29 junio, 2018

Muerte digna


La noticia vino de España. La Cámara de Diputados acogió un proyecto de ley del PSOE partido en el gobierno—, para regular la primera ley de eutanasia en el país.
Aún cuando no exista certeza de que la ley se apruebe, el debate sobre el poner fin a la vida para evitar alargar el sufrimiento de las personas que padecen enfermedades terminales, incurables o discapacidad crónica con sufrimiento extremo, se ha instalado.
La iniciativa le otorga a las personas que sufren males incurables y en fase terminal el derecho a morir dignamente, a poner fin a sus padecimientos, liberándose del cautiverio más espantoso que uno puede sufrir: el dolor.
El final anticipado de la vida con aprobación, asistencia y garantía médica, tiene como objetivo poner fin al sufrimiento. Es la estación límite del ser humano donde el dolor, el padecimiento y el sufrimiento de algún mal terrible que la ciencia no puede curar, termina doblegando la voluntad de vivir.
La eutanasia no es por supuesto la primera opción ante una enfermedad terminal. Primero están los cuidados y el efecto paliativo de la enfermedad. El dolor y los padecimientos extremos son la frontera que definiría el paso de la vida a la muerte.
Seis países europeos y cinco estados federales de los Estados Unidos tienen legislación que permite la muerte asistida. En nuestra región, desde el 2015, solo Colombia posee una ley que permite poner fin a la vida ante sufrimiento extremo y males incurables.
El debate tiene diversos ángulos. Y en el se imbrican consideraciones religiosas, éticas, jurídicas y médicas. Ideas y respeto. No sectarismo, ni fanatismo. Ni prejuicios.
A la muerte se le respeta. En muchos lugares, incluido el Perú, sin leyes que la respalden, existe la práctica de no continuar los esfuerzos médicos para dejar que la naturaleza culmine su tarea. No es muerte asistida. Ni eutanasia pasiva. Es dejar ir.
En ese punto, los médicos paran sus esfuerzos, ponen en neutro sus máquinas y pasan a consolar a los familiares. 
Cuando humanamente no hay nada más qué hacer, aceptamos la muerte. Y nos consolamos en la resignación. Lo que rechazamos, lo que no aceptamos, es el dolor y el sufrimiento perpetuos.
Si vivir con dignidad es la característica que todo ser humano debiera tener, morir con dignidad debiera ser también un derecho humano al paso final. Un tránsito sereno que ponga fin al sufrimiento. 
Morir con dignidad implica no sufrir. El dolor nos mata. Y no solo a quien lo padece físicamente.

24 junio, 2018

Laboratorio político


El Perú no deja de ser un laboratorio activo para la ciencia política.

A lo largo de los últimos tiempos hemos experimentado: gobiernos militares vía golpes de estado directos, retorno a la democracia vía un proceso constituyente, violencia política y terrorismo, autogolpe de estado y autoritarismo competitivo, crisis de partidos políticos y surgimiento de los autodenominados independientes, coaliciones locales y regionales de líderes antipartidos, movimientos y partidos penetrados por los poderes informales (narcotráfico, minería ilegal), República sin ciudadanos, democracia sin partidos y partidos sin democracia manejados por familiares o grupos de poder económico.

Pero lo que ahora conocemos abre un nuevo capítulo.

Estamos ante un gobierno constitucional sin representación parlamentaria oficial. Un modelo que desbarranca al partido que lo llevó al poder para depender o aliarse con el partido al que derrotó en la campaña general.

Todo en aras, no de la gobernabilidad, sino de la sobrevivencia del régimen.

No es una alianza ni tácita ni explícita, ni un pacto o acuerdo, ni un co-gobierno. Es una estrategia de ocupación y manejo del gobierno. Un estado de situación y de hecho.

Una constatación de la realidad que esta semana se desbordó por boca de los integrantes de Peruanos por el Kambio, la agrupación política que ganó las elecciones, pero que al caer su presidente fue relegada de los nuevos círculos del poder del sucesor constitucional.

Es un gobierno legítimo, por cierto, pero sui generis. Es un gobierno sin bancada parlamentaria. Un aporte del cambiante proceso político peruano a la ciencia política.

Es la expresión de un nuevo grupo de poder gestado al interior del grupo que ganó las elecciones. 

Si esta facción hubiera acordado con el grupo opositor un operativo para sacar al presidente de turno, sería complot, conspiración. Si no, estamos simplemente ante una sucesión constitucional.

Pero, si al asumir el gobierno —legítimamente heredado—, esta nueva facción sellara por lo bajo un acuerdo o asociación con el grupo que perdió las elecciones, sería un acto censurable.

Llegar a un acuerdo con tu enemigo o rival es válido, lícito y hasta común, siempre que sea sobre la mesa. Hacerlo en las sombras, bajo la mesa, es contubernio.

