30 diciembre, 2010

Twitteo político

El twitter, facebook y otras redes sociales son instrumentos, herramientas electrónicas, digitales, producto de la revolución tecnológica que vivimos.

Son sobre todo nuevos medios de comunicación con sistemas y códigos propios.

No son, por tanto -no pueden serlo-, ajenos al quehacer político.

Las redes sociales enlazan grupos humanos. Y si el político las utiliza, son también fuente de información para la prensa.

La revolución de la información obliga a utilizar estas nuevas herramientas, y a comunicarse de manera viva, diferente y permanente en el ciberespacio.

El lema es adaptarse o morir. Implica un nuevo lenguaje; directo, coloquial, casi informal, amigable.

El uso de las TIC requiere, por eso, un cambio de actitud, temperamento y mentalidad.

El proceso político es en sí mismo un diálogo permanente entre gobernantes y gobernados y las nuevas herramientas de comunicación contribuyen precisamente a potenciar, facilitar, acercar, ese proceso.

Las redes sociales permiten ese contacto directo; tienen, además, la característica de la interactividad y la inmediatez del mensaje.

En un mundo veloz, las redes pueden llegar a convertirse en el nervio central del proceso político. Hoy existen en el mundo 500 millones de personas relacionadas en Facebook. Y el número crece exponencialmente. Lo virtual se confunde con lo real.

Las nuevas tecnologías de la información han transformado nuestra manera de entender al mundo y nuestra forma de relacionarnos en el.

Brevedad, o mejor aún, concisión, es la característica que mejor identifica y diferencia este nuevo mundo.

Si la radio fue el medio por excelencia de los cincuenta y la televisión de los sesenta-setenta, el internet, es el medio de comunicación del siglo XXI.

Ello implica un reto. En política, el mantener una comunicación fluida con los ciudadanos. Y en campaña electoral, el de promover un debate alturado de ideas y propuestas.

Sobre la ola de insultos vía twitter que ha escandalizado a los medios tradicionales, en diciembre del año pasado nos pronunciamos cuando El Comercio fue víctima de la publicación en portada del 18/12/2009, de una carta del lector firmada por un inexistente “Sr. Tsura Tukuro”.

En ese momento señalamos “la extremada y riesgosa ligereza que existe en la web para publicar comentarios anónimos”.

Insultos, bajezas, calumnias, injurias, o simples disparates, se publican a diario en la sección comentarios de las noticias que se cuelgan en la web.

Los ataques descarnados y abusivos de anónimos francotiradores no son filtrados por los administradores de las páginas, principalmente dedicadas a la publicación de noticias.

No se puede pretender ahora rasgarse las vestiduras por los “excesos” del twitter, sin antes poner coto a los comentarios-basura que anónimos dejan a diario en los portales de noticias.

¿Por qué existe un código de ética para las publicaciones físicas –diarios y revistas– y no uno para las páginas de esos mismos diarios en internet?

El twitter es el nuevo gorjeo de los políticos. Y bien sabemos que en el mundo de los pájaros no todos trinan, ni cantan. Cada quién pía lo que puede.

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Texto en base a Introducción del autor para el libro "Política 2.0" de próxima aparición.

27 diciembre, 2010

Desvaríos de Navidad

Algunas cosas raras me ocurren con la navidad. De chico nunca tuve un árbol y ahora que lo tengo a mis hijos les cuesta armarlo. Y luego es más difícil todavía desarmarlo. En casa no acostumbrábamos a armar ni arbolitos, ni nacimientos, ni cenas de nochebuena. Aquella noche transcurría casi como cualquier otra. Cenábamos temprano, abríamos antes que nadie los regalos y mi hermano y yo salíamos a la calle a pasar las doce fuera de casa porque mamá dormía para entonces. Por lo general, lo que hacía era pasarla fuera de casa, en la de algún amigo, viviendo con él la navidad o pegado al televisor que anunciaba la celebración de la fiesta en otras partes del mundo. Buscaba algunos pasadores viejos y hacía mi “mechita” para reventar cuetecillos toda la noche. Con el tiempo, la alegría de las fiestas se fue transformando en un sentimiento distinto. Ahora era yo quien buscaba llegar temprano a casa para celebrar la navidad y obligaba a mi madre, mi tía, hermano y sobrino a no dormirse antes de la medianoche hasta esperar la nochebuena. Conforme pasó el tiempo, la celebración de esta fiesta cobró un sentido de tristeza. Pensaba en la gente que no podía celebrar. Que pasaba hambre y soledad. Las luces y los villancicos me envolvían en una nube de desconsuelo y desolación. Mi corazón albergaba un amor y separarme de ella en estas fechas me era muy doloroso. La llegada de mis hijos amenguó ese dolor. Con ellos, la navidad volvió a recobrar el brío y la sensación de felicidad que tenía cuando niño. Las canciones y las luces alegraban ahora mi vida. Lo mismo que los regalos y la cena de nochebuena. Ellos son la navidad, pensaba. Pero ahora ellos mismos están creciendo y siento temor que las navidades regresen a ser un pozo profundo de melancolía. Todo eso pienso ahora que descanso un poco y contemplo el árbol, armado e iluminado en un rincón de la casa, y me pregunto si esta vez los chicos lo desarmaran rápidamente sin que reniegue y lo vea allí hasta bien pasadas la bajada de reyes, que nadie recuerda ya que existen, y que en algún tiempo se celebraban tanto o más que la misma navidad.

23 diciembre, 2010

Mario Vargas Llosa: defensor de la Democracia y la Libertad

A Mario hay que verlo, entenderlo y quererlo en sus tres dimensiones:

El literato que vive y escribe con disciplina y pasión.

El periodista que piensa y opina de manera abierta y crítica sobre diversos temas de actualidad.

Y el político, defensor de valores fundacionales de la sociedad como la democracia y la libertad.

Sobre este último aspecto -menos comprendido-, quiero referirme hoy.

Si la política es el arte de lo posible; Mario la trasciende.

Porque más que un político, Mario es hoy un referente moral para el país.

Reconocemos en él a un hombre íntegro, honesto, comprometido con sus ideas, que son las ideas del mundo moderno: la verdad, la justicia y la libertad.

Un hombre que se rebela ante la deformación de la autoridad, que es el autoritarismo.

Un hombre que desde la ficción, se subleva contra el poder abusivo.

Y desde la realidad, nos propone dirimir nuestras diferencias dentro del cauce
democrático.

Sin dictaduras. De derecha o de izquierda.

Sin ataduras.

Nos propone un mundo abierto y libre como el hombre mismo.

