchas y centrales sindicales y sociales unidas, cuando desde Chile llegó el anuncio del juez chileno Orlando Alvarez declarando la no procedencia de la extradición de Fujimori.

Fue como si se abriera el horno antes de tiempo. Se pasmó el pastel que venía pintando bien, sobre todo después de la encuesta de la Universidad de Lima que traía como novedad una fuerte caída de 11 puntos en la popularidad presidencial; de 52,6 en junio a 41,3 en julio; y un verdadero desplome en los sectores D y E: 29,0 y 24,2 de aprobación versus 62,1 y 64,8, de desaprobación, respectivamente.

El juez Orlando Alvarez hizo olvidar la protesta social. Desvió la agenda hacia el sur y Fujimori. Hasta Canal N que se pensaba transmitiría completo y en vivo y en directo el mitin de la Plaza San Martín, cortó su transmisión para leer cables con la noticia de la no extradición.

Las organizaciones de derechos humanos, sobre el caballo, organizaron un plantón frente a la embajada de Chile en el Perú. Una reacción desesperada que obligó a muchos a dividirse entre el paro y la protesta contra el Chino. Un día de furia.

En medio del desconcierto general, el gobierno aprobó la Ley de la Carrera Pública Magisterial, luego de que la Junta de Portavoces del Parlamento la exonerara de la segunda votación, lo que con seguridad encrespará aún más a los profesores del Sutep.

No hay cómo evitar la fujimorización de la agenda pública. Sin proponérselo, el gobierno ha logrado, al menos este primer día, avanzar su pauta política, en medio de la grita y quema de llantas. Hasta la reaparición de Ollanta Humala -oficializando su ubicación dentro del conglomerado de izquierda- ha pasado casi desapercibida.

El fallo del juez chileno Orlando Alvarez seguirá dando que hablar en los próximos días. Sólo nos resta decir que es un fallo insultante a la memoria de los peruanos, de aquellos que sufrieron no sólo la violación de sus derechos humanos, sino de aquellos a los que no les queda duda de la instauración de una maquinaria de Estado corrupta.

La Corte Suprema de Chile deberá rectificar este fallo. Caso contrario, Chile se habrá ganado el título de depositario de pillos, refugiados y evasores de la justicia.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

El juez Alvarez liberó de responsabilidad penal a Pinochet en el tema de los millonarios depósitos encontraqdos al dictador en el exterior. También lo liberó en el caso de las violaciones a los derechos humanos que significó la Operación Cóndor. Hoy ha sumdo una galardón más a su larga lista de consagrar la impunidad. Vergüenza para Chile.

Anónimo dijo...

No hay que ser mal perdedor
Algo que me disgusta mucho de esta historia, es que antes del fallo todos estaban de acuerdo con que en Chile tenia un poder judicial a prueba de balas y que "respetarian el fallo" cualquiera que fuese, ahora que conocen el fallo se hechan para atras y comienza a hablar mal del juez y de Chile, si el fallo favoreceria la extradicion hablarian bien del juez y la justicia chilens,, no se dan cuenta que es una actitud infantil... si se pierde se pierde bien y se acepta la derrota, y si no lo extraditaron pues hay que aceptar hidalgamente la derrota y aceptar tambien que Fujimori es Inocente.. y estar con mariconadas como que no que hubo presiones y tantas tonterias, seamos hombres y demostremolo con nuestras actitudes

Anónimo dijo...

¡¡¡Chino,
Chino,
Chino,
Chino,
Chino!!!

Politikha dijo...

Quiero compartir con ustedes un artículo del periodista José Vales, el cual suscribo plenamente.

Los problemas de Alan García (*)

Buenos Aires, julio13, 2007) Para explicar la crisis que desde hace días viene incendiando el sur de Perú, y que ayer ingresó con fuerza en el centro limeño, hay que empezar por analizar un gobierno, el de Alan García.

Los estados más postergados del país, Cuzco, Puno, Arequipa, allá donde en las elecciones del año pasado el descontento popular se inclinaba por el ex militar “fujichavista” Ollanta Humala, ahora explotaron hartos de esperar respuestas de un político que se excedió en promesas de campaña y en anuncios.

Militares en las calles, gases, calles cerradas, aeropuertos tomados, imágenes que no se observaban desde el final de fujimorato. Una era a la que, en estos casi 12 meses de gobierno, García intentó por todos los medios emular con medidas alejadas del ideario del APRA y más cerca de la derecha que encarna el ex presidente Alberto Fujimori.

“Es un García irreconocible, que incluso extraoficialmente pudo haber pactado en Santiago la suerte de Fujimori, pero aun así, ahora no le convendría que el ex presidente vuelva al país, porque en este clima de efervescencia eso sería una invitación al incendio”, explica a EL UNIVERSAL el ex premier de Fujimori, Javier Valle Riestra, actual congresista del APRA.

Ahora, García comienza a experimentar que gobernar este país con 70% de pobres y con más de mil peruanos que todos los días buscan mejor suerte en España o en Argentina, no es una cuestión de virar de la socialdemocracia a la derecha o viceversa. Máxime cuando le toca gobernar después de un neoliberalismo brutal (como el de Fujimori) y de un neoliberalismo ordenado y en pleno ejercicio democrático (el de Alejandro Toledo).

Gobernar en estos días pasa por cumplir con las promesas de mejor distribución de la renta, para evitar que una pequeña chispa de agitación derive en calles con barricadas, aeropuertos tomados, como el de Juliaca y unas Fuerzas Armadas mostrándose estériles para poder apagar los focos de protesta, como ocurre en estos días.

Ante la crisis de maestros, el primer ministro Jorge del Castillo y el ministro de interior, Luis Alva, comenzaron a buscar culpables en “elementos residuales del terrorismo, en el partido Socialista y en el Partido Comunista”, los empresarios acusan a “elementos externos” y ponen los ojos en la encargada de negocios venezolana, Virly Torres. Tampoco faltan quienes acusan a Humala de estar detrás de los conflictos.

Pero por ahora, las demoras en cumplir las promesas y el sumo cuidado de García por no parecerse al Alan de los años 80, surgen como las causas primigenias de una crisis de la que el depuesto presidente boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada, podría dar algunos consejos de lo que no hay que hacer en estos casos.

(*) José Vales, Corresponsal de El Universal de México. Premio Moors Cabot 2007.