La política es una puesta en escena. Un juego de máscaras y espejos en el cual,  lo que se ve no siempre es lo que es.  Todo se camufla, ocultando su esencia verdadera.  Pero, al mismo tiempo, la gente es capaz de percibir entre la imagen real y la imagen del espejo.

El hombre, actuando en el escenario de la política, sin embargo, se desnuda y se muestra tal como es. Dadle poder al hombre y lo conocerás realmente, reza el dicho popular.

Cuánta mezquindad y maltrato al ser humano encierra la puesta en escena que, desde el poder , se armó con los niños “rescatados-secuestrados” del VRAEM, que tuvieron que esperar horas para que tanto la ministra de la mujer como la primera dama llegaran para la foto ante los medios de comunicación.

Similar operativo mediático se hizo con los trabajadores “liberados” de Camisea en la tristemente célebre  “Operación Libertad” a quienes no sólo se les hizo esperar la llegada del Presidente de la República, antes de avisar a sus familiares, sino que se les hizo bajar de los buses que había enviado el alcalde para transportarlos, para que aparecieran soldados ayudándoles a movilizarse. Todo un show para las cámaras.

Vista así las cosas, la política, es el reflejo de una mentira. El montaje de un acto político teatralizado, si no está asentado sobre premisas reales o veraces, corroe la propia política. No se trata ya de si la escenificación es efectiva o no a quienes la usan, sino si cumple el objetivo de educar políticamente.

No es ético llamar a las cámaras para presentar a los niños en brazos de las autoridades y no hacerse presente en el velorio de Soraida Caso, la niña de nueve años muerta en el terrible operativo militar que ha generado estos nuevos hechos. Soraida ha sido enterrada en las más absoluta soledad y silencio oficial.

La gestión de la comunicación política no debe estar reñida con la verdad, ni con la ética. No hay gobierno en el mundo que pueda sostener lo contrario y pretender mantenerse incólume ante la crítica. Nadie duda que la política sea un teatro. Pero el peso que puede tolerar las tablas tiene un límite; el de su propia coherencia moral. Salvo que el fin justifique los medios.

(16/set/2012).