Mario es un referente moral porque siempre ha sido honesto consigo mismo y con su pensamiento.

En el fondo no hay un Mario de izquierda o de derecha. Hay un Mario que busca la justicia.

Por eso creo que Mario logró pasar de la literatura comprometida de su juventud, a la política prometida de la madurez.

Una política basada en valores y principios.

Una política que busca la realización plena del ser humano.

Esa política lo llevó un día a dejar el escritorio y salir a las calles para defender lo que creía justo.

Al hacerlo, renovó no sólo su espíritu combativo, sino también las ideas en nuestro país.

Sembró semillas de libertad cuyos frutos los recogemos hasta hoy.
Esas ideas cambiaron el país y cambiaron a las personas.

Como el Consejero de su novela, también él era alto y delgado y tenía la mirada profunda.

Nos habló de la justicia, la democracia y la esperanza. Nos habló de tiempos nuevos, modernos, donde cada uno valía por sí mismo y no en función de utopías arcaicas.

Cuando el poder vivía eclipsado por las ideas estatistas, él tuvo la claridad y brillantez intelectual de defender al hombre desde la libertad del individuo.

Más tarde, cuando el país lo llamó para enfrentar a la dictadura, él se plegó a la causa de recuperar la democracia y expresó su adhesión plena a la Marcha de los Cuatro Suyos.

Y en eso nos parecemos: cuando saliste a las calles, tú también te pusiste la vincha; la vincha de la libertad.

Su voz fue escuchada en el mundo.

Por eso, Mario puede hablar y denostar con propiedad las injusticias, el oprobio y los abusos del poder que se cometen en diversos puntos del planeta.

Denuncia las guerras, las invasiones, los latrocinios, las matanzas y el fanatismo sea religioso o político.

Mario vive los temas del mundo y no permanece impasible ante ellos. Toma postura y defiende su punto de vista.

Toda una vida consagrada a la escritura en sus diferentes facetas: la literatura, el periodismo, el ensayo.

Siempre le he escuchado decir a Mario que la literatura más que inspiración, es transpiración; trabajo arduo y sostenido.

Después de algunos años en estos avatares, creo que la política es igual.
Con la diferencia de que la política suele ser efímera, mientras que la literatura, eterna.

Por eso, Mario sigue y seguirá vigente.

Hoy más que nunca su obra y pensamiento trascienden.

Y trascenderá –estoy seguro– su propia y humana temporalidad.

Muchas gracias.

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Discurso de Orden del Presidente Alejandro Toledo durante la ceremonia de imposición de la Medalla Fernando Belaunde Terry al escritor Mario Vargas Llosa. USIL, 22 de diciembre de 2010.

16 diciembre, 2010

Facebook, la aldea global y el Homo Mobilis

Que los dos personajes finalistas a la nominación de “Hombre del año 2010” de la Revista Time fueran Marck Zuckerberg y Julian Assange, fundadores de Facebook y Wikileaks, respectivamente, es -qué duda cabe-, señal de los tiempos. Tiempos en los que el mundo virtual se fusiona con el real, superándolo.

Una versión de la historia de la aparición de Facebook la podemos ver por estos días en el cine. Lo que empezó como un proyecto universitario, producto de la inteligencia y curiosidad de su creador, se convirtió en una empresa multimillonaria que hoy cuenta con más de 500 millones de usuarios en el mundo.

Wikileaks, por su parte, es un portal de investigación que ha puesto en vilo al mundo tras haber obtenido y redistribuido información clasificada de los Estados Unidos que pone al descubierto la manera en que sus agentes internacionales conciben y hacen política. Y, lo que es más grave, desnuda el sistema de seguridad del Hegemon.
Entre las consideraciones de la revista Time para otorgar finalmente el premio a Zuckerberg, está el hecho de que en menos de siete años logró interconectar a una doceava parte de la humanidad en una sola red que tiene… ¡dos veces el tamaño de los Estados Unidos!

“Si Facebook fuera un país sería el tercero más grande luego de China e India”, señala Time. Es un país sin fronteras, ni banderas, ni himno. Pero con identidad global. Facebook es un estilo, una forma de ser y estar.

Las redes sociales están cambiando al mundo. Estamos mucho más comunicados que antes, pero no más integrados. Es la era del byte to byte que sucede a la del face to face. Ante nuestra imposibilidad de relacionarnos personalmente adoptamos una second life. Una vida de avatares, en lugar de una de seres humanos.

Vivimos en una aldea global como alguna vez imagino Marshall MacLuhan, pero no por ello estamos más cercanos. Vivimos conectados al mundo, sí, pero desde nuestro solitaria computadora. Es una nueva forma de entender al mundo que nos plantea grandes cambios en todo aspecto de la vida social y política. Tal parece que hemos pasado de las sensaciones vía los latidos del corazón a las pulsaciones binarias. Finalmente el Homo Habilis ha evolucionado a un Homo Mobilis, pendiente y prendido a una pantalla.

08 diciembre, 2010

Discurso de Vargas Llosa: el arte de escribir y de amar

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d'Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.


La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.


Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.


No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.


Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.


Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.


Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.
Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos -aunque nunca llegaremos a alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.


En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy -que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.


De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general De Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.


De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.


Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman "las raíces", mis vínculos con mi propio país -lo que tampoco tendría mucha importancia-, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.


Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si -el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan- el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de Estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.


Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de "todas las sangres". No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y a la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.


Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.


De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.
Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.


Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.
No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.


El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban "el pie ajeno" -lindo y triste apelativo-, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebés al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño -la llamábamos el Barrio Alegre-, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.


El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir".
Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.


Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. "Escribir es una manera de vivir", dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.
Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).


La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.


Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas -rayos, truenos, gruñidos de las fieras-, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.


Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.


De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

28 noviembre, 2010

Partidos, alianzas y parches

Los partidos han ingresado a un baile frenético de sillas musicales. Se mueven de un lado a otro de la sala haciendo y deshaciendo pactos, acuerdos o alianzas para evitar quedarse fuera del baile electoral 2011.

No importa el ritmo que cada uno domine. Todo se conversa, todo se consulta, todo se negocia.

Los líderes están a la orden del día. Listos para escuchar propuestas y listos también para desconocerlas.

Son decisiones que pasan por personas, más que por instituciones; resultado de tener partidos caudillistas o una política antropromorfa.

¿Qué negocian estos caudillos? ¿Programas de gobierno? ¿Visión de país? ¿Puntos de vista concordantes? No. Urgencias más terrenales: planchas presidenciales, cupos al Congreso, puestos ejecutivos.

