28 febrero, 2012

El poder del silencio

El silencio adquiere un valor incalculable en política. Bien administrado, es un arma poderosa. Mal usado, puede ser fatal.

Se necesita mucha disciplina para no perder la paciencia y sacar provecho del agujero negro en que a veces nos conduce la ausencia de palabras.

Si no hay exposición, no hay posibilidad de error, ni de flanco expuesto, ni de ataque.

Quizás por eso, después de la palabra, el silencio, se dice, es el segundo poder del mundo.

Habría que “escuchar” al presidente Humala para entender este aforismo transformado en su slogan de gobierno: menos palabras más acción.

Hasta el momento le viene dando resultados. Lo demuestra el 59% de aprobación que le otorga la reciente encuesta de Ipsos Apoyo.

En un ambiente con economía en automático y en perspectiva de mantener este panorama, sin hacer aspavientos en medios, Humala viene navegando sin mayores problemas en las procelosas aguas de la opinión pública.

La no aparición del presidente en medios se ha convertido en un buen negocio para el inquilino de Palacio.

En ocho meses de ejercicio del poder, Humala no ha ofrecido conferencias de prensa, sino en casos contados con los dedos de una mano.

Una lección para nuestros políticos criollos que se mueren por salir en medios sin cuidar primero lo que van a decir.

Pero que Humala no hable, no significa que esté quieto. Vía Facebook y Twitter el jefe de Estado se ha comunicado cuando el momento lo ha demandado. Una forma nueva, moderna y austera de participar del debate público.

El silencio presidencial es ya un nuevo estilo de gobierno. Desesperante para algunos. Efectivo para otros.

Los viejos aforismos españoles nos enseñan que en boca cerrada no entran moscas. Y quien calla otorga. Algo que choca contra las recomendaciones de los marketeros políticas que siempre flamean la monserga de que se debe comunicar siempre.

Hacer primero, comunicar después, es lo que enseña el ejercicio del poder. Lo contrario es colegios mayores y hospitales inaugurados sin terminar. Mucho ruido y pocas nueces.

Habría que explorar en otras latitudes para encontrarle otras cualidades al arte de enmudecer.

En la India hay uno que dice “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Y en China: “El silencio es el único amigo que jamás traiciona”.

En resumen, podemos afirmar que en política, el silencio es uno de los argumentos perfectos, porque difícilmente se puede refutar. Quizás, por eso, el presidente Humala haya aprendido a seguir el viejo consejo chino que dice. “No rompas el silencio si no es para mejorarlo”.

11 febrero, 2012

Un nueva mirada a la gestión del Agua

Ahora que La Marcha del Agua llegó a Lima y terminó con dos propuestas legislativas –prohibir la minería en las cabeceras de cuenca, prohibir la modalidad extractiva de tajo abierto y prohibir el uso de cianuro– es recomendable echar un vistazo a una propuesta diferente ubicada en la zona alta de la Cuenca de Lurín.

Con esfuerzo, inteligencia y trabajo comunal, los pobladores de San Andrés de Tupicocha han logrado construir en las alturas de Lurín, a más de 3 mil msnm, ocho reservorios que, en conjunto, almacenan 1 millón de metros cúbicos de agua… Para que tengan una idea de lo que esto significa, las cuatro lagunas del Proyecto Conga en Cajamarca representan en total 1 millón 400 mil metros cúbicos de agua.



SAN ANDRÉS DE TUPICOCHA

San Andrés de Tupicocha es un distrito rural ubicado sobre los 3,500 msnm, en la parte alta de la Cuenca de Lurín, a tres horas de Lima, capital del Perú. Es uno de los 10 distritos que forman esta cuenca.

Tupicocha fue fundado el 31 de diciembre de 1943, pero los primeros asentamientos humanos datan de tiempos prehispánicos. Actualmente, su población, cercana a los 2,500 habitantes, es principalmente agrícola y ganadera.

El principal problema de esta zona altoandina es la escasez de agua. Aquí llueve tres meses al año, entre enero y marzo, y no hay río que abastezca a las diez comunidades, parcialidades o “ayllus” ubicados en diversos pisos altitudinales. El resto del año es seco.

Desde hace unos años, con una visión de desarrollo orientada a mejorar la capacidad productiva de su población, la Municipalidad Distrital de San Andrés de Tupicocha, viene impulsando un programa de manejo racional del agua con fines productivo-económicos y ecológicos.

