25 noviembre, 2006

Violencia post electoral

No es poca cosa el grado de violencia desatado tras el resultado electoral: 114 distritos asaltados por las turbas, 251 personas detenidas, 16 policías heridos y un soldado muerto en Ancash, Elmer Roque Morales. En 6% de las circunscripciones territoriales básicas del Estado se ha producido estos brotes desconociendo los resultados.

Las razones que se han expresado para explicar esta conducta son variadas:

1) Los votos golondrinos -gente llegada de un lugar distinto a quienes el JNE le entregó DNI-, motivó alteración de la masa electoral en favor de uno de los candidatos.

2) El resultado de la boca de urna anunciada por los medios de comunicación alimentó falsas expectativas que luego los resultados oficiales no respaldaron.

3) El diseño de la cédula de votación no contuvo la fotografía de los candidatos a las alcaldías provinciales y distritales, lo que causó confusión primero y defección y cólera después.

4) La falta de un plan de inteligencia y de Seguridad impidió la disposición eficiente de elementos policiales y militares en todo el proceso electoral.

5) Intereses políticos derivados de fuerzas ligadas al narcotráfico o terrorismo han buscado generar desorden y alteración del orden público

En el fondo, ninguna institución de Gobierno acepta responsabilidad alguna en los hechos. Frente a ello, el Presidente de la República no ha dudado en autorizar a la policía el uso de sus armas para enfrentar a los sublevados, lo que ha generado reacciones encontradas en otros sectores políticos.

La autoridad del Estado ha sido vulnerada, pero las armas de la Policía atentando contra la masa iracunda no resolverá el problema. Por el contrario, puede agudizarlo. La violencia engendra más violencia.

Quizás por eso ha salido rápidamente el Primer Ministro en su papel de bombero –una vez más- ha llamado a las autoridades electas a resolver con el diálogo lo que ahora se denomina conflictos sociales.

Preocupa la salida extrema que propone el Jefe del Estado. Ya antes ha expresado su proclividad a someter a pelotones de fusilamiento a terroristas, a implantar la pena de muerte para violadores, y ahora, ha autorizado a la policía el uso de sus armas contra revoltosos.

Hay una línea de conducta, violenta y terminal, que empieza a apreciarse con nitidez en las reacciones de un hombre que, por la función que cumple, debieran siempre encaminarse con ponderación y cabeza fría. Malo, muy malo.

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