Nada malo, por cierto. Pero también, nada más, lamentablemente. Sumas por un lado, restas por el otro, el final de una conversación marca el inicio de otra. Y así van apareciendo los grupos, las alianzas, que tienen al 11 de diciembre como fecha tope para su formación. Oído a la música…

24 noviembre, 2010

Corrupción S.A.

El índice de corrupción de un país no siempre es consustancial al grado o nivel de democracia. Es decir, puede existir un régimen democrático que sea igual o más corrupto que una dictadura. El caso del renunciante ministro del Interior, Fernando Barrios, lo demuestra.

Ser pillado in fraganti cobrando más de 190 mil soles por liquidación y “despido arbitrario”, fabricado legalmente, revela algo más que un rasgo de viveza criolla. Es un acto de conducta rapaz.

Ese sólo ejemplo, más allá de que el dinero se haya devuelto al fisco y que el ministro se haya ido a su casa, basta para entender el poder letal que tiene la corrupción sobre el sistema político.

La corrupción horada el sistema democrático. Lo perfora en su nivel más sensible: la confianza ciudadana en la democracia y en sus autoridades.

De manera que nadie debiera sorprenderse por las encuestas que ubican al Perú como el país con el mayor grado de percepción ciudadana en materia de corrupción pública y privada. Y al mismo tiempo, el país en el que menos confianza se tiene en la democracia.

La conclusión es que a mayor corrupción tenemos menos democracia, lo que implica al mismo tiempo que las puertas hacia soluciones autoritarias empiezan a abrirse.

Es una pesada herencia la que este segundo gobierno del Presidente Alan García nos deja. Un lastre moral que refuerza la sensación de que los grupos políticos se preparan para asaltar el poder y desvalijar las arcas públicas. No todos, felizmente. Pero la efervescencia rufianesca es tan grande que cada vez menos diferenciarán entre una organización y otra.

Este es un gobierno esencialmente corrupto. Lo comentan en los círculos más altos e informados, lo intuyen en los sectores medios y bajos; y lo constatamos ahora en todas las escalas sociales, con denuncias como la que comentamos ventiladas por la prensa.

El sistema político en general pierde con este tipo de acciones. La democracia, los partidos y las instituciones en general, también. ¿Hay esperanza? Siempre la hay. Siempre. Pero hasta cuándo.

22 noviembre, 2010

PPC: “Se reserva el derecho de admisión”

La frase no podría ser más reveladora. El PPC sigue siendo un club exclusivo. Un coto cerrado donde la política está reservada a un grupo selecto que ante la demanda de apertura y cambio de nuevos clientes “se reserva el derecho de admisión”; es decir, decide quién entra y quién no.

Y a juzgar por lo ocurrido este fin de semana, a Daniel Córdova le han tirado un portazo en las narices. El caso del economista es digno de tener en cuenta. Profesional a carta cabal, decidió un buen día que debía hacer política por la vía institucional, o sea a través de un partido político. Estudió las alternativas y encontró que la doctrina socialcristiana del PPC se acercaba a su pensamiento.

Entonces, hizo lo que ha hecho en la empresa privada. Realizó un análisis FODA del partido y pidió una cita con Lourdes Flores para explicarle por qué quería formar parte del PPC y qué debía hacer el partido para estimular su crecimiento.

Después de oírlo --cuenta Córdova-- Lourdes le propuso que en lugar de ingresar como militante de a pie, pensara en encabezar una fórmula presidencial.

Y aquí cambió la historia.

Córdova se la creyó, llamó algunos amigos, rompió el chanchito y utilizando modernas técnicas de marketing político desplegó una campaña política y publicitaria en medios para tentar la candidatura.

La respuesta ha sido furibunda. Le han dicho cosas como que está más perdido que un consumidor de crack en Nueva York. Fuerte.

¿Por qué reacciona así el PPC? ¿No es acaso positivo que el partido abra sus puertas a profesionales serios como Daniel Córdova? Sí y no. Es positivo, claro, que la gente decida hacer política institucional, que milite en un partido político y que canalice dentro de él sus expectativas.

Pero lo que no está bien es hacerlo de la manera en que Córdova asumió la tarea. Hacerlo sin lograr consensos al interior de la agrupación y presionar desde afuera a través de entrevistas en medios y con una fuerte inversión en publicidad, no es una buena manera de tocar las puertas a un club político para decirle: oye, aquí está tu candidato salvador a la Presidencia de la República.

En el Perú no existe esta costumbre. La campaña de Córdova parecía casi, casi, una lucha por las primarías en los partidos Demócrata o Republicano de los Estados Unidos. Un despliegue inusitado que alteró los nervios en un partido conservador y familiar como es el PPC.

¿Analizó Córdova los grupos de poder al interior del partido? ¿Tabuló adecuadamente el peso de la familia Bedoya? ¿Ponderó en su justa medida los poderes intermedios, emergentes o personales dentro del PPC?

No del todo, a juzgar por los resultados. Tampoco fue una buena movida presentarse como independiente cuando aún figuraba como miembro activo en los padrones del Partido Renovación de Rafael Rey. En política estos descuidos no se perdonan.

Su propuesta audaz de ir sin alianzas –descartando a Solidaridad Nacional como acaba de aprobar la dirigencia nacional del PPC- no hizo más que apurar los apetitos internos de los caudillos partidarios.

Muchos errores de partida, como para empezar una carrera política en un partido político consolidado. No es mal negocio, sin embargo, haber movido el cotarro y alcanzar 2% en la más reciente medición de Ipsos Apoyo. Lo que le alcanza para iniciar el sueño del partido propio… para las próximas elecciones.

Salvo que persevere y, como ha dicho Raúl Castro, "al terminar la elección presidencial hay que darle oportunidad de inscribierse en el PPC, no para que gaste 100 mil dólares en una semana en avisos tomando el nombre del partido, sino para que se ensucie (los zapatos) y recorra el país".

16 noviembre, 2010

Reacciones Post CADE

DISCURSO CADE DE ALEJANDRO TOLEDO COMENTARIOS Y REACCIONES (14 de Noviembre de 2010)

1. “Su exposición arrancó numerosos aplausos entre los asistentes”. (EL COMERCIO, P. a6).

2. “La química entre Toledo y el auditorio no se reedituó con Castañeda”. (PERÚ 21, P. 2).

3. “El discurso de Toledo fue escuchado con atención y arrancó aplausos de los empresarios presentes en varias ocasiones” (LA REPÚBLICA, p.3).