En Tupicocha convive lo ancestral y lo contemporáneo; herederos de una cultura milenaria, sus pobladores mantienen vivos los ritos prehispánicos, costumbres y modos de organización cultural, al tiempo que realizan grandes esfuerzos por introducir técnicas modernas de producción y mercadeo.

PLAN INTEGRAL DE GESTIÓN DEL AGUA
Un ejemplo de ello es el Plan Integral de Gestión del Recurso Hídrico que consiste en mejorar las capacidades de la población para almacenar el agua, “sembrándola” en las partes altas mediante surcos o acuíferos ancestrales, represándola mediante la construcción de reservorios y mejorando el sistema de riego para uso racional y eficiente del recurso hídrico.

El Plan Integral de Gestión del Recurso Hídrico tiene cuatro componentes:

1. Las Amunas
Es una tecnología ancestral prehispánica basada en el trabajo comunitario que realizan anualmente grupo de familias y que consiste en infiltrar o “sembrar” agua de lluvia en el subsuelo, alimentando de esta manera la napa freática.

2. Construcción de Represas
Aprovechando las condiciones geomorfológicas del terreno se busca depresiones o “vasos” naturales para construir en ellos reservorios o represas de mediana y gran capacidad. Dependiendo de la calidad del suelo, en algunas de estas construcciones, se utiliza también geo-membranas para impermeabilizar el terreno.

3. Riego Tecnificado
Que consiste en capacitar a los agricultores de la zona para introducir las técnicas de riego por goteo y por aspersión, dependiendo de los cultivos, principalmente para los productos de panllevar, bajo la lógica de quien controla el agua, controla el mercado.

4. Forestación de Terrenos eriazos
El propósito es asegurar el buen uso de los suelos, implementando plantaciones forestales nativas, adecuadas a las condiciones climáticas y topográficas del lugar, con la finalidad de favorecer el ensanchamiento del acuífero y la esponja hídrica.

UN MILLÓN DE M3 DE AGUA ALMACENADA
A la fecha en Tupicocha se han construido 8 reservorios de agua, que en conjunto suman alrededor de 1 millón de metros cúbicos de agua almacenada, lo que les permite irrigar 300 hectáreas nuevas de tierra y tener hasta dos campañas agrícolas anuales. Las represesas construidas son las siguientes:

Represas - Capacidad/ M3
Ururi: 500,000
Cantajueyqui: 170,000
Yanisiri I: 50,000
Yanisiri II: 43,000
Hueccho: 30,000
Pato Negro: 18,000
Huanchicara: 10,000
Cancasica: 50,000

Todos estos reservorios sirven para acumular las aguas de lluvia y escorrentías no permanentes, con fines económico-productivos y ecológicos.

Almacenar el agua de esta manera para usarla en los períodos de escasez, permite no sólo regar pequeñas parcelas familiares, sino, ganar nuevos terrenos cultivables y rentabilizar el campo con mejores productos para el mercado. Es pasar del autoconsumo al agro moderno y sostenible.

CONTROLAR EL AGUA ES CONTROLAR EL MERCADO
Los beneficios de manejar de manera integral el recurso hídrico son múltiples. Por un lado, se utiliza eficientemente el agua; y por el otro, se logra mejores cosechas, mejores productos y, por lo tanto, mejores ingresos para las familias.

La población puede planificar cuándo y qué sembrar para posicionar mejor su producto. De esta manera, los cultivos se programan para cosecharse en épocas de escasez con la finalidad de obtener mejores precios en el mercado.

Actualmente, los productos que tienen mejores ventajas competitivas en la zona son: la manzana, el membrillo, la papa, las yerbas aromáticas, la alfalfa y la arveja. Así como también la crianza de animales de pastoreo y animales menores.

Tener un sistema regulado del agua permite a los agricultores dosificar y planificar su uso en el momento oportuno. Manejar el agua permite controlar la salida del producto al mercado.

Con el asesoramiento técnico del proyecto “Desarrollo Territorial y Generación de Empleo en la Cuenca de Lurín” del Centro Global para el Desarrollo y la Democracia (CGDD), se viene capacitando a las comunidades de la Cuenca para formar cadenas productivas que les permita atender de manera ordenada y sostenida la demanda del mercado.

