26 agosto, 2018

La confianza herida


Hace unos años, Dominique Moïsi[1], escribió un ensayo en el que unió el estudio de las emociones con la geopolítica para analizar el curso de los acontecimientos históricos: guerras, terrorismo, xenofobia, entre otros problemas de la civilización humana.

Moïsi centró sus reflexiones alrededor de la presencia, ausencia y resquebrajamiento de uno de los sentimientos alrededor del cual es posible entender el paso de un estado de conciencia y acción a otro: la confianza.

La confianza dice el autor es el factor determinante de la forma en que las naciones, los pueblos y las personas encaran los retos con los que se encuentran y se relacionan entre sí.

La confianza, entonces, es algo así como la amalgama de la sociedad humana. El componente que fluye entre la sociedad para mantenerla unida o, en ausencia de ella, fraccionarla en mil pedazos, algunos de los cuales se tornan violentos, caóticos y terminales.

Cuando se destruye la confianza, las sociedades reflejan sus verdaderas emociones. Surge el miedo, por ejemplo, que es la ausencia de confianza. “Si tu vida está dominada por el miedo, vives preocupado por el presente y esperas que el futuro se vuelva incluso más amenazante”, afirma el autor.

Para pensar en un futuro promisorio debemos, por tanto, desterrar el miedo y construir la esperanza; aquel sentimiento que está basado en “la convicción de que el día de hoy es mejor que el de ayer, y que mañana será mejor que hoy”.

Pero  si en ese proceso de construcción de confianza, ésta es herida, traicionada, aparece la humillación, la traición de la esperanza, o la desesperanza futura. “Tu falta de esperanza es culpa de aquellos que te han lastimado en el pasado”; principio fundamental del resentimiento.

Los pueblos en general y las personas en particular se mueven entre el miedo, la humillación y la esperanza, todos estos sentimientos, resultado de lo que hagamos con la piedra de toque de la convivencia humana: la confianza.

Esperanza es querer y estar seguro de alcanzar algo. Humillación es caer en cuenta que jamás podré lograrlo, por lo tanto, te destruyo; miedo, en tanto, es temor a lo desconocido, a lo diferente, al futuro.

Estas emociones son inherentes al ser humano. Se aplican en todo tipo de sociedades; más ahora que vivimos una era de globalización y uniformidad amplificada por los medios de comunicación.

En dosis adecuadas, las tres emociones miedo, humillación y esperanza son vitales para generar reflexión y cambio en las personas. Experimentarlas no nos condena. Es más, todas están en permanente balance y desbalance. Pero, si lo que queremos como país es construir mejores sociedades, entonces, lo que tenemos que hacer es fortalecer la confianza.

Hoy padecemos una crisis de confianza. Sentimos miedo ante la inmigración venezolana; frustración ante los destapes de corrupción; humillación ante los devaneos políticos; y fuera del fútbol y la gastronomía, casi nada nos estimula la esperanza.

Somos sociedades con la confianza herida. Restañémosla. Empecemos por nosotros mismos.



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[1] Moïsi, Dominique. “La geopolítica de las emociones”. Grupo Editorial Norma. Bogotá, Colombia. 2009.

19 agosto, 2018

La agenda sectorial



Por más antropofágica que sea nuestra política, el presidente de la República no puede sostener por sí solo el cambio del humor popular que revelan las encuestas. Requiere de un equipo que lo acompañe y que lo ayude no solo a defender la agenda política, sino a construir y consolidar la agenda sectorial –una propia–, que es la que definirá lo acertado o no de su gestión de gobierno.

Por ahora las cifras indican que el trabajo para incorporar esta nueva agenda de trabajo será ardua, pues, mientras el presidente Vizcarra sube su popularidad de 35% en julio a 46% en agosto, su premier se ha quedado pasmado en ese mismo periodo en 19%.

El gobierno en general tiene 29% lo mismo que su ministro más exitoso –el de Educación–, tiene 29%, en tanto que la ministra de Salud suma 24% y los de Economía e Interior apenas llegan a 19%.

Mientras el presidente siga con su discurso anticorrupción y a favor de las reformas políticas y judicial, la opinión pública lo seguirá favoreciendo. Pero, conforme pase el tiempo y el debate político sobre las reformas y el referéndum se dilate y/o agote, la gente empezará a reclamar gestión y resultados.

Obras son amores y no buenas razones. En este campo, son los ministros los que tienen que salir a la cancha y generar impactos. No todo es comunicación. Primero es gestión. Haces y comunicas. No al revés.