4. “Alejandro Toledo realizó un discurso estructurado para mostrarse como alguien que ya gobernó con éxito, que tiene capacidad de autocrítica, y que, a partir de ello, la siguiente vez tendría un mejor desempeño en el objetivo declarado por él mismo de seguir avanzando para colocar al país en la primera liga del progreso mundial. Fue una buena presentación en la que, sin aterrizar en muchos planteamientos específicos, confirmó que Toledo se mueve bien en el terreno de la competitividad y que es un buen candidato” (AUGUSTO ALVAREZ RODRICH, LA REPÚBLICA, p.8).

5. “El ex presidente hizo un mensaje correcto -dentro de la gran oportunidad de ser el primero en exponer-, muy pormenorizado, de tinte tecnocrático al mismo tiempo de reivindicación de su obra gubernamental, sazonando con alguna ocurrencia cómica. Habló mucho de competitividad y recitó cómodamente a Porter. Y no le faltaron algunas autocríticas, como en el caso de la regionalización que implementó. Se atribuyó todo el mérito del natural rebote económico que siguió a mediados de su gobierno tras la feroz casi depresión económica que se vivió desde 1998. Prometió internet gratuito y le metió palo a Alan con temas como la corrupción y el "Baguazo". (ALDO MARIÁTEGUI, p.2).

6. “… y sus colaboradores comentaron que la víspera se quedó hasta la 1:00 a.m. preparando su discurso. Valió la pena. Fue el más aplaudido y también el que hizo mejores chistes”. (DIARIO 16, p.4).

7. “Fue el más político de los discursos. Va a tener que ser más claro con el tema de aumento a los maestros y en ofrecer algo más al público que “Tú lo conoces, vota por él”. (JOSE ALEJANDRO GODOY http://www.desdeeltercerpiso.com/2010/11/todo-sobre-la-cade/).

8. “El primero fue Toledo, quien demostró que los años que lleva viajando por el mundo como ex mandatario le han dado confianza y ahora domina la escena en la que se presenta. Sus propuestas fueron claramente electoreras – aumentar sueldos en general en el Estado–, pero aun en un auditorio compuesto por los principales contribuyentes que tendrían que financiar su generosidad, sus ofrecimientos no cayeron mal. Considerando que también parece tener el mayor equipo de campaña, dio una clara señal de que es un candidato de peso” (FRITZ DU BOIS, DIRECTOR DE PERU 21, LUNES 15 DE NOVIEMBRE DE 2010. P.2).

13 noviembre, 2010

Toledo en el CADE 2010

“El crecimiento económico no es competitivo ni sostenible sin inclusión social”
Permítanme insertar nuestro país en el mundo y en América Latina para contextualizar el reto de la competitividad en el Perú.
La economía mundial vive momentos desafiantes y en algunos casos amenazantes.
La crisis del 2008-2009 encuentra a las economías latinoamericanas fortalecidas en comparación con hace 25 años. Pero debemos estar alertas a los efectos de factores externos no deseados.
A grandes pinceladas, esto viene ocurriendo en EL MUNDO:
Estados Unidos no termina de recuperarse de la crisis 2008 -2009.
El pronóstico de crecimiento para el 2010 es del orden de 2,4%, después de venir el año pasado en menos 2,2%. Pero la tasa de desempleo sigue en alrededor de 10%.
Los 600 mil millones de dólares que el Presidente Obama ha inyectado al mercado pueden contribuir a darle dinamismo y ayudar a su recuperación.
Sin embargo, Estados Unidos no está libre de una recaída.
Y los médicos dicen que una recaída puede ser peor que la propia enfermedad.
Una mayor liquidez origina tasas de interés más baja en Estados Unidos. Esos dólares vienen luego en busca de mercados emergentes como el nuestro, reduciendo el tipo de cambio real, lo que puede terminar siendo contraproducente para nuestras exportaciones y abaratando las importaciones que compiten con nuestros productos.
En Europa se espera una tasa de crecimiento de alrededor de 1,1%.
Esperamos que los esfuerzos que realiza Alemania y otros países de la Unión Europea para encapsular las crisis de Grecia, España -y en menor medida Francia- tenga éxito.
Sobre todo para evitar que esa crisis financiera se expanda a los Estados Unidos y tenga un efecto de arrastre adverso en la economía latinoamericana y, consecuentemente, en la peruana.
China e India seguirán creciendo entre 8% y 9% y continuarán jugando un papel preponderante en las economías latinoamericanas. El Perú seguirá beneficiándose de ese crecimiento.

