José
Matos Mar (1921-2015), pudo ver, estudiar y fotografiar el Perú en movimiento,
en permanente transformación. Ese Perú que por años fue olvidado –y en muchos
aspectos sigue siéndolo– y que emergió de los Andes con una fuerza brutal, pero
pacífica, transformando para siempre el rostro colonial de Lima, pero, también,
el alma y la identidad nacional.
Ese
Otro Perú, como él le llamaba, empezó a llegar a la capital por oleadas a partir
de mediados de los cuarenta; huía de la pobreza, el atraso y la falta de
oportunidades. Ocupó las tierras más pobres de la ciudad: el arenal, los
cerros, el pedregal. Clavó la bandera peruana y reclamó al Estado servicios
básicos, infraestructura, salud, educación, trabajo.
Nacieron
las barriadas, los asentamientos humanos, las urbanizaciones populares, transformadas
hoy en distritos medianamente urbanizados, precariamente atendidos, pero con
una fuerza laboral y empuje empresarial enorme desarrolladas al margen del
Estado, con menos ideología y, por lo mismo, más emprendimiento que ciudadanía.
A
esa marea humana, amorfa, chicha, multiétnica, que se diseminó en la ciudad,
Matos Mar la llamó Revolución Cultural, un choque social, económico, político y
cultural, entre el Otro Perú y el Perú Oficial, que desbordó al Estado y que al
mismo tiempo tomó la forma de una sociedad nacional emergente.
Ese
proceso no se ha detenido. Este primer periodo de casi ochenta años –si
consideramos que estamos a seis años del Bicentenario– ha sido una etapa de
conquistas de primer piso: agua, luz, pistas y veredas, títulos de propiedad.
Los pobres del Perú se organizaron para reclamar estos servicios, pero una vez
obtenidos, su nivel de organización social parece haberse resentido.
Una
seguna ola transformadora se puede ubicar en el plano económico. Los pobres
generaron su propio empleo. Autoconstruyeron sus casas. Organizaron sus
mercados de abastos, de ferretería, carpintería, metal mecánica y hasta de
artículos robados y reciclados. Hoy, muchos de esos enclaves de negocio
informal y negro son consolidados centros comerciales. Los pobres de ayer son
los emprendedores de hoy que se organizan, ya no invadir, sino, para comprar
terrenos y levantar emporios comerciales e industriales.
La
tercera ola transformadora está en pleno desarrollo y no se vislumbra por ahora
qué forma terminará adquiriendo. Es la reforma política o ciudadana. Es menos
clara, en la medida que la informalidad sigue siendo el sello de esta nueva
sociedad. En este aspecto, los ex pobres, hoy emprendedores, son menos
republicanos y cívicos que el Perú Oficial. Son más bien, contrarios a este
tipo de orden. Buscan sacarle la vuelta a los dictados del Perú Oficial. Evaden
impuestos. No respetan las reglas de tránsito. Y, por supuesto, no tienen una ideología
definida o mayoritaria. No se sienten representados por algún partido político
en especial y son esquivos a cualquier
fidelidad partidaria. Son inestables, políticamente hablando. Su comportamiento
político se mueve por cardúmenes y son altamente sensibles, generando cambios
inesperados.
Matos
Mar vivió para responder una pregunta: ¿existe una sociedad nacional? Y murió
viendo germinar, crecer y transformar ese nuevo Perú. Un Perú en movimiento que
hoy tiene, pese a todo, una mejor autoestima, un alma colectiva más optimista, emprendedora
y ganadora. Un Perú que al pie del orbe, como diría Vallejo, se para mejor en
un mundo global y competitivo. Es el Perú Cholo. El Perú Cholo del Cholo Matos
Mar. Descanza en paz, Amauta.
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