Por ahora, lo concreto es que el gobierno no coordina con la bancada original con la que llegó al poder. La ignora. No le hace caso. No le consulta. Ni le contesta el teléfono.  Un poco avanzaron esta semana, luego de la pataleta de sus principales voceros. Se reunieron y convinieron en seguir coordinando. Algo es algo.

El Ejecutivo requiere un interlocutor válido en el Legislativo. Una bancada que le permita desplegar su estrategia de gobierno, tejer alianzas o buscar votos para aprobar las reformas o leyes que necesite.

La lógica y la ética indican que esa bancada debe ser la que ganó las elecciones y con la que se llegó al gobierno. Excepto que estemos ante una nueva re-alineación de fuerzas y tengamos no solo un nueva expresión de gobierno, sino una nueva conformación del poder. Allí sí, todo encaja. 

*** ACTUALIZACIÓN***

48 horas después de publicar este post, el Presidente Vizcarra se reunió con la bancada parlamentaria de Peruanos por el Kambio en un restaurante. Fue una reunión informal, amigable hasta donde se sabe, con el objetivo de reafirmar lazos y reconstruir puentes. Esta semana que viene volverán a reunirse, esta vez para tratar asuntos de gobierno. Nada mal. Se empiezan a limar asperezas. Las críticas de los parlamentarios se centraron en el presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, quien tendrá que realizar sus mejores esfuerzos para recomponer la relación.




15 junio, 2018

Ni siesta ni duermevela


Lentamente, de a pocos, el presidente Vizcarra parece sacudirse de la siesta moqueguana. La tozudez del Congreso en usar su fuerza numérica —y solo su fuerza—, esperemos, lo terminarán de despertar.
El Congreso es el que gobierna. Ese el mensaje que acaba de enviarle la Plaza Bolívar a la Plaza Mayor al aprobar por insistencia la “Ley Mordaza” —así la ha llamado el Presidente Vizcarra a la ley que prohíbe la publicidad oficial en medios privados.
Las leyes las aprueba el Congreso, pero las refrenda el Presidente de la República. Excepto, como ha ocurrido ahora, cuando el Legislativo apela al mecanismo de insistencia y aprueba la norma.
El Poder Legislativo y la mayoría que lo maneja han ido en contra de la opinión del Jefe del Estado. Se han enfrentado a él, recortándole la posibilidad de usar los medios de comunicación privados para difundir sus actos de gobierno.
Peor aún, el Congreso le ha recortado a parte de la ciudadanía su derecho a ser informado. No es mermelada. Es derecho a la información.
Lo que le queda ahora al Ejecutivo es plantear una acción de inconstitucionalidad, con aprobación del Consejo de Ministros. Y pechar al Congreso ante el Tribunal Constitucional.
Ese es el camino legal.
El camino mediático y de la opinión pública es otra cosa. Aquí el presidente Vizcarra debe salir de sus mensaje por Twitter y hablar alto y fuerte, de cara a la ciudadanía.
Si el Presidente quiere dejar en claro quién gobierna en el país debe salir de la burbuja de las redes sociales y ganar en la arena política. Nunca como ahora, los medios de comunicación lo van a apoyar.
Puede ganar la opinión pública. Lo acaba de experimentar al aprobar la ley para que la SBS supervise a las cooperativas. Con esa acción quedó clara su postura de lucha contra el lavado de activos.
Hoy se requiere una acción mayor. Debe ser firme en su postura ante el TC. Aunque no lo crea, esta actitud lo ayudará a reconfigurar el escenario político. Lo fortalecerá y puede ayudar a borrar la sombra de indefinición y debilidad que pesa sobre sus hombros.
El presidente tiene que defender ante la opinión pública que no está dispuesto a ser rehén del Congreso. Tiene que desnudar las intenciones de la mayoría parlamentaria. Sin exageraciones. Ni exabruptos.
Simplemente, respetando el derecho que tiene la ciudadanía a ser informado. La voluntad del Ejecutivo de restringir la publicidad oficial ya estaba clara. Nada de Cherrys tontos e ineficaces. Información necesaria, utilitaria. Cero autobombos.
Y para eso se requiere estar despierto, muy despierto. Ni siesta moqueguana, ni duermevela. Ojos de gato, Presidente. Abiertos y vigilantes aún en la oscuridad.


10 junio, 2018

Pelea de gatos


Ron, el gato de la casa, ha sido herido en combate.

De madrugada, escuchamos la pelea. Fue una lucha titánica. Un gato negro, inmenso, se plantó frente a Ron, invadiendo su espacio, y lo desafió.

Los gatos son territorialistas. Vigilan su espacio en las noches. Pasan horas y horas en atenta vigilia, dilatando sus pupilas al máximo, que brillan, cual ojos de gato.

Aquella noche, el invasor vulneró el cerco de seguridad. Ron respondió a su naturaleza felina y repelió el ataque, sin medir el tamaño de su oponente. Llovió fuerte esa madrugada azul.

Cuando llegamos al techo, el invasor había abandonado el escenario de combate y Ron tenía aún los pelos del lomo erizados y las fauces abiertas mostrando sus colmillos. Sus ojos resplandecían como luciérnagas.

Nadie se dio cuenta en el momento, pero al día siguiente empezó a renguear. Se le quitó el apetito y su pata trasera izquierda se hinchó. Lo llevamos a la veterinaria, lo revisaron, y le diagnosticaron un absceso, un área infectada por algún agente patógeno.

Ron tenía dos uñas clavadas en el muslo de su pata trasera. Las garras del usurpador.

En estos tres días le han aplicado inyecciones contra la infección y tiene un tratamiento con pastillas antibióticas para otros cinco días.

No recuerdo, de niño, tantos mimos para un gato.

En mis tiempos, los gatos se curaban solos. Regresaban en pedacitos cada vez que la naturaleza los urgía a rondar por techos propios y ajenos, y se pasaban mañanas y tardes enteras lamiéndose —literalmente— sus heridas de guerra.


Aprendí mucho viendo peleas de gatos.

Algunos pelean para defender su territorio y comida. Pero también pelean cuando están en celo, disputando alguna hembra o corriéndose de ella. Las danzas de combate difieren según el tipo de lucha.

No sabría decir cuál de ellas es la más feroz. Si pelear por sobrevivir al hambre o sobrevivir al amor.

Pero creo que el gato comprende que las heridas de amor son inevitables y por eso, se rinde ante ellas.

En este caso, Ron, mi gato de casa, ha tenido una batalla nocturna por el territorio.

Lo sé porque no ha vuelto a salir de ronda. Un gato enamorado, por más que lo hagan pedazos, vuelve siempre a su gata fiera.


03 junio, 2018

Escudo de promoción


Todos los muchachos nos emocionamos con pintar nuestras camisas al terminar quinto de secundaria. Es una tradición colorear y llenar de mensajes de despedida las camisas de promoción, pero también puede considerarse un símbolo de liberación. Una manera de poner fin a la monotonía de vestir iguales durante cinco años —el pantalón y chompa gris oscuro, camisa blanca—. Una forma de dejar una huella en una prenda de los compañeros que probablemente no veremos más.

Es también una suerte de tatuaje camuflado. Si no puedes pintarte el cuerpo, al menos puedes hacerlo en la camisa. Grupos de música, rostros de cantantes, símbolos deportivos, escudos extranjeros, calaveras, cadenas rotas, dragones, águilas, serpientes aladas, eran los símbolos que la mayoría de mis amigos del colegio Roque Sáenz Peña de San Miguel escogió como elemento central de su pequeño mural de tela de vestir.

Yo elegí el escudo nacional.

¿El escudo nacional? los muchachos se reían al ver mi dibujo. No podían entenderlo. Un elemento que habíamos usado siempre en el colegio, un símbolo de la Patria, dibujado de manera gigante en tu espalda, no era precisamente un monumento a la irreverencia.

Era el comienzo de los ochenta, el país recobraba su democracia tras doce años de dictadura y la juventud se abría al mundo. Si de algo estaban un poco hartos los jóvenes de la época era de los símbolos nacionales, usados hasta el hartazgo por el gobierno militar.

Para mi, en cambio, el escudo simbolizaba lo que sentía el colegio me había dado. Una identidad, un sentido de pertenencia a una comunidad. Una historia común. Era como graficar un sentimiento de orgullo por haber nacido en este país. Los dibujos copiados de casacas de motociclistas hippies los sentía ajenos, cuando no frívolos.

Escogí mi mejor camisa blanca manga larga para dibujar el escudo nacional. Recuerdo que pensé en usar tinta de color para pintar el escudo, pero al final lo hice solo con tinta negra. Me tomó unos días delinear su forma. No recuerdo otra camisa pintada con un símbolo patrio.

Un día, una de las compañeras de la promoción me pidió la camisa para dejarme un mensaje. Eran los momentos finales del colegio. Pasaron días, luego semanas y nada. Terminó el colegio y yo me olvidé de la camisa. Muchos años después, la encontré y conversando de varios temas salió el de la camisa. Me dijo que aún la conservaba, que la tenía dentro de una bolsa, limpia y dobladita... y que algún día me la retornaría.

Nunca más la volví a ver. Ni a ella, ni a la camisa. 

Hoy que veo estos polos con el escudo impreso en el pecho me acordé de mi camisa de promoción. Los tiempos han cambiado. El orgullo nacional se exhibe en forma abierta. Se grita. Se lleva a todos lados. El escudo nacional ha pasado de la espalda al pecho. Y ya no es necesario dibujarlo. Lo encuentras en un polo que puedes comprar en cualquier sitio. Y si estás fuera del país puedes adquirir tu camiseta por internet. 

El escudo nacional es ahora un ícono de pertenencia y orgullo y, estoy seguro, un motivo de inspiración mucho más popular en las camisas de promoción de los muchachos de hoy en día.