AMERICA LATINA
Las economías latinoamericanas, en promedio, tienen un pronóstico alentador.
América Latina viene creciendo en alrededor de 4% en los últimos 4 años. No hay razón para que eso no continúe.
Sin embargo, América Latina como región enfrenta un reto mayor: crecer disminuyendo su tasa de desempleo, reducir la pobreza, diversificar la producción y trabajar hacia una con mayor inclusión social.
El reto es dar el salto de ser una región exportadora de materias primas a una economía con crecimiento más diversificado y con mayor valor agregado.
EL PERU
En este contexto en el cual se desarrolla la economía mundial y latinoamericana, el Perú tiene el reto de construir el segundo capítulo de su futuro al cual hizo referencia ayer el profesor Michel Porter.
Construir un país con crecimiento sostenido, con producción diversificada, competitivo, con menos pobreza y mayor inclusión.
Este esfuerzo adquiere relevancia, ante su posición geográfica privilegiada en la Cuenca del Asia-Pacífico.
Debemos comenzar por lo primero.
Recibimos una economía recesada desde 1997. El 2001 el país tenía un crecimiento de 0,2% y cinco años después lo dejamos 7,7%.
El déficit fiscal en el 2001 era menos 2,5% y el 2006 lo dejamos con un superávit de 2,1%.
Recibimos una inflación de 2% y la dejamos en 2%.
Recibimos una economía con un ingreso per cápita de 2,500 dólares y ahora gracias a las bases que sentamos en el crecimiento económico y a la continuidad que le ha dado el presente gobierno el per cápita está en 5 mil dólares.
Entre el 2001 y el 2006 triplicamos las exportaciones. Pasamos de 7,026 millones de dólares a 23,830 millones de dólares.
Hicimos algunas obras: La Interoceánica del Sur y del Norte, Las Bambas, Camisea, El Puerto del Callao, El Acuerdo Comercial con los Estados Unidos, Unión Europea, Tailandia, Singapur.
Incrementamos el 100% los sueldos de los maestros. Se creó el Consejo Nacional de Competitividad y se elevó a política de Estado en el Acuerdo Nacional. Creamos el Plan Nacional de Competitividad.
El reto hoy es definir y ponernos de acuerdo sobre el horizonte y visión de futuro para saber hacia dónde queremos llegar los próximos 20 años, teniendo como primera evaluación el Bicentenario de la Independencia; el 2021.
Esto requiere una alta dosis de madurez política para obtener consensos sobre esta direccionalidad hacia el futuro.
El Perú tiene entre sus manos por primera vez en su historia la gran oportunidad de dejar de ser un país exportador de materias primas para convertirse en uno que de valor agregado a sus exportaciones.
Bienvenida sean las inversiones en sectores extractivos, pero busquemos también inversión en salud, educación, innovación tecnológica para ser menos vulnerables a factores externos.
Mi visión del Perú es un país que consolida el crecimiento económico alcanzado en los últimos dos periodos de gobierno, diversifica su producción, crea más empleos de calidad, disminuye la pobreza, genera más inclusión y, consecuentemente, más competitividad.
Si somos capaces de construir un país más cohesionado culturalmente, no veo razón alguna para que el 2021 el Perú no esté preparado para jugar en la liga mayor de la economía mundial.
Tenemos todo. Hemos demostrado lo que somos capaces de hacer.
Si somos capaces de construir una sociedad más cohesionada basada en nuestra diversidad cultural, el Perú no tiene razones para no dar el salto hacia un desarrollo sostenido y sustentable.
El crecimiento económico no es competitivo ni sostenible, sin inclusión social.
Para ser competitivos y entrar a la primera liga de la economía mundial, necesitamos tener políticas sociales deliberadas y medibles que acompañen el crecimiento económico sostenido.
Por políticas sociales deliberadas, me refiero a la responsabilidad que le corresponde al Estado de tener políticas sociales explícitas de mejorar la calidad de la gestión púbica y de ser competitivo.
En Salud:
Necesitamos revertir la tasa de 18% que tenemos en Niños menores de 5 años con desnutrición crónica.
En Educación:
Proponemos elevar la inversión en educación por alumno para incrementar la calidad de la Educación.
Uno de los componentes del desafío complejo que significa mejorar la calidad de la educación de aquí al 2016, es doblar el sueldo a los maestros.
En un eventual gobierno de Perú Posible, en la búsqueda de mayor calidad educativa, como ingrediente de buscar mayor competitividad en el mundo, volveremos a doblar el sueldo a los maestros.
Necesitamos establecernos metas para evaluar los rendimientos. El aumento del 100% debe estar enmarcado dentro de la disciplina fiscal para no caer en el populismo. Los aumentos salariales deben estar condicionados a recibir educación de mayor calidad.
Inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación
Hoy invertimos 0.15% del PBI en innovación tecnológica. Es una meta alcanzable invertir no menos de 2% para el 2021.
Planteo que en el marco de la democracia digital, el Perú en el año 2016, tendrá acceso gratis a internet, en todas aquellas áreas donde ahora no existe.
Infraestructura
Agua, desagüe, caminos rurales, electrificación, carreteras, puertos, aeropuertos; competitivos para exportar más y mejor.
El crecimiento genera más presiones por energía. Hoy tenemos problemas en esta área que si no los atendemos puede generar el colapso.
Reformas de las instituciones democráticas
La administración de justicia.
No es posible que el Perú sea competitivo con un sistema de administración de justicia, la justicia se compra y se vende. La inestabilidad jurídica ahuyenta la captación de capitales de inversión.
Corrupción
Según el Global Competitiveness Report (2010-2011), en Desviación de fondos públicos el 2009 ocupábamos el puesto 68. Este año hemos caído al puesto 86, de 139.
Esto no nos ayuda a ser un país competitivo.
Hoy 51% de los ciudadanos considera que la corrupción es el principal problema del Perú. Y 56% cree que la corrupción de funcionarios públicos es uno de los obstáculos que impide ser competitivo en camino al desarrollo.
No hay espacio para la ambigüedad de luchar contra el Terrorismo y el Narcotráfico.
El narcotráfico puede ser uno de los cánceres de nuestra sociedad y nuestra economía.
Reflexiones finales
Apostamos por crecer a no menos del 7% de manera sostenida en el próximo quinquenio.
Apostamos por una oferta exportable con mayor valor agregado.
Apostamos por infraestructura y conectividad eficiente.
Hemos hecho lo necesario para crecer; ahora es momento de desarrollarnos social y sustentablemente.
Hemos mejorado en aspectos comerciales y financieros; ahora es el momento de la productividad y la competitividad.
Hemos abierto las puertas a los mercados internacionales; ahora es momento de aprovechar dichas oportunidades.
Hemos instalado la economía social de mercado; ahora es momento de potenciar el factor social de esa ecuación.
Hemos sentido orgullo de nuestro pasado glorioso; ahora es momento de preservar nuestros recursos naturales y culturales, y ponerlos en valor.
Hemos mejorado nuestra autoestima nacional; ahora es momento de pensar en grande.
Hemos soñado demasiado con los ojos cerrados; ahora es momento de actuar con los ojos abiertos.
Los convoco a construir juntos una visión de futuro. El Perú de unos pocos, no es el Perú que queremos. Los invito a construir juntos la visión de futuro que crece competitivamente y con inclusión social.

Muchas gracias.

Urubamba, 13 de Noviembre de 2010.

10 noviembre, 2010

Alejandro Toledo anuncia candidatura presidencial

Discurso del presidente Alejandro Toledo al anunciar su candidatura a la Presidencia de la República. Hotel Bolívar, Lima. 10 de Noviembre de 2010. “Tiempo de luchar por una vida mejor para todos”

"Mil gracias por venir. Gracias de corazón.

Hay un tiempo para escuchar; tiempo para pensar; tiempo para decidir. Y hay tiempo para actuar.

Para mí, hoy es tiempo de decidir, de actuar y de luchar.

Luchar por una causa justa, por una vida más digna para todos los peruanos, particularmente para los que menos tienen y los excluidos.

Luchar por un Perú más justo, más equitativo y más próspero.

Por estas razones, les comunico formalmente que he decidido volver a postular a la Presidencia de la República del Perú.

Para este propósito pondré todo mi esfuerzo para que mi partido Perú Posible formalice mi candidatura.

Déjenme que les diga que me presento con la ilusión del primer día, con la misma motivación de siempre, con la experiencia de haber gobernado, pero con el compromiso de potenciar lo que hice bien y no repetir lo que hice mal.

No soy un hombre que prometo; Soy una persona que lucho y me comprometo.

Regreso para trabajar por ustedes y con ustedes, para construir una vida mejor; con precios más estables en los mercados y con empleos dignos y bien remunerados.

El empleo de cada uno de nosotros es cosa de todos.

