07 noviembre, 2021

Los primeros 100 ó 200 días de gobierno

Definir el rumbo de un Gobierno en los 100 primeros días es un número fortuito de la comunicación política. No es una medida exacta ni un plazo perentorio. Es más bien el resultado del pragmatismo y mercadotecnia de Franklin D. Roosevelt, quien en 1933 logró despertar en la ciudadanía confianza, esperanza y optimismo de que la crisis económica y la gran depresión se iban a solucionar.

Entre otras cosas, el Gobierno logró en ese periodo de tiempo armar un conjunto de 15 proyectos de ley que fueron luego explicados en detalle y de manera persuasiva en discursos, entrevistas y plazas, y empaquetados con el sugerente título de “The New Deal”. Los medios de comunicación respaldaron con entusiasmo las medidas. No fueron palabras inspiradoras solamente, sino acciones concretas de cambio, nuevas reglas de juego y una fresca inyección de dinero público.

De ahí en adelante, los marketeros políticos han considerado esos primeros 100 días como el tiempo suficiente para que un Gobierno defina aquellos rasgos que definirán el tipo de relación que tendrá con la ciudadanía. Lo que hizo Roosevelt en esos primeros 100 días fue un auténtico cambio de rumbo político y económico.

Es difícil medir con esos parámetros de éxito cualquier otro proceso de iniciación de gobierno. De hecho, los primeros 100 días del Gobierno del presidente peruano, Pedro Castillo, han sido todo lo contrario a lo que señala la praxis política. El gabinete de inicio fue cambiado, la solicitud de iniciativa legislativa para aprobar medidas tributarias no se ha aprobado, los escándalos en el nombramiento de funcionarios públicos han estado a la orden del día, la bancada oficialista se ha partido en dos, la popularidad del presidente decae y los medios de comunicación parecen todos estar alineados, pero en contra del Gobierno.

La sensación en los sondeos de opinión es que más bien estamos ante un Gobierno que no parece estar a la altura de las necesidades del país. La propuesta de nueva Constitución a través de una asamblea constituyente se encuentra en las últimas prioridades de la gente. Primero están la recuperación del empleo, la salud, la educación y la inseguridad ciudadana.

La pregunta en este caso sería: ¿y si en lugar de 100 se necesitaran 200 días? ¿Es posible cambiar la percepción? De lo que se trata en este caso es de despertar en la gente la sensación de confianza y optimismo. Confianza en que los actores políticos son los adecuados y conocen a dónde dirigir el barco, y optimismo de que llegaremos a buen puerto o, al menos, no sucumbiremos en el intento.

El Gobierno, como cualquier otro que recién empieza, tiene el poder necesario para rediseñar una política de comunicación que lo vuelva creíble, confiable y eficaz. No se trata solo de aspectos comunicacionales, claro está, sino de gestión y recursos humanos ad hoc. Es como construir una pirámide. Deberás colocar bien las bases desde el comienzo, de lo contrario, con seguridad, esta se desmoronará. 

Los errores, las rectificaciones y los colaboradores no calificados son la peor combinación que puede tener un Gobierno en cualquier periodo que se encuentre y, a la vez, el mejor escenario para cualquier medio de comunicación independiente. Los escándalos se venden solos.

El mejor recurso que tiene un Gobierno para comunicar y edificar la gran pirámide es el presidente. Y la mejor forma de llegar que tiene un presidente es hacerlo directamente a la población. Ahora, si el presidente decide no hablar o cuando lo hace se equivoca, estamos ante un problema mayor, que excede los primeros 100, los 200 o todos los días de cualquier mandato. Al final, como dice la teoría política, lo que los ciudadanos recordarán será todo lo que se hizo o no se hizo en esos primeros días de gobierno.