Además de voceros, el gabinete necesita gestores. Planificadores y ejecutores de planes. Viajar es solo la primera parte de la tarea de hacer sentir que el gobierno trabaja. El ministro de Vivienda, el de Transporte, Comercio Exterior, Producción, Agricultura y Minería, tienen que estar permanentemente en medios mostrando avances de obra.

Ya es hora, por ejemplo, de hacer un balance en serio de las obras de reconstrucción por el fenómeno de El Niño. ¿Cuánto se ha avanzado? ¿Qué proyectos están en marcha? ¿Cuándo se entregarán?

Si la agenda política es letra, la agenda sectorial es número. Los ministros de los sectores comprometidos en la reconstrucción podrían prepararle al presidente de la República un listado de estas obras con un cronograma claro de inversión y avance y ejecución.


El reto es pasar de la palabra a la acción, de la tribuna a la cancha o, si prefieren, del discurso al casco. Después de todo, estamos ante un ingeniero. 

12 agosto, 2018

El presidente y el sol de Pucallpa


— PUESTA EN ESCENA EN TRES ACTOS 
ACTO 1.- El sol de Pucallpa.
Es la ceremonia de inauguración de la Expo Amazónica 2018. El presidente de la República Martín Vizcarra ha llegado con una comitiva de siete ministros. La maloca principal es enorme, los techos altos, pero el calor pulveriza cualquier resistencia.   
El presidente suda copiosamente. La asesora se le acerca por detrás y discretamente le alcanza una servilleta. Él lo acuna entre sus dedos. Su mirada se extravía por un momento. Un breve soponcio lo invade.  ¿Usará el papel?, ¿se secará?, ¿lo hará frente a cámaras?
El presidente mira hacia un lado y otro. El calor ahora incendia todo su cuerpo. Respira, ¿suspira? Finalmente, toma una decisión. Dobla el papelito una vez, luego otra vez, y una vez más, hasta que lo guarda en el bolsillo posterior de su pantalón.

ACTO 2.- El otro ingeniero.
Una bandera peruana flamea en lo alto del edificio en construcción, un hospital regional de nivel 3. Lo reciben los ingenieros de la obra quienes despliegan un plano. El presidente pregunta dónde estamos, cuál es el acceso principal y dónde queda el área de hospitalización. Los ingenieros señalan los puntos en el plano. El presidente alza la vista para corroborarlos en el terreno. Enseguida camina a paso firme y se dirige a la segunda planta. Cuando regresa, los obreros le piden que se tome una foto con ellos. Accede. Mientras se establecen breves lazos de confianza, se cuelan las voces:
—¡Presidente, cierre el Congreso!  
—¡Siga adelante con el referéndum!
—¡Aumente el sueldo mínimo!
El presidente sonríe. Mientras se retira, en la calle más voces se unen al coro anónimo e irreverente. Desgarbado, el presidente intenta responder a todos.
—Estamos empezando una reforma de la justicia. El referéndum es un mecanismo para darle poder al pueblo.
—Tenemos que actuar con responsabilidad.
Sube a su carro. Seguridad del Estado, con tablets y celulares en las manos, graba a todas las personas que se arremolinan en torno al presidente.

ACTO 3.- Habla al Pueblo.
No solo el ambiente está caliente. La plaza también lo está. El presidente despliega su estrategia. Habla directamente a la gente. Les dice que la reforma del sistema de justicia debe ser profunda, llegar hasta el final. Que no basta con reformar la justicia en Lima, ni siquiera a los que se escucha en los audios Ustedes creen que solo esos magistrados en Lima han obrado de manera inadecuada o delincuencial o también existen igual en todo el Perú, les pregunta. Enseguida se responde: no podemos poner un parche y pensar que la solución está en cambiar a ese juez. Tenemos que reformular todo el sistema de justicia del Perú y eso es lo que nos proponemos. No basta cambiar un corrupto, tenemos que sacar a todos. Por eso hemos pedido que el pueblo se pronuncie para cambiar la elección del Consejo Nacional de la Magistratura, porque los jueces eran elegidos por un grupo de personas que no tenía capacidad moral.
—¡Cierra el Congreso, presidente!-, se vuelve a escuchar entre el público.
El presidente ya no suda. Sus ojos tienen ahora otra expresión. Arremete entonces contra el statu quo y pregona sobre la reforma política. Explica que el referéndum va de todas maneras este año, sí o sí. Explica en términos sencillos que el referéndum es un mecanismo para escuchar al pueblo, para hacer que su decisión sea tomada en cuenta por los gobernantes. Que está convencido que es la mejor manera de avanzar en la reforma de las instituciones. Que él es un provinciano identificado con las regiones y que ahora debemos reformar la política dándole el poder al pueblo. Y les anuncia que  apenas llegue a Lima irá al Congreso a entregar los proyectos de ley donde plantea la no relección de los congresistas, el retorno al Congreso bicameral y el financiamiento de los partidos políticos.