Vivir hoy no debería costar más que ayer.

Quiero anunciar que regreso para iniciar una revolución en la Educación, particularmente en la calidad educativa.

El Perú del mañana empieza en nuestras escuelas.

Vuelvo para luchar por una vida con igualdad de oportunidades para todos, particularmente para los excluidos.

El Perú de unos pocos, no es el Perú que quiero.

Por estos motivos sí vale la pena luchar y enfrentar todos los obstáculos que nos ponga el destino por delante.

Mi vida ha sido y es una lucha constante, llena de retos. Y estoy dispuesto a asumirlos.

Aspiro a dirigir nuevamente los destinos de nuestro país.

Y luchar por una vida digna. Esto significa:

- Luchar para que los precios de la canasta básica familiar no suban.

- Luchar para crear más y mejores empleos.

- Luchar para que la juventud tenga un futuro mejor.

A los jóvenes les digo: tu futuro ya llegó.

A todos los peruanos les digo: no me presento para gobernar solo. El Perú se gobierna entre todos. Hagámoslo juntos.

Ustedes alimenten a sus familiares; que de luchar por los precios bajos me ocuparé yo.

Ustedes lleven sus hijos a la escuela; que de los salarios de los maestros y de la calidad de la Educación, me ocuparé yo.

Ustedes trabajen y produzcan con responsabilidad; que de la creación de empleo bien remunerado, me ocuparé yo.

ESE ES MI COMPROMISO CON EL PUEBLO DEL PERÚ. Gobernar con ustedes y para ustedes.

Permítanme compartir, sin embargo, algunas preocupaciones.

Me preocupa la vulnerabilidad de la economía peruana a factores externos.

Me duele que a pesar del crecimiento económico, no seamos capaces de cambiar el rostro social del Perú.

Más crecimiento debería ser sinónimo de menos pobreza.

Me preocupa también la fragilidad de las instituciones democráticas, tanto como preocupa el crecimiento de la corrupción.

Me preocupa el medio ambiente de hoy, pero me preocupa más el del mañana. Me preocupa, porque es la herencia más importante que dejamos a nuestros hijos.

Me preocupa el déficit de infraestructura física, de energía y de agua limpia.

Regreso para luchar con ustedes y evitar juntos estos riesgos.

Repito: trabajaré duro para que los precios no se descontrolen, crearé más trabajo y mejoraré la calidad de la Educación.

Un Perú sin Educación de calidad, no será el Perú que quiero.

En resumen:

Soy consciente que sin empresarios fuertes y competitivos no hay empleos, pero sin trabajadores bien pagados no hay empresas.

No sólo quiero más escuelas, quiero mejor Educación.

No sólo quiero más policías, quiero mejor Seguridad.

No sólo quiero más médicos, quiero mejor Salud.

Queremos más inversión nacional y extranjera y un Estado que proporcione estabilidad jurídica, pero las empresas tienen la responsabilidad de pagarle bien a sus trabajadores; capacitarlos y no contaminar el medio ambiente.
Por último:

Sé que serán muchos los ataques que recibiré… y de hecho ya los estoy recibiendo.

A ellos les digo: me presentó para estar al servicio de los que me apoyan y también de los que me critican.

Habrá eso que algunos llaman GUERRA SUCIA y que yo prefiero llamar: DESPRESTIGIO DE LA POLÍTICA.

Podrán atacarme, insultarme, humillarme. Pero no podrán provocarme.

He decidido formalmente ofrecer al pueblo del Perú “UNA PROPUESTA POR CADA INSULTO QUE RECIBA”.

Les recuerdo, que regreso para luchar por una vida más digna para todos los peruanos.

Y regreso porque amo a mi gente; y porque amo al Perú.

¡Viva el Perú!"

06 noviembre, 2010

El viejo estilo de siempre

Los partidos o, mejor dicho, sus cúpulas, han ingresado a un periodo frenético de sondeos, contactos, conversaciones, esperando llegar a acuerdos.

Nadie lo acepta en público. Pero existen. Son por eso negociaciones a puertas cerradas, clandestinas, misteriosas.

Según el estilo de cada uno, se desarrollan en espacios fugaces –un telefonazo, unos minutos para conversar–, como en un juego de abre y cierra puertas, donde se plantean intenciones, posibilidades, aspiraciones.

Los participantes, según la madera de la que estén hechos, exponen sus verdaderas o aparentes intenciones. Miden lo que el otro va a decir, plantear, proponer.

Cada quien tiene su juego propio. Y tira sus cartas como el más ducho jugador de póquer. Guardando siempre un as bajo la manga.

Es difícil saber el grado de sinceridad de los jugadores. Por lo general, reina el engaño, la mentira, la sorpresa, el embuste.

Es como un juego de espejos donde no se debe mirar al reflejo de enfrente, sino al de los lados. Y adivinar qué imagen es la real.

Los bien intencionados, los honestos, los preparados, quedan casi siempre en segundo orden. Reinan, en cambio, los pícaros, los truhanes, los mafiosos. Por eso tenemos, lo que tenemos.

Es la forma de hacer política en el Perú. Y probablemente lo sea en el mundo. Siempre haciendo las cosas a última hora, negociando pensando en el interés personal, tratando de llevar la mayor cantidad de agua para sus molinos.

¿Vendrá algún día un tiempo nuevo. Un tiempo de renovación, de luz, de verdad, de acuerdos sobre la mesa, de pactos éticos a viva voz?. Me temo que no.

20 octubre, 2010

Mar Bolivia y los acuerdos de Ilo

El embajador Manuel Rodríguez Cuadros ha logrado una proeza en materia de relaciones internacionales. Fue nombrado embajador del Perú en Bolivia en diciembre de 2009 y nueve meses después entrega resultados tangibles: una serie de acuerdos destinados a fortalecer las relaciones bilaterales entre ambos países.

En poco tiempo, ha cumplido el objetivo político planeado por Torre Tagle. No existe contencioso alguno con Bolivia, de manera que no había razón de fondo para resentir las relaciones peruano-bolivianas, más allá de ocasionales y anecdóticos puyazos verbales lanzados por los presidentes.

Los acuerdos firmados en Ilo cierran esta etapa de enfrentamientos y abren otra de “nueva calidad histórica” en la que Bolivia consigue beneficios inmediatos en diversas materias. A saber:

1. Facilidades portuarias permanentes en Ilo a Bolivia.

2. Zona Franca Industrial y Económica Especial por 99 años libre del pago de tributos para la instalación de industrias para la exportación y depósitos francos también por 99 años para facilitar el comercio exterior boliviano con terceros países y de éstos hacia Bolivia.

