Que los dos personajes finalistas a la nominación de “Hombre del año 2010” de la Revista Time fueran Marck Zuckerberg y Julian Assange, fundadores de Facebook y Wikileaks, respectivamente, es -qué duda cabe-, señal de los tiempos. Tiempos en los que el mundo virtual se fusiona con el real, superándolo.
Una versión de la historia de la aparición de Facebook la podemos ver por estos días en el cine. Lo que empezó como un proyecto universitario, producto de la inteligencia y curiosidad de su creador, se convirtió en una empresa multimillonaria que hoy cuenta con más de 500 millones de usuarios en el mundo.
Wikileaks, por su parte, es un portal de investigación que ha puesto en vilo al mundo tras haber obtenido y redistribuido información clasificada de los Estados Unidos que pone al descubierto la manera en que sus agentes internacionales conciben y hacen política. Y, lo que es más grave, desnuda el sistema de seguridad del Hegemon.
Entre las consideraciones de la revista Time para otorgar finalmente el premio a Zuckerberg, está el hecho de que en menos de siete años logró interconectar a una doceava parte de la humanidad en una sola red que tiene… ¡dos veces el tamaño de los Estados Unidos!
“Si Facebook fuera un país sería el tercero más grande luego de China e India”, señala Time. Es un país sin fronteras, ni banderas, ni himno. Pero con identidad global. Facebook es un estilo, una forma de ser y estar.
Las redes sociales están cambiando al mundo. Estamos mucho más comunicados que antes, pero no más integrados. Es la era del byte to byte que sucede a la del face to face. Ante nuestra imposibilidad de relacionarnos personalmente adoptamos una second life. Una vida de avatares, en lugar de una de seres humanos.
Vivimos en una aldea global como alguna vez imagino Marshall MacLuhan, pero no por ello estamos más cercanos. Vivimos conectados al mundo, sí, pero desde nuestro solitaria computadora. Es una nueva forma de entender al mundo que nos plantea grandes cambios en todo aspecto de la vida social y política. Tal parece que hemos pasado de las sensaciones vía los latidos del corazón a las pulsaciones binarias. Finalmente el Homo Habilis ha evolucionado a un Homo Mobilis, pendiente y prendido a una pantalla.
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