17 julio, 2007

Gobernar antes que comunicar

Después de ver las catastróficas cifras de popularidad del presidente García, con más de 80% de desaprobación en el interior del país, el gobierno pone como excusa la falta de comunicación política. El problema, afirma, se agrava, por la política de austeridad auto impuesta en su primer año de gestión.

Por esta razón se alista para los próximos días una campaña publicitaria con la intención de comunicar los supuestos logros del gobierno.

Es una falacia pensar que la comunicación pueda resolver los problemas de la política.

La comunicación es un instrumento de la política. Y no al revés. En los últimos años teóricos de la sociología, la comunicación, la politología, el derecho y otras ciencias sociales han desarrollado un frondoso campo de acción; la comunicación política.

Hay diversas definiciones e interpretaciones de lo que significa comunicación política, pero, en esencia, es el intercambio de mensajes relacionado al espacio de los asuntos públicos. Y, en sentido restrictivo, es la relación que desarrollan los actores del poder y la sociedad.

García es un comunicador político nato. Su sentido de la ubicación, su verbo y la teatralización del mensaje son su mejor herramienta de presentación, mezcla de retórica, oratoria y populismo.

El problema del gobierno no ha sido de comunicación, ha sido de gestión.

El primer acto comunicativo de García fue abrir las puertas de Palacio para “mostrar” a la televisión “las lujosas oficinas de Eliane Karp”. Acto seguido, entregó fotocopias a los medios denunciando los gastos “frívolos” de su antecesor.

Durante los primeros meses de gobierno, el presidente se dedicó a colocar titulares de distracción en los medios de comunicación: pena de muerte para violadores, ataques a las ONGs, reducción de sueldos en la administración pública, austeridad, shock de inversiones.

No se dedicó a gobernar. Ni a gestionar la comunicación de gobierno. Se operó mediáticamente con sangre en el ojo, con venganza. Lo que hubo en esta etapa no fue silencio comunicativo, sino comunicación política negativa.

En esta línea de ataque se criticó los gastos de publicidad estatal del gobierno anterior, se forzó la venta del avión presidencial; todas estas, acciones de comunicación política de campaña, de ataque al rival; no de gobierno, menos de jefe de Estado.

Ahora, zarandeado por la realidad y las demandas sociales, se intenta cubrir las deficiencias de gestión con publicidad oficial.

Todo gobierno democrático, por supuesto, tiene derecho a comunicar a la población lo que viene haciendo. Y para eso tiene que invertir. La comunicación cuesta. Y la democracia bien lo vale.

La mejor comunicación no es la que se dice, sino la que la gente ve y siente. Por eso, en lugar de preocuparse por comunicar, primero, el gobierno tiene que preocuparse en gobernar.



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto. Todo indica que Alan es "buen" candidato, encandila a las masas, ofrece discursos emotivos, la gente le cree... pero no ha nacido parab gobernar, para gestionar, para hacer, para dirigir. A un año de asumir su mandato, hasta ahora sigue diciendo que sus ministros no trabajan... o sea que él está pintado en la pared?? o sea que no le hacen caso?? Es increible la incapacidad de este hombre que ya tiene casi 60 años y que, claro, nunca en su vida ha trabajado, siempre ha vivido de hablar, de vender ilusiones y de poner piedras en el camino para el desarrollo del país.

Mientras el hace todo esto, sus compañeros copran, una vez más, el aparato del Estado con la gente menos preparada y con los siempre "vivazos" apristas que entran calatos y salen bien forrados.

Percy Taira dijo...

En su columna de hoy, César Lévano, escribe algo curioso que aqui transcribo:

"Hace siglo y medio, Victor Hugo, el genial poeta y novelista francés, escribió su lapidario Napoleón el Pequeño. Allí plantea: “¿Quiere juzgarlo por los ocho meses en que reina? Mire por una parte su poder, por otra parte sus actos. ¿Qué es lo que puede? Todo. ¿Qué es lo que ha hecho? Nada.”

Lamentablemente (para el país) este parece ser el caso de García.

Anónimo dijo...

García no hará nada que la Sociedad Nacional de Minería no le permita.

Anónimo dijo...

"Fuimos muy optimistas sobre la aprobación del TLC en julio"

(PERU 21)La ministra Pinilla señaló, desde Washington, que este tema no está en la agenda del Congreso de EEUU para ser votado este mes, pero aseguró que será visto de todas maneras en setiembre.

ayayay estos gobernante que tenemos... el APRA Y Alan García se pasaron años oponiéndose al TLC cuando Toledo era pdte y ahora están como locos para que el tratado se firme, y no pasa nada.

Anónimo dijo...

Concuerdo con pretextos y con Lévano.

Si vemos con atención las encuestas comprobaremos que la gente reconoce como los principales LOGROS DE ESTE GOBIERNO dos cosas:
1) El TLC, y
2) La continuidad económica.

Ambos resultados son herencia del gobierno anterior. Esa es la verdad.

Y cuando le preguntan a la gente qué cree que ha sido lo peor de este priner año de gestión dice:
a) El alza de precios, y
b) la falta de empleo.

He ahí las variables que el gobierno debe tener en cuenta para explicarse la ola de protestas que viene soportando.

En resumen: mucho blablablá y cero resultados.

Anónimo dijo...

he ahí la pirotecnia verbal de la que tanto se hablaba en los primeros meses de sete segundo gobierno aprista... puro floro, pura finta.

Politikha dijo...

Comparto las reflexiones de la mayoría.

Me temo que García, pese a su natural y fluida oratoria, es, precisamente por eso, un político del pasado.

García es un político de plaza abierta, en campaña permanente, que no entiende que más que un conductor, un profeta o un iluminado, necesitamos un gestor, un proyectista y un constructor.

En la política de nuevo tipo, más que hablar hay que hacer; mostrar resultados; fijar y alcanzar metas.

El jefe de Estado resuelve, toma decisiones, ejecuta. A diferencia del candidato que promete, sueña, habla.

Necesitamos, en suma, un hombre que desarrolle más la acción que la palabra; que se baje de la tarima y se meta de lleno al terreno de la acción.