3. Renovación y ampliación por 99 años de Mar Bolivia, zona franca turística en Ilo, en la que se podrá construir un muelle deportivo y de pesca.

4. Instalación en Ilo de un anexo de la Escuela Naval Boliviana para fines de investigación, cooperación e instrucción.

5. Aprovechamiento concertado, equitativo y sustentable de las aguas de los ríos de curso sucesivo y contiguo en la frontera común.

6. Renovación del condominio sobre las aguas del Lago Titicaca y la obligación para aprovechar el uso de los recursos hídricos única y exclusivamente en beneficio del Perú y Bolivia.

7. Integración física e interconexión bioceánica. Se acuerda la conclusión en el curso del año 2011 de los 314 kilómetros restantes de la carretera Tacna–Colpa- La Paz el tramo de la carretera que unirá Cobija con Madre de Dios y la Interocéanica del Sur.

8. Contribución solidaria del Perú a la mejora de la cualidad marítima de Bolivia y la cuestión de la salida al mar. Ratificación del principio de no obstáculo a una solución definitiva a la cuestión marítima boliviana entre Bolivia y Chile.

En definitiva, como se ha señalado ayer en los discursos, el Perú y Bolivia ingresan a “una nueva calidad histórica” de sus relaciones binacionales. Una nueva etapa que espera la respuesta de sus líderes sociales, gremiales y empresariales.

Nada asegura, por cierto, que no existan nuevos ruidos o baches verbales, pero una cosa es cierta: las relaciones de los países no se guían por los afectos personales, sino por los intereses de la Nación y del Estado. Y estos altos intereses han quedado ratificados en los acuerdos de Ilo.

13 octubre, 2010

Perú, Chile, Ecuador: desajustando la correa

El embajador Luis Solari Tudela es un diplomático peruano sumamente valioso. Terminó su carrera pública como vicecanciller de la República en la gestión de Manuel Rodríguez Cuadros. Pero a lo largo de toda su vida ha dado muestras de lucidez, ponderación y firmeza en la defensa de los intereses del Perú.

Hoy lo entrevistamos en el programa que dirijo en Radio San Borja*. Y en pocos minutos desató la correa que Chile pretende ajustar en Ecuador, en relación a las “mayores seguridades jurídicas” que Ecuador exige para decidir su participación ante la Corte Internacional de la Haya en la controversia que sobre el límite marítimo fronterizo sostenemos con Chile.

Lo que propuso el embajador Solari Tudela fueron tres mecanismos de solución que permitiría ofrecer las seguridades que reclama Ecuador.

1. Firmar un tratado de límites marítimos entre Perú Y Ecuador. Sería la salida ideal. Ambos países han ratificado la no existencia de problemas en este aspecto; es más, comparten un criterio común respecto a la aplicación del paralelo geográfico. Si existiera verdadera voluntad política se formaría una Comisión Mixta Binacional y en breve plazo se levantarían los planos y cartas geodésicas necesarias. Pero esta solución enervaría a Chile. Y Ecuador no haría eso jamás.

2. Una solución más sencilla, que está en manos del Ecuador. Que el presidente Correa conteste la carta del presidente García. En una misiva personal, Correa le diría al gobierno peruano que los límites marítimos están acordados; adjuntaría la Carta Náutica que acaba de publicar y listo. El Congreso peruano analizaría las cartas de ambos mandatarios, evaluaría la Carta Náutica Ecuatoriana, discutiría el asunto y, finalmente, ratificaría la no existencia de problemas fronterizos terrestres o marítimos con el Ecuador.

3. Una solución más práctica que depende estrictamente del Perú. Pasaría porque nuestro país envíe a las Naciones Unidas su propia Carta Náutica de la Frontera Norte con Ecuador, tal como lo hicimos no hace mucho con las líneas de base y la Carta Náutica de la Frontera Marítima con Chile. Esta nueva Carta Náutica del Perú de su frontera norte coincidiría con la Carta Náutica Ecuatoriana. Y asunto arreglado.

Corresponde pues a Cancillería explorar con cuál de estas tres opciones Ecuador se siente satisfecho.

Por otro lado, como bien anota el embajador Solari Tudela, no deberíamos tampoco sobredimensionar la participación de Ecuador ante la Corte Internacional de La Haya.

Uno, porque hasta en tres oportunidades Ecuador ya se ha pronunciado oficialmente sobre la definición de la frontera marítima en los tratados del 52 y 54. Y esa posición no va a cambiar. Pero, principalmente, porque resulta invariable, el hecho que la presentación de la Carta Náutica del Ecuador –publicada recién en agosto de 2010– demuestra, en la práctica, que jamás han existido tratados de límites marítimos ni con Ecuador ni con Chile.

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* Programa “Primera Noticia” de Radio San Borja. FM 91.1. De lunes a viernes de 6 a.m. - 7 a.m. (www. radiosanborja.com)

12 octubre, 2010

Carta Náutica del Ecuador II: Piñera se ajusta la correa

El pasado 8 de agosto en este mismo blog dimos cuenta de la publicación del Ecuador de su Carta Náutica IOA42 colocando en blanco y negro el límite marítimo Ecuador-Perú y el Límite Marítimo Exterior – Sector Sur- de la República del Ecuador.

Un acto soberano del Ecuador, dijimos y nos ratificamos en ello.

Pero un acto unilateral, debemos reiterar. Legítimo, válido, pero unilateral. Y no podía ser de otra forma, porque NO EXISTE un tratado de límite marítimo fronterizo entre el Perú y Ecuador, como no lo existe entre Perú y Chile.

Lo que existe entre Perú y Ecuador es un criterio homogéneo para delimitar su frontera marítima. Utilizar el criterio de “paralelo” geográfico allí donde el contorno de las 200 millas marítimas de las islas perteneciente a uno de los países se monte, se superponga, con la proyección de 200 millas marítimas pertenecientes al otro país.

Eso es todo. No hay porqué alarmarse ni mucho menos por las recientes expresiones del presidente Rafael Correa quien acaba de señalar que “Si se ratifican con fortaleza jurídica esos límites, de acuerdo con la Carta Náutica (...), no veríamos necesidad de entrar en el proceso. Obviamente si no se ratifican esos límites, si (Perú) impugna esa Carta Náutica, pues tendríamos que considerar seriamente la posibilidad de que Ecuador forme parte del proceso de La Haya”.

