28 diciembre, 2016

Poder y dinero

Es un terremoto político. Dos placas tectónicas chocaron entre sí: el poder y el dinero. Su epicentro es el Brasil, pero sus repercusiones cruzan toda América Latina, con efectos en Europa, y quien sabe qué otros paraísos financieros del mundo. Su efecto será devastador.

La manera de hacer negocios de Odebrecht, probablemente, sea similar a otras grandes corporaciones en el mundo. Es decir, colocando como principio de negocio, la rentabilidad a cualquier precio, incluida la corrupción.

Este afán desmedido por lucrar, sin principios éticos o morales, está en casi toda empresa que contacta con el Estado para hacer negocios. Para estas empresas, la corrupción está incluida en los costos fijos. Son parte de la ciega y ramificada transnacional Corrupción S.A.

Los políticos que delinquen, traman, siguen, se confabulan, o caen en este juego sucio, no son tampoco la excepción. El caso Odebrecht demuestra que son la regla.

Odebrecht no hacía distingos ideológicos o políticos al momento de romper la mano y obtener los contratos y obras del Estado. El dinero sucio llegaba tanto al de derecha como al de izquierda, al liberal como al socialista.

El daño ya está hecho. La peor sanción para un político, no es la cárcel —depósito natural para quien delinque—,sino el repudio ciudadano, el señalamiento público de su traición, la memoria manchada que herederá en la Historia. 

La traición de un político a su pueblo se pagaba en la antigüedad con el ostracismo. No la muerte, sino la muerte civil.

El terremoto político llamado Odebrecht arrasará con una casta de políticos. Ojalá que como todo movimiento telúrico de grado superlativo destruya todo lo que esté corrompido. La única virtud será reconstruir todo. Todo nuevo. No, todo de nuevo. 

Entonces surgirán nuevos políticos y nuevas formas de hacer política. Nuevas empresas y nuevas formas de hacer empresas. Hombres y mujeres que no sean dominados por el poder ni por el dinero. ¿O será inevitable que estas placas —poder y dinero— acumulen nuevamente energía y cada cierto tiempo colisionen?



24 diciembre, 2016

Diálogo y sinceramiento económico

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El diálogo iniciado por el presidente Pedro Pablo Kuczynski y la lideresa opositora que controla el Congreso, Keiko Fujimori, es positivo para la salud política del país. Aun cuando la intermediación y la puesta en escena –con monseñor Cipriani–, no hayan sido la mejor, lo importante es que se retomó la comunicación directa entre quienes el pueblo decidió repartir el poder.

Es igualmente importante el llamado al diálogo con las restantes fuerzas políticas, las reuniones con las bancadas del Congreso y la próxima convocatoria al Acuerdo Nacional. El diálogo por definición involucra a todos.

Con estos contactos iniciales podemos decir que el gobierno superó la crisis y retomó la iniciativa política que, sin duda, lo ayudará a salir del estado de debilidad y sometimiento en que lo dejó la censura al ministro de Educación Jaime Saavedra.

El trabajo ahora es ordenar nuevamente la agenda, priorizar y consensuar los temas. Pero sobre todo, sincerar cifras y establecer escenarios realistas sobre los cuales se moverán los acuerdos. En ese camino, ¿debe presentar el gobierno una agenda legislativa para implementar reformas o debe primero informar la real situación que nos espera a los peruanos el 2017 y acordar los mecanismos necesarios para hacerle frente?

El premier ha anunciado temas como la lucha contra la corrupción, seguridad ciudadana y formalización. Todos importantes, por cierto, pero similares a los esbozados  en la primera ronda de diálogo que inició en julio para solicitar el apoyo de las fuerzas políticas a la investidura del gabinete ministerial.

Sin embargo, un tema que debe estar sobre el tablero de toda conversación es el panorama económico del 2017. Creemos que es fundamental que los ministros de Economía y de Agricultura sinceren primero las perspectivas del país en ambos sectores. Así como se sanea la salud política del país, es importante también encarar la salud económica.

