16 noviembre, 2006

TLC: rosario de equivocaciones

A poco más de 100 días de Gobierno no cabe duda que los reflejos del Presidente siguen siendo más mediáticos que de fondo. La decisión de enviar la mitad del gabinete a Washington para salvar el honor en la aprobación del TLC, así lo demuestra.

Hoy es claro que el Apra se equivocó en su apreciación inicial de los beneficios que significaba un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Porque fue su decisión de no aprobar, en su momento, el tratado en el Congreso peruano lo que motivó que ahora mendiguemos con el plazo.

Se equivocó luego el Presidente García en viajar él solo al país del norte y no llevar ni representación política ni empresarial peruana que pusiera de manifiesto un mensaje de unidad y continuidad respecto de la gestión del gobierno anterior.

García dejó pasar la oportunidad para señalar claramente que para el Perú el TLC es una política de Estado. En lugar de montarse sobre la ola trabajada por Toledo, prefirió construir un nuevo motivo para convencer a los gringos: Estados Unidos debe darse cuenta que necesita el TLC con el Perú para enfrentar, de carambola, a Chávez.

Pero, en el mismo Estados Unidos, se volvió a equivocar el Presidente cuando, en lugar de entablar contacto con la representación demócrata o republicana en el Congreso, prefirió “discursear” en ONGs gringas o en foros académicos que reditúan aplausos, pero no votos.

Por eso –hay que decirlo- se equivocó también, de palmo a palmo, el siempre dispuesto primer ministro, Jorge del Castillo, cuando afirmó que García no podía rebajarse en conversar con parlamentarios norteamericanos porque ese no era su nivel.

No, don Jorge. En Estados Unidos las instituciones políticas funcionan. Los congresistas ejercen un poder real. Representan al ciudadano y con igual o mayor fuerza a las empresas, de las cuales reciben jugosas y públicas contribuciones. El presidente Uribe lo entendió así, por eso tiene trazada la meta de conversar con cada uno de los 535 congresistas norteamericanos.

El Perú no está en la primera página de prioridades de los intereses de los Estados Unidos. Se requiere por ello el contacto del más alto nivel para interesar la comunidad política norteamericana. Y ese contacto es, en nuestro caso, el jefe del Estado. No la ministra de Justicia. Ni la del Interior.

Queda la sensación que el envío de la misión ministerial encabezada por Del Castillo, pero en realidad piloteada por Allan Wagner –más en su papel de diplomático que de ministro de Defensa-, ha sido enviada por García no sólo para intentar a última hora, un esfuerzo plus pro TLC, sino para tapar los errores que se arrastran desde el principio.

Errores que nuevamente se vuelven a cometer en otro punto de la agenda internacional de suma importancia para el país, como es la ausencia del Presidente peruano en la próxima reunión de Apec en Vietnam.

La población puede aplaudir que el Presidente no viaje para ahorrar, pero el Perú pierde la oportunidad de fortalecer su presencia en un foro que reúne a las 21 economías más dinámicas del mundo y que es responsable de más del 50% de la producción mundial. Pero estas son cosas de fondo y nuestro Presidente, lamentablemente, sigue pensando en función de las cámaras.

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