29 junio, 2019

La noticia en la era digital (I)



Desde el primero de setiembre de 2018, la versión internacional del diario El País de España, que se vendía en papel en el Perú, dejó de circular. Un escueto aviso aparecido semanas antes explicaba que a partir de esa fecha los lectores podrían acceder a su versión on line, gratuita en un primer momento, pero que luego tendría un costo por suscripción.
Es la tendencia mundial. La era de la tecnologización está cambiando nuestra vida a pasos agigantados. Y el papel soporte material que acompañó la difusión de las ideas desde la aparición de la imprenta en el siglo XVestá siendo reemplazado en la era de la información por una pantalla táctil. Estos cambios que empezamos a experimentar son solo las primeras señalas de la llamada Revolución Tecnológica o Cuarta Revolución Industrial. Estamos en medio de una sociedad dominada por la tecnología donde el mundo real se fusiona con el mundo virtual y donde la realidad objetiva se traslapa con la realidad virtual o aumentada. 
Redacción automatizada
En este nuevo mundo, todo acontece a la velocidad del byte. La noticia no es más un producto de profesionales especializados: los periodistasNi siquiera de personas con un teléfono móbil en la mano, corresponsales de todo en todas partes. La noticia hoy en día puede incluso prescindir del ser humano y ser el resultado de sucesivos algoritmos que arman palabras, las unen en conceptos y construyen párrafos enteros hasta elaborar una nota informativa.  Esto es lo que hace un procesador con inteligencia artificial, un robot. 
La pionera en utilizar este nuevo ciberedactor ha sido la poderosa agencia Asociated Press(AP). Desde el 2014, cuando se asoció a un gigante tecnológico,  AP logró desplazar a un grupo de periodistas encargados de producir información y publicar estadísticas sobre la Bolsa de Valores. Los Angeles Times también ingresó al mundo de la redacción automatizada de noticias al viralizar su información sobre un incendio redacatada íntegramente por un procesador de información. The New York Times utiliza ciberedactores en su sección deportes. Su procesador de datos es tan desarrollado que no solo puede redactar resultados, sino que ensaya textos con valoración de las jugadas y sopesa las decisiones del entrenador. 
Andrés Openheimer contaba el año pasado, en una conferencia ofrecida en Lima, cómo él mismo ya empezó a usar los programas de desgrabación para procesar sus entrevistas. “Ese trabajo de desgrabar, corregir y editar ya no lo realiza una secretaria ni un periodista, sino una máquina”, reveló. Su afán por investigar hasta donde estamos avanzando en la relación hombre-máquina  lo llevó a un viaje por los países más desarrollados del planeta.  Luego de conversar con académicos, científicos y empresarios de diversos sectores, encontró que la relación es más bien entre tecnología y trabajo. “El 47% por ciento de los trabajos existentes corren el riesgo de automatizarse o volverse obsoletos debido a los avances tecnológicos y el crecimiento de los productos y servicios en línea que están por venir en los próximos veinte años”, afirma en: “¡Sálvese quien pueda!, el futuro del trabajo en la era de la automatización”.
Diversos informes y estudios confirman esta hipótesis y han empezado a arrojar estadística sobre la automatización industrial; y el periodismo es una industria.Los más cautelosos señalan que en los próximos 25 años, la mitad de los procesos industriales que conocemos estarán completamente automatizados. Los algoritmos están ganando la batalla. Su velocidad de uso es tan  acelerado que no se escapan actividades tan subjetivas, subliminales y artísticas, como la música o la pintura. 
En busca del cibertalento
Por 10 mil euros, lGalería Central de Londres, Christie's, puso en venta “la primera obra de arte pintada por un algoritmo”. Se refería al resultado que arrojó un procesador de información al que se le cargó más de 15 mil pinturas del Siglo XIV y XX: “Retrato de Edmond de Belamy, la imagen de un hombre. La firma al pie del cuadro no dejaba dudas sobre su autor:

Fueron tres artistas franceses de 25 años de edad —Hugo Caselles-Dupré, Pierre Fautrel y Gauthier Vernierquienes crearon esta nueva expresión ¿artístico-tecnológica?, compuesto por millones de pixeles. El reto no fue crear una pintura hecha por una inteligencia artificial. Lo que buscaron sus autores fue que la inteligencia artificial creyera que la pintura ¡fue hecha por un ser humano!