Epílogo
El presidente está aprendiendo a menajarse a pasos agigantados. Tiene reflejos y está pendiente del manejo de las cámaras. Todavía le falta afilar su mensaje político en medios, pero tiene un entrenamiento riguroso (habla por lo menos cuatro veces en público), y eso lo ayudará. Por ahora habla mejor a la gente que a los medios.
El día que visitó Pucallpa había subido 10 puntos (empieza a cerrarle la boca al cocodrilo, como dijimos). Y, por lo que ví ese día, si mantiene esa posición estratégica de colocarse al lado del pueblo, va a seguir subiendo. En pocas semanas, le tocará el turno al Congreso. Si éste diluye las propuestas del presidente Vizcarra, las cambia o tergiversa o, peor aún, las rechaza; entonces, solo entonces, el presidente podría activar el Plan B. ¿Populista? ¿Efectista? ¿Demagogo? Política, señores. Política.
  

05 agosto, 2018

El Plan B


¿Tiene el gobierno un Plan B en caso de que el Congreso diluya su propuesta de someter la reforma judicial y política de 4 puntos a un refréndum? Para responder esta pregunta, primero, con un poco de imaginación, hay que apelar a la física. Tres fuerzas que se atraen y repelen al mismo tiempo forman una situación de statuo quo. En la medida que ninguna de las tres fuerzas se altere, el equilibrio es perfecto.

Ahora imaginen los tres poderes del Estado tensionados. Teniendo como fuerza central a la opinión pública. Cualquier movimiento de la opinión pública hará que alguno de los tres poderes se imponga sobre los otros dos.  La opinión pública rompe el statu quo, altera la fuerza central, hacia uno u otro lado.

En otras palabras, quien domine la opinión pública, ganará el desenlace que, en política, genera el choque de los poderes del Estado. Mientras más se oponga el Congreso a las reformas, más ganará el Ejecutivo. Y mientras más rápido se reforme el sistema judicial, mejor quedará el Congreso y el Ejecutivo.

Las fuerzas en diversos sentidos empezaron a desatarse apenas el presidente Vizcarra terminó su discurso. Hay opiniones a favor y en contra de su mensaje. Desde quienes han calificado sus propuestas de tóxicas e improductivas hasta quienes han celebrado su decisión y coraje para llevarlas adelante. Son los primeros síntomas de lo que en verdad se viene ahora y que marcará la agenda de los próximos meses: las negociaciones, tiras y aflojes, entre las fuerzas políticas, económicas y sociales.

La primera batalla será en la comisión que liderará el proceso de reformas: ¿Constitución o Justicia? El disminuido y recuperado sector oficialista pugnará por que sea la de Justicia; Fuerza Popular defenderá la Comisión de Constitución, pero el Ejecutivo debiera seguir ganando puntos y proponer que ambas comisiones se unan y sesionen de manera conjunta por ser un tema de interés común.

El segundo momento será el de las propuestas específicas. El Ejecutivo defenderá sus cuatro propuestas hasta donde le sea posible. El Congreso, en sentido contrario, tratará de evitar la no reelección inmediata de congresistas, pero lo sensato es que aparezcan en el debate fórmulas intermedias. Reelección inmediata solo por un periodo consecutivo, renovación por tercios a cambio de ampliar la representación en el futuro congreso bicameral. 

Pero qué pasa si el Congreso rechaza el referéndum o distorsiona la propuesta del Ejecutivo hasta hacerla irreconocible. Entonces se abrirá el tercer y definitivo momento: el de apelar con todo a la opinión pública y alistarse para la batalla final: promover la participación de la gente, recolectar firmas y proponer un referéndum por participación ciudadana. El gobierno no debiera esperar a que otras fuerzas le ganan esta iniciativa. No digo que lidere el proceso de recolección de firmas (no le corresponde), sino que aliente a que un sector independiente lo haga, antes que grupos radicales hagan suya esta bandera popular.

¿Será este el Plan B del gobierno? ¿Referéndum por participación ciudadana o llegaremos a la polarización extrema de ir por la cuestión de confianza, esperar una segunda caída de un gabinete y forzar el cierre constitucional del Congreso? ¿Qué disco escucharemos? La participación ciudadana va más de la mano con lo que oímos el 28 de julio. Consenso hasta el cansancio. La calle puede querer escuchar (y hacer) otra marcha. Veremos qué pasa si se cambia de tonada y escuchamos el Lado B.