Algunas preguntas que debiera tener claro el gobierno al momento de sentarse a conversar: ¿Se reducirá el IGV uno, dos o tres puntos como se había prometido? ¿Responderá la caja fiscal a los nuevos dispositivos tributarios aprobados? ¿Qué impacto tendrá la sequía en la producción de alimentos? ¿Se necesitará importar alimentos, se disparará el precio de estos, rebrotará la inflación?

Si no abordamos estos temas y sobre todo, si no se toman las previsiones para paliar sus consecuencias, cualquier debate en torno a reformas institucionales, modificaciones constitucionales o aspectos meramente legales, no serán respaldados por la calle que buscará soluciones directas e inmediatas a sus necesidades.

Bien sabemos que cuando se reducen los ingresos del Estado y la plata no alcanza para asumir emergencias,  aumentan la presión política, las protestas sociales y las demandas ciudadanas en general. Todo ello genera a su vez un agudo estrés sobre el sistema democrático. El diálogo está muy bien, pero debe ir acompañado de un sinceramiento económico. Y de soluciones realistas para asumir los costos, cualquiera que estos sean. En esto sí, se necesita el esfuerzo y la compresión de todos.

16 diciembre, 2016

¿Co-Gobierno?



La censura al ministro de Educación, aprobada por el voto contundente de 78 congresistas,  deja en situación de debilidad al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. 

El resultado inmediato de la caída de Saavedra ha sido casi obligar al Presidente a sentarse a  dialogar ­–de igual a igual–, con la lideresa de oposición. 

Aun cuando hay quienes creen que esto revela una vocación democrática del jefe del Estado, que sin duda lo es, quien gana con esa foto es Keiko Fujimori.

Con esta movida, promovida por la Iglesia, la lideresa de Fuerza Popular pasa de la oscura trastienda donde se encontraba desde su derrota electoral, al primer escenario del poder.

En el pulseo entre Ejecutivo y Legislativo, ha ganado el Congreso. Que sea una victoria pírrica dependerá de la reacción que tenga el Ejecutivo. Sobre todo, en el nombramiento del reemplazo de Saavedra.

Si Kuczynski acepta coordinar con su principal opositor, el relevo en el Ministerio de Educación, habrá profundizado su debilidad y dependencia.

Esperar luz verde de una fuerza política contraria para tu equipo ministerial sería reconocer, ipso facto, la capacidad de veto de tu opositor. Y una invitación candorosa a ir por más. Es lo que pasaría con el nombramiento de cualquier tecnócrata, sin convicción ni firmeza política.

Si, en cambio, el gobierno decide nombrar a alguien identificado con la reforma educativa,  ducho en los avatares políticos y pechador ­–como Daniel Mora, por ejemplo–, el mensaje sería otro: quien gobierna soy yo.

A no ser que se proponga un co-gobierno.

En ese caso, sí, se convoca al mayor oponente, se hace una matriz de coincidencias a partir los planes de gobierno ­–agenda mínima de consenso, se puede llamar–, se abre el espacio a otras fuerzas políticas para no dar la impresión absoluta de que se ha  pactado, y se reconfigura el gobierno.

No es nada descabellado en política. Puede ser un mecanismo de sobrevivencia. Bien sabemos que el objetivo de la política no solo es ganar o acceder al poder, sino mantenerse.

El problema sería explicarle a tu electorado las razones de ese cambio. Pero, para entonces, tendrías el respaldo del otro sector con el que pactas. ¿Te gusta? ¿No te gusta? Entonces, prepárate para la guerra que en política es lo mismo que prepárate para gobernar.

11 diciembre, 2016

Compartir o partir el poder

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Confirmada la posición del gobierno de NO presentar la Cuestión de Confianza en la censura al ministro de Educación Jaime Saavedra, solo quedan dos caminos viables para resolver esta crisis.

1) El gobierno le pide la renuncia al ministro y evita el tránsito bochornoso de que el Congreso lo censure. 

2) El gobierno deja que el Congreso lo censure y que asuma ante la opinión pública la consecuencia política de esta acción.

Todo indica que el gobierno seguirá esta segunda opción y deberá buscar un reemplazo. El ministro será censurado por el Congreso. La consecuencia inmediata será que el Ejecutivo quedará debilitado. Pero puede que logre su cometido de cargarle al fujimorismo el costo político de su decisión.