Los jóvenes franceses explicaron así su lógica artístico-logarítmica: "Esta nueva tecnología nos permite experimentar sobre la noción de creatividad para una máquina, y el paralelismo con el papel del artista en el proceso de creación. Queremos que el espectador se centre en el proceso creativo: un algoritmo normalmente funciona replicando el comportamiento humano, pero aprende usando su propio camino".
En un futuro cercano, cibertalento será una palabra que identifique  no tanto a cerebros humanos extraordinariamente hábiles en el manejo de las nuevas tecnologías, sino a procesadores automatizados capaces de pensar por sí mismos y aprender a resolver situaciones inesperadas, incluso  resolver problemas o crear cosas nuevas por sí solos.  (... continuará).



22 junio, 2019

Partidos: no más firmas de adherentes

La reforma política aprobada recientemente en la Comisión de Constitución del Congreso de la República —que sustituye la inscripción de adherentes por la de militantes para legalizar la inscripción de un partido— es un experimento electoral que busca fortalecer la institucionalidad política restringiendo el número de partidos políticos. 

Ya no se necesitará buscar el 4% de electores hábiles, las 700 mil firmas de adherentes que en la práctica significaba acopiar cerca de 4 millones de firmas de manera fraudulenta, para inscribir una nueva organización política, sino, por el contrario, bastará adherir el 0.1% del padrón general de votantes y contar con el respaldo diligente de mínimo 23 mil ciudadanos.

Es el primer cambio de las reformas políticas que reestructura la organización. Pasamos del respaldo pasivo y anónimo al compromiso activo y militante.

Los partidos políticos y las organizaciones políticas regionales tendrán un año de plazo para elaborar su padrón de afiliados, identificar sus cuadros directivos —en especial quienes asuman responsabilidades de índole económico-financiera— y solicitar su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones.

Los comités partidarios serán conformados por ciudadanos que domicilien en la localidad organizados en grupos de no menos de 50 afiliados debidamente identificados. El partido nacional deberá tener comités en función en al menos 20 de las 25 regiones y en 65 de las 196 provincias que tiene el país. Los movimientos regionales deberán tener comités partidarios en al menos 4/5 de las provincias que conforman sus respectivas circunscripciones.

Hoy con la valla de las 700 mil firmas válidas tenemos 24 organizaciones políticas inscritas en el Jurado Nacional de Elecciones y los peruanos inscritos en algún partido suman 1 millón y medio (6.25% del padrón electoral). Las organizaciones políticas más antiguas en nuestro país sobrepasan los 150 mil militantes, pero en sus elecciones internas difícilmente se movilizan más de 20 mil partidarios. Es muy probable que al desaparecer el requisito de las 700 mil firmas —complicado, trabajoso y sumamente oneroso, tanto económica como logísticamente—se pueda pensar en una explosión de partidos políticos.

Depende de lo que se entienda por partido político. Si calificáramos a los partidos por sus comités de base en funcionamiento, difícilmente quedaría una organización en pie. Mantener, pues, vivo un partido político no es tarea fácil.

Tener comités de base de 50 militantes activos en al menos 4/5 de las provincias o las regiones requerirá algo más que un solvente poder económico —grande o mediano, limpio u oscuro— que se infiltre en la política, organice estructuras a nivel regional o nacional y pretenda subirse a cuanta tómbola electoral se realice. 

Mantener una organización política viva requiere convicción, ideario, pasión. Un partido es un concierto de voluntades en pos de un objetivo común. Una lista de ciudadanos no hace un partido. Se requiere el vigor de las ideas, la fuerza de la organización y el iderazgo de sus militantes para estudiar los problemas locales, regionales y nacionales y proponer alternativas de solución.

Sin ideas no hay partidos. Solo templos de reunión.  