RESPUESTA A LA NATURALEZA Y AL CAMBIO CLIMÁTICO
La Municipalidad de Tupicocha ha logrado articular una visión integral del manejo del agua y del desarrollo territorial de la cuenca.

Esta política de manejo integral del agua es también una buena respuesta al cambio climático, en un contexto en el que, cada vez, el agua es más escasa, sobre todo por la desglaciación de nuestras cordilleras y la alteración del clima y del periodo de lluvias.

La población, predominantemente campesina, diseminada en pequeñas comunidades, ubicadas en diferentes pisos altitudinales, dentro de una economía y asentamiento vertical, se ha adaptado y ha vencido la difícil orografía andina.

Hoy Tupicocha busca el mejoramiento económico familiar a través de experiencias exitosas en el campo y en la transformación de sus productos.

El agua se convierte así en el inicio de un ciclo mayor que impacta directamente sobre la calidad de vida de la población.

El Perú es -lo sabemos-, uno de los tres países más vulnerables al desequilibrio medioambiental y al cambio climático, lo que nos sugiere cambiar rápidamente la forma en que vemos, manejamos y usamos el agua.

En medio del impacto climático y la afectación de los patrones de lluvia, urge un manejo integral del recurso hídrico.

No basta la queja y el reclamo. Es hora de replicar las buenas experiencias que existen en el país en el manejo integral del agua. Aquicito nomás, a tres horas de Lima, tenemos una que puede dar pie a lo que sería un Programa Nacional de Construcción de Reservorios en las Cabeceras de Cuenca… ¿Qué esperamos para dar el siguiente paso?

07 febrero, 2012

Lucanamarca, Holocausto peruano

El pueblo judío conmemora los 27 de enero de cada año el Holocausto vivido a manos de los nazis en los campos de concentración, no por patología necrológica, sino para mantener vivo el recuerdo del horror al que puede llegar el hombre.

Horror de la guerra; que desnuda su condición animal.

Los peruanos hemos pasado nuestro propio holocausto. El 3 de abril de 1983, en Lucanamarca, Huancasanccos, Ayacucho, vivimos en carne propia ese horror.

Ese día, Sendero Luminoso, perpetró una de las matanzas contra la población civil indefensa más crueles que se tenga memoria.

Hombres, ancianos, mujeres embarazadas y niños fueron ultimados a machetazos, cuchillo, arma de fuego y piedra. Los testimonios recogidos por la CVR indican que la población estuvo en un absoluto estado de indefensión.

Este hecho, considerado un crimen de lesa humanidad, fue aprobado y planificado por el Comité Central de Sendero y reconocido por Abimael Guzmán en la denominada “Entrevista del Siglo” y ante los comisionados que lo entrevistaron en la cárcel.

Es decir, fue un hecho de sangre hecho con plena conciencia. Genocidio puro y salvaje. Necesitamos recordar a las nuevas generaciones lo que fue este capítulo negro de la historia reciente del Perú. No para celebrarlo, sino para honrar a los caídos, velarlos, y recordar su memoria y existencia.

Recordar el dolor producido no para generar pena. Sino para tener presente que nunca más los peruanos debemos enfrentarnos a los peruanos.

Ese es el espíritu de proponer la fecha del 3 de abril. El 27 de enero de 1945 el Ejército soviétivo liberó el mayor campo de exterminio nazi en Auschwitz-Birkenau (Polonia), pero el pueblo judío recuerda el horror que vivió en esas fábricas de la muerte. A nadie se le ocurre en Israel cambiar esta fecha por la de la caída y muerte de Adolfo Hitler.

El Yad Vashem, en Tel Aviv, que recuerda el exterminio nazi, es un homenaje a las víctimas que recrea la forma inhumana en que familias enteras pasaron sus últimos días en las mazmorras de Aushwitz.

La muerte ha estado presente en la escena contemporánea del hombre. Sólo entre 1914 y 1991 –el Siglo Corto en la definición del historiador Erick Hobsbawn– hubo 205 millones de muertos. Y la cifra aumenta día a día.

La violencia nos recuerda de lo que estamos hechos. Debemos recordarlo siempre para no ser dominados por ella.

Por esta razón proponemos incorporar al calendario cívico democrático una fecha que recuerde el horror del hombre contra el hombre.

Aushwitz, Lucanamarca, Accomarca –el terror del Estado–, son esos puntos en la historia que debemos tener presente no para golpearnos el pecho y llorar, sino para gritarles a las nuevas generaciones que tienen la obligación de no repetir la historia y ser mejores que sus antecesores.


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POST DATA.- ¿Por qué tanta intolerancia?

El fujimorismo se ha pronunciado contra el proyecto multipartidario impulsado por Perú Posible para declarar el 3 de abril de cada como Día Nacional contra el Terrorismo. Ha criticado duramente a Alejandro Toledo al tiempo que propone cambiar la fecha contra el terrorismo al 12 de setiembre –día de la caída de Abimael Guzmán.

Por sus destemplanzas, insolencias y falta de respeto hacia el ex presidente Toledo, el fujimorismo sólo ha revelado su faceta autoritaria, intolerante y obtusa que todos conocíamos. En lugar de dar muestras de unidad ante el enemigo común –el terrorismo–, pretende que los consideremos hegemónicos en la lucha contra el terrorismo, cuando la verdad es que son sus principales dirigentes y administradores del Estado quienes están presos en las cárceles por delitos de lesa humanidad, crímenes de estado y corrupción.

Esa es una verdad que sólo el cinismo, la desfachatez y la impudicia política, es capaz de nublar.

04 febrero, 2012

Somos lo que comemos, Ivan

“Soy un pésimo anfitrión: no conozco restaurantes, huariques ni chiringuitos donde preparan el mejor cebiche o el ají de gallina con la receta de la abuela (mi abuela, por cierto, no cocinaba)… Mis restaurantes favoritos son de los de pasta y creo, honestamente, que la comida peruana es indigesta y poco saludable. Casi sin excepción se trata de un petardo de carbohidratos al cubo…” (Ivan Thays, escritor/Vano Oficio)

No debe extrañar que alguien que no conoce huariques con lo mejor de la comida peruana, pero, sobre todo, alguien que no tuvo una abuela que le cocine, hable así –como Ivan Thays– de sus gustos o disgustos culinarios.

La cocina es el refugio de la familia. Fue así desde la cueva. El grupo humano se reunía alrededor del fuego para cocer los alimentos y compartirlos.

La cocina por eso es punto de encuentro. Es un espacio íntimo, familiar.

Quien no ha tenido una cocina bulliciosa en casa puede que sea un ser más huraño y desaprensivo.

La cocina tiene también la personalidad de quien la regenta. La más placentera, la más cálida, es la cocina de la abuela.

Sea de leña, a gas o eléctrica, el fogón de la abuela aviva siempre los apetitos más profundos, aquellos que anidan en nuestros primeros años.

La cocina, por eso, está asociada a nuestros recuerdos.

A los momentos felices que pasamos de niños, hurgando en las ollas después de jugar un partido de fútbol o al regresar de la piscina con un hambre de tiburón.

La cocina nos devuelve a la infancia, cuando los aromas del horno nos dibujaban un pastel en la cabeza y esperábamos con ansias verlo salir para pellizcarlo antes que se enfríe.

La cocina, la buena cocina de casa, digo, -qué otra puede ser- nos remonta a los primeros momentos de la vida.

Si alguien tuvo una abuela que no cocinaba, ¿qué recuerdos felices puede almacenar asociados al placer de comer?

Porque el éxito en la comida de un restaurante, al menos de los huariques o points, como se les dice ahora, no está en vender nuevos sabores, sino en recuperar y ofrecer aquellos que conocíamos cuando niños, cuando todo era felicidad.

Un buen restaurante es aquel en el que encontramos un plato de nuestra infancia que nos haya hecho felices en ese momento; que nos evoque la sazón de nuestra madre o la mano de la abuela.

Comer bien es comer como en casa. Es un viaje al pasado en el que de una cucharada recuperamos la felicidad extraviada. Como le ocurrió al fruncido crítico gastronómico al probar el plato emblemático de Ratatouille.

Comer es un Dejau Vu a la infancia. Si no se tiene esas sensaciones de pequeño, difícilmente se podrá apreciar el sabor de un buen plato preparado por la abuela. Será como comer un calamar seco y no mojado en su tinta, asentado con un buen tinto. Porque, en definitiva, somos lo que comemos.