La frase del presidente Kuczynski en Arequipa "No quiero confrontación (con el Congreso), pero tampoco quiero que me chanquen", suena más a un pedido de un cuarto intermedio, un toque de campana que lo salve, antes que una advertencia en señal de poder.

Por otro lado, la propuesta de reunir a Keiko y Pedro Pablo para acordar un pacto sobre reformas puntuales o sobre políticas públicas o incluso acordar una especie de cogobierno –siendo teóricamente posible y políticamente deseable por el establishment–, ha sido desairada por el vocero de Fuerza Popular, el congresista Galarreta.

El fujimorismo no quiere un acuerdo en las alturas. Tampoco quiere compartir el poder. Reclama el poder que considera suyo a través de la fuerza mayoritaria de los votos que tiene en el Congreso.

Este es el nudo gordiano de la relación Ejecutivo-Legislativo.

Ampliar la base del gobierno, construir una alianza que reequilibre las fuerzas políticas, es un imperativo para el gobierno. El otro camino es pactar. Pero esto requiere la voluntad de dos. 

La gobernabilidad pasa por un equilibrio de poderes. El otro factor es la opinión pública. Sumar fuerzas y ganar la calle ayudará a emparejar la balanza. Dejar que el Congreso desequilibre las decisiones de gobierno es un juego peligroso. 

Pueden ir por más. Y eso no sería compartir el poder, sino partirlo. Estamos todos avisados.

06 diciembre, 2016

Cuestión de Confianza

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Está claro que el gobierno no forzará el dispositivo constitucional que tiene para hacer cuestión de confianza sobre el resultado final de la interpelación al ministro de Educación Jaime Saavedra.

Ni siquiera si este resultado fuera la censura.

El mecanismo de activar los artículos 133 y 134 de la Constitución se debatió al inicio del gobierno, cuando se organizó el gabinete y se tuvo que enfrentar el voto de investidura y la aprobación de facultades legislativas delegadas.

En ese momento, se descartó la política de ir al choque con el Congreso. Y se optó por el mecanismo de convencimiento, de negociación bancada por bancada y, eventualmente, por el pragmático razonamiento de ceder y conceder espacios de poder a la bancada mayoritaria.

Todo, dentro de un juego democrático de lo que lo que se conoce en la democracia occidental como Check and Balance, controles y contrapesos.

El ligero cambio de humor percibido en la semana indica que –al menos en teoría–, el tema se puso nuevamente sobre la mesa. El propio jefe de Estado admitió que activar este mecanismo –la cuestión de confianza– era una posibilidad.

Pero fue más un ejercicio teórico que otra cosa. El Ejecutivo está en Modo On en su relación con el Legislativo. Su percepción es que no estamos ni de lejos en un escenario de conflicto total o quiebre institucional.

Y no le falta razón. Estamos apenas en un pulseo de fuerzas, moderado con la reciente publicación de los resultados de la prueba PISA que si bien no son para saltar en un pie, al menos, indica claramente el camino a seguir.

A estas alturas sería necio que el resultado de la interpelación al ministro de Educación sea la censura.  No solo le haría daño el gobierno que perdería un alfil, sino que sería contraproducente para la propia bancada mayoritaria que no podría sostener su victoria ante la opinión pública.

De todas formas habrá que estar atentos para el debate no se salga de cauce. Aquietar las pasiones.

El ministro Saavedra deberá tener la paciencia de Job para no pisar el palito frente a los ataques que soportará mañana; de todo calibre, incluso a nivel personal con el trabajo de su esposa en la SBS.

Responder el pliego interpelatorio con solvencia y serenidad es su boleto a conservar su puesto en el Ejecutivo. No la componenda por lo bajo, ni el chantaje por puestos públicos, a que nos tienen acostumbrados algunos "políticos profesionales".

Si de cuestión de confianza se trata, el ministro Saavedra ya tiene ganada la de la opinión mediática. Y la de la calle, con los jóvenes movilizados a favor de la reforma universitaria. Esperemos que el Congreso entienda este mensaje.