15 junio, 2019

Partidos: pensar en el Perú

En un interesante artículo sobre el tipo de partidos políticos que debiera tener el Perú, Carlos Meléndez propone tener una especie de think-thanks que abordan, estudian, analizan, temas relevantes y transforman las ideas en iniciativas que podrían ser incluso legislativas.

Touché. Es el debate de fondo. Qué tipos de organizaciones políticas tenemos y qué tipo de partidos necesitamos. Por ahora, nuestras casas políticas no ingresan en las categorías ni de partido de masas, ni de cuadros, ni en la de catch-all party.

No tenemos partidos. Tenemos clubes de barrio abandonados. Ventanillas de empleo precario. Bolsas de trabajo a futuro. Cuadrillas de cargadores que se activan cuatro meses antes de la campaña electoral.

En principio, carecemos de partidos con ideología. No tenemos tampoco organizaciones con estructuras democráticas, sino producto de artilugios legales, componendas sectoriales, cuando no, resultado de imposiciones económicas.

No existen equipos que se dediquen a pensar en los problemas del país. Ni siquiera a conocer su realidad local o regional. Ni qué decir de la dimensión nacional. El factor internacional, simplemente no existe. 

Los partidos tienen estructuras organizacionales del siglo XIX. Las secretarías responden a un ordenamiento vertical, jerarquizado, muchas veces autoritario, que mantiene el control, pero también lo viejo. No permite que fluya el cambio.

Se requieren partidos que funcionen no como shadow cabinet, escondidos, en la sombra, sino como luminous cabinet, abiertos, interdisciplinarios; un gabinete luminoso en ideas. Que estudie el país. Que proponga soluciones. Que aporte puntos de vista. Que debata con altura. Que fortalezca las instituciones, afirmando la democracia en lugar de conspirar contra ella. 

Belaunde tuvo esa práctica desde que apareció en política. En 1956, cuando se presentó por primera vez y no ganó, se reunía todos los lunes con sus diputados electos para analizar la realidad nacional. Algunas veces, invitaba a un experto a exponer un tema de actualidad. De esas conversaciones y debates intensos emergían proyectos de ley y luego normas que cambiaban la realidad.

En el 62 y 63 –antes de llegar al poder–, los encuentros fueron almuerzos, todos los lunes en el Maury. En una de esas reuniones se analizó la obsolescencia del sistema electoral a través de papeletas que cada partido debía llenar en busca de votos y Belaunde le encargó a Javier Alva Orlandini que estudiara el caso. El resultado fue una nueva ley general de elecciones, bajo el principio de votación secreta y universal que usamos hasta hoy.

La premisa básica del partido y su rol fundamental debiera ser pensar en el Perú. Organizar equipos, estudiar a fondo temas de actualidad, problemas sociales que preocupan a la gente y generar consensos para aportar a su solución. Eso, mientras no están en el gobierno. Cuando llegan, su obligación es poner en práctica lo estudiado. Un partido debe ser primero que nada una casa de ideas.


09 junio, 2019

Confianza a plazos


La cuestión de confianza aprobada recientemente por el Congreso de la República (77 a favor, 44 en contra y 3 abstenciones), no cierra definitivamente la crisis de poderes. Es apenas el primer capítulo. Una confianza a plazos.

El segundo y definitivo round vendrá tras la forma final que tendrán los seis proyectos de reforma presentados tras su deliberación y aprobación en el Congreso.

Lo único claro es que el Congreso no tiene vocación de mesa de partes. Y que el ejecutivo defenderá la esencia de los proyectos. 

¿Aceptará, entonces, el gobierno los cambios que introducirá el Congreso a los proyectos presentados? O, por el contrario, ¿inferirá que los mismos han sido modificados, tergiversados, desnaturalizados? Y si esto es así ¿interpretará que la confianza solicitada no le ha sido otorgada por lo que, la disolución del Congreso, volverá nuevamente a la palestra?

No hay coincidencia en la opinión de los constitucionalistas. Sus razonamientos están en uno y otro lado. 