Para que se produzca un impasse en este tema que obligue al Ecuador replantear su decisión y acordar acudir a la Corte Internacional de La Haya, tendría que pasar cualquiera de estas tres cosas:

1. Que Ecuador cumpla con el trámite de depositar su Carta Náutica ante las Naciones Unidas y que, efectivamente, ante esa misma instancia, el Perú observe en todo o en parte dicho instrumento jurídico.

2. Que el próximo Congreso peruano desconozca la validez de la carta personal enviada por el presidente Alan García al presidente Rafael Correa en la que corrobora que entre Perú y Ecuador no existen problemas de delimitación fronteriza terrestre o marítima.

3. Que Chile presione a Ecuador para que le exija al Perú un instrumento de “mayor seguridad jurídica” -en el tema de la delimitación marítima- que la carta personal del presidente García; como parece entenderse de las recientes declaraciones del Presidente Correa.

En todo caso, la Cancillería y el Congreso peruano deben actuar con la debida ponderación, pero también con claridad y firmeza, para conocer los alcances de la Carta Náutica del Ecuador y las implicancias que tendría para nuestro país su puesta en acción.

¿Modifica la Carta Náutica ecuatoriana el criterio común de asumir el “paralelo” allí donde la proyección de los mares de ambos países se superponen con la proyección de las 200 millas marítimas que contornean las islas existentes en la zona?

¿Qué mayores seguridades o qué otros instrumentos jurídicos puede exigir el Ecuador al Perú para no ir a la Corte Internacional de La Haya?

¿Observará nuestro país en todo o en parte la Carta Náutica del Ecuador?

Son preguntas que nuestras autoridades seguramente ya se han planteado y, es de esperar, las hayan resuelto. Como se ve, Chile no descansa. Ni se da tregua. Tal parece que el Presidente Piñera decidió ajustarse la correa.

07 octubre, 2010

Resultados electorales Lima: al borde de un ataque de nervios

Al 100% de las actas contabilizadas por la ONPE -que representa el 73,80% del total de actas- la diferencia entre Susana Villarán y Lourdes Flores Nano se mantiene con un margen de ventaja para la candidata de Fuerza Social de 0,9%.

En términos absolutos, Susana obtiene hasta el momento 1 millón 318 mil 563 votos (38,49%), y Lourdes 1 millón 287 mil 387 votos (37,58%). Es decir, una diferencia de 31 mil 117 votos.

Existen 8 mil 834 actas que han sido observadas por el propio Organismo Nacional de Procesos Electorales, que representan poco más de 1 millón y medio de votos.

Matemáticamente es posible que ese millón y medio de votos no computados volteen la pequeña distancia de poco más de 31 mil votos que tiene Susana sobre Lourdes.

Sin embargo, estadísticamente, la cosa es más complicada.

La elección ha conformado un patrón de comportamiento electoral. ¿Por qué tendría que ser diferente en el millón y medio de votos faltantes, aún cuando estos no representan una muestra aleatoria con pesos y representación de los bolsones electorales?

Según los representantes de Fuerza Social, más del 75% de los votos que faltan contabilizar provienen de distritos en los que Susana sacó amplia ventaja a Lourdes.

Los seguidores de Lourdes, por su parte, están esperanzados en anular definitivamente estos votos y concentrarse en aquellos provenientes de distritos donde Lourdes sacó clara ventaja a Susana.

Será una dura pelea, voto a voto. ¿Por qué tuvimos en esta elección más de un 30% de actas observadas? Varios factores: poca preparación de los miembros de mesa, cambió de reglas de juego para validar el acta de escrutinio, improvisación, tardanza en la instalación de las mesas de sufragio.

"Por el cansancio se produjeron varios errores que derivaron en la observación de las actas (...) Más del 50% de las 8,384 actas observadas en la elección ha sido por la falta de una huella o firma", ha señalado la jefa de la ONPE.

Sea como fuere lo concreto es que hay 1 millón y medio de votos que no han sido contabilizados. Esta cifra es superior incluso a la que Susana o Lourdes obtuvieron para sí mismas.

De manera que se deben contar de manera escrupulosa. Aunque esto tome tiempo y ponga los pelos de punta a cualquiera. Se debe respetar la voluntad popular. Y esta descansa en los votos expresados. Todos los votos válidamente emitidos.

01 octubre, 2010

Carta abierta a mi hija que vota por primera vez

Querida Sandy:

Sé que nuevos pensamientos asoman a tu vida. Votarás por primera vez este domingo y aunque ya pensaste por quién hacerlo, te burbujean algunas dudas. ¿Habré decidido correctamente? ¿Elegiré al mejor? ¿Vale la pena la política?

Entiendo tus dudas, hija mía. La política se ha deteriorado como moneda de cambio. Y los jóvenes como tú tienen todo el tiempo del mundo para pensar en cosas más estimulantes que el arte de gobernar, que es como los mayores definieron la actividad pública.

Pero si nos alejamos de la política -entendida como la necesidad de gobernar con ética y transparencia, con eficiencia y sentido social-, les habremos dejado espacio a los demagogos, a los corruptos, a los antipolíticos de siempre.

Por eso creo que es necesario que jóvenes como tú hagan lo que yo mismo no logro hasta hoy: hacer política desde una organización política.

La política debe asumirse como una responsabilidad para administrar una ciudad, una región, un país; un compromiso para resolver los problemas sociales; y una auténtica vocación de servicio para no confundir la cosa pública de la privada, y hacer obra para atender una demanda ciudadana y no para llenarse los bolsillos.

Antes de marcar tu cédula de votación piensa bien quién de todos los candidatos se acerca a estos principios. Y digo se acerca para no desilusionarte en tu primera oportunidad de ejercer tu derecho cívico. Con el tiempo aprenderás que se necesita algo más que acudir cada cierto tiempo a votar para ejercer realmente tu poder ciudadano.

Votar no lo es todo, pero es el principio de un bien mayor.

Vota con convicción. Sin miedo. Vota por el que te llegue al corazón. Por el que sientas sincero. Por el que te transmita más en la mirada. Vota por quien creas que gobernará con rectitud, pensando siempre en las grandes mayorías, en los que menos tienen.

Una autoridad que quiere el bien de su pueblo, recibe la recompensa de ver pasar los años con dignidad y orgullo del trabajo realizado.

Vota con sinceridad. Sin odio. Con tranquilidad. Piensa que esos segundos que pasarás a solas en la cámara secreta, son los segundos que más impacto tendrán en tu vida, porque eliges a un representante, tú representante, a quien tienes luego el derecho de reclamarle si no cumple lo que prometió en campaña.

Ve, hija mía, y cumple con responsabilidad tu primer encuentro con la adultez cívica.

Te quiere mucho,

Papá