Hay quienes consideran que, aprobada la confianza, se supera el incidente y el Congreso tiene la potestad de reformar la constitución sin que penda sobre su institucionalidad una espada de Damocles. Pero hay también letrados que señalan todo lo contrario y que de alterarse la esencia de los proyectos se entenderá que la confianza otorgada ha sido traicionada y quedará expedito el camino para que el ejecutivo disuelva el Congreso.

Este segundo capítulo, entonces, no se dirimirá por la vía legal-constitucional, sino por el político. El ejecutivo levantará la bandera de que las reformas políticas son necesarias para avanzar en la modernización del país y el legislativo defenderá la autonomía de su fuero en materia de reforma constitucional. Quien venda mejor su respectiva posición ante la opinión pública, inclinará la balanza.

En las próximas semanas sabremos si el espíritu de diálogo y acuerdo que desplegaron varios congresistas durante el primer tiempo de la cuestión de confianza, se mantiene o si, por el contrario, asistimos a un nuevo capítulo de crispación, desentendimiento y choque de poderes, que volverá a zarandear el país. Una confianza a plazos y en dos armadas.

01 junio, 2019

Confianza y esencia


Entre trabajar y construir el consenso en torno a las reformas políticas o coincidir con la calle y patearle el trasero al legislativo, el ejecutivo prefirió lo segundo. Estamos a punto de una colisión de poderes. El ejecutivo pretende que el Congreso le apruebe, de manera express, cinco proyectos de reforma política empaquetados en un corsé de tiempo y forma que deja al primer poder del Estado casi como una mesa de partes.

El cierre o disolución del Congreso es inminente. La confianza solicitada por el ejecutivo no puede estar basada en un acto de fuerza. Ni en una atribución que no se tiene. El Art. 206 de la Constitución lo señala expresamente: “La ley de reforma constitucional no puede ser observada por el presidente de la República”.

El presidente carece de la facultad de observar una ley de reforma o modificación constitucional. Si no tiene esta atribución, ¿cómo podría el ejecutivo argumentar que el Congreso ha variado la esencia de una norma de reforma constitucional y, por consiguiente, interpretar que no se le ha dado la confianza? 

Un poder no puede reclamar una función que la ley no le faculta. Sin esencia no hay confianza, That´s the question.

Además, ¿ha reparado el ejecutivo en la incongruencia insalvable que existe entre realizar elecciones internas, abiertas, simultáneas y obligatorias para toda la ciudadanía con la finalidad de elegir a los candidatos de las organizaciones políticas (Proyecto de Ley N.- 4187/2018-PE) y el proyecto que elimina el voto preferencial en las listas parlamentarias y establece la alternancia y equidad de género en la composición de dichas listas (Proyecto de Ley N.- 4186/2018-PE)?

Si las organizaciones presentan listas alternas y con equidad de género en las primarias, estas variarán apenas termine el escrutinio de esos resultados. Y si, por el contrario, lo que se pretende es que la lista final presentada a las elecciones generales y parlamentarias tenga el criterio de equidad de género y alternancia ¿para qué hacemos primarias si no vamos a respetar el orden dictado por el electorado?

Lo más sensato es realizar primarias y que se ordenen las listas según los votos obtenidos. Alterar este orden electoral meritocrático traerá más injusticias que remedio.

Una reforma política requiere tiempo, debate más allá de las organizaciones políticas y mucho trabajo para construir consensos. El Acuerdo Nacional puede convertirse en un foro de discusión en el que se expresen los diversos grupos políticos, económicos y sociales. Es la hora de las instituciones. El Tribunal Constitucional debe ser consultado.

Estamos a punto de tirar todo por la borda y entrar a una vorágine electoral interminable. Nuevo Congreso. Referéndum. Elecciones generales. Otra vez nuevo Congreso. Una cosa de locos. Dejemos que este Congreso termine sus funciones y que sea un nuevo Parlamento, el 2021, el que asuma, sin urgencias, ni presiones, la tarea de reestructurar, reformar, modernizar, nuestras reglas de juego y convivencia social. No